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Ji Yong se acurrucó entre las sábanas y dio unas cuantas vueltas en la cama antes de decidirse a abrir los ojos. Contempló el techo de su nueva (y temporal) habitación; podía distinguir la sombra recortada de los árboles que se extendían más allá de la ventana como si fuesen un óleo pintado sobre la pared.

Buscó a Mantequilla esperando verlo donde lo había dejado la noche anterior, pero no consiguió encontrarlo en el enorme dormitorio. Volvió a dejarse caer sobre la cama. Aquel debía de ser el colchón más cómodo del universo.

La noche anterior, Soo Hyuk lo había convencido para que se fuese a su casa. Se había quedado sin respiración al cruzar el umbral de la puerta.

Una escalera de caracol, que él solo había visto en las películas, conducía al segundo piso. Las vigas de madera brillante cruzaban el techo y contrastaban con la decoración minimalista. YoungBae había tenido que darle un pequeño empujoncito en la espalda para animarlo a seguir caminando; era una suerte que Soo Hyuk lo hubiese avisado para que los ayudase a cargar las cajas de la mudanza y a llevarlas hasta allí. Y también fue toda una suerte que SeungHyun se hubiese tenido que marchar a toda prisa a Jeju apenas veinte minutos antes de que él llegase. Según le había contado YoungBae, en eso consistía exactamente su trabajo, en reunirse con sus socios cuando ocurría una emergencia. Al parecer, durante el resto del tiempo no hacía absolutamente nada.

Ji Yong agradeció su ausencia para poder acomodarse sin vivir en una tensión constante. Aquel primer día, al bajar a la cocina, descubrió que Soo Hyuk ya se había marchado. YoungBae le sonrió mientras sostenía con una mano la puerta de la nevera abierta.

— ¿Has dormido bien?

— Sí. Esa cama... esa cama es increíble. — Sonrió e intentó arreglarse un poco el cabello con la punta de los dedos —. Por cierto, ¿has visto a Mantequilla?

— Está tomando el sol en el jardín. ¿Quieres café? — Él asintió con la cabeza —. Anoche se lo pasó en grande. Soo Hyuk se ha encontrado un par de grillos muertos en la puerta cuando se ha ido a trabajar.

— Eso no me lo esperaba — apuntó orgulloso.

YoungBae dejó los cafés sobre la mesa.

— ¿Lo sigues tomando con tres cucharadas de azúcar? — preguntó inseguro.

Ji Yong asintió con la cabeza y sonrió tímidamente.

— Ya lo busco yo. — Se apresuró a levantarse e intentar descubrir en qué armario de la cocina guardaban el azúcar. Se apoyó en la encimera de rojizo granito para ponerse de puntillas.

— A la derecha. Sí, el siguiente — le indicó YoungBae con amabilidad.

— Ya lo tengo.

Volvió a su sitio, abrió el tarro y se echó tres cucharadas. Después, mientras removía el café, contempló a YoungBae en silencio. También lo había echado muchísimo de menos, a él, sus bromas, su constante buen humor y su forma de encarar las adversidades.

YoungBae aparentaba un par de años más de los que realmente tenía. No poseía una belleza clásica, aunque era muy atractivo. El tipo de chico que puede pasar desapercibido durante un primer escrutinio, pero no en un segundo; porque su sonrisa dejaba sin aliento y sus ojos eran de un café impactante, muy vivos, muy brillantes. No era tan alto como Soo Hyuk y SeungHyun, pero, después de años practicando deporte, tenía un cuerpo musculoso y una espalda ancha. Ji Yong se había dado cuenta de ello cuando, al reencontrarse con él la noche anterior e intentar abrazarlo, no había logrado abarcar el contorno de su torso con sus brazos.

『다시 만나야 할 33 가지 이유 』 » GTOPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora