A flor de piel (Hot)

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¡Atención: este capítulo contiene escenas +18! Si prefieren no leerlo pueden saltar directamente al próximo capítulo

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¡Atención: este capítulo contiene escenas +18! Si prefieren no leerlo pueden saltar directamente al próximo capítulo. Gracias.

Justo después de haber salido del baño, tocaron a mi puerta. Ya era muy tarde en la noche y no esperaba visitas, juro por Dios que después de un día como ese lo menos que esperaba eran visitas. A duras penas logré levantarme de la cama, y mientras iba caminando me colocaba la blusa porque después de darme la ducha me había acostado sólo con los shorts y el brassier.

Mis ojos todavía enrojecidos y mi cabeza al explotar del dolor que tenía en los sentidos. Abrí con pesar la puerta y mi corazón y estómago dieron un vuelco. Era Piero, estaba justo en el umbral de mi puerta.

–¿A qué vienes?– le pregunté desganada– ¿Ya se te ocurrieron los insultos que hace un rato no te salían? Adelante, comienza...

Él sacudió la cabeza:

–Estoy aquí porque prometí no soltarte de la mano, ¿recuerdas?– fueron las únicas palabras que salieron de su boca.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, incluso mis piernas temblaron porque no alcanzaba a creer que esto fuera real. Mis labios se abrieron pero no podía emitir sonido alguno, y aunque pudiera haberlo hecho no hubiera sabido qué decir. Así que decidí irme por la vía más ortodoxa.

Me abalancé sobre él y, poniendo mis manos aldededor de su cuello lo besé. Lo besé como si fuera el fin del mundo, como si toda mi vida dependiese de ello– algo que no estaba tan lejos de la realidad.

Él tardó un segundo en enredar sus manos en mis caderas y corresponder a mi beso con ansiedad. Caminamos al interior de la casa, y él cerró la puerta, a sus espaldas, de una patada sin detener el beso.

Sus labios chocaban con los míos, en un inicio, dulcemente y después con más violencia y desenfreno. Nuestras lenguas se buscaban con desesperación, y nuestros cuerpos pedían en un grito silencioso que ese momento no acabara nunca.

Las lágrimas en mis ojos no habían desaparecido y, a pesar de que mis hormonas ya no estaban en sus cabales, sentía la necesidad de explicarle y pedir perdón por lo que había hecho. Entonces, detuve el beso, puse mis manos en sus hombros, y colocando su frente contra la mía, su nariz rozando la mía, su aliento chocando con el mío, hablé:

–Necesito aclararlo todo. Yo...no quise...no puedes seguir pensando que...

–Tenemos el tiempo suficiente para discutir eso, ¿no crees?– lo dijo en un modo suave y tranquilizador, y reafirmó su agarre en mis caderas, atrayéndome más hacia él.

Retomamos el beso, esta vez con más seguridad, con más confianza y también con más pasión. El encuentro de nuestras bocas era un ir y venir lento que de repente se volvía más demandante, y que hacía estremecer cada célula de mi organismo. Sus pestañas en mis mejillas me provocaban cosquillas.

¿Y tú quién eres?[COMPLETO✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora