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Sábado. Había esperado con impaciencia aquel día de la semana cuando siendo pequeño vivía en Hongdo con sus padres y los tres juntos se acercaban a una laguna de las afueras para pescar. Ji Yong no estaba interesado en pescar, pero sí en los sándwiches de mantequilla de cacahuete que su madre preparaba para el almuerzo.

Años más tarde, ya en Busan, el sábado siempre fue el día más divertido de la semana, cuando tenía horas y horas para jugar con los chicos. Los cuatro disfrutaban de un toque de queda más amplio y podían recorrer el vecindario de una punta a otra hasta que el cansancio terminaba con ellos.

Ahora, después de algunos años de indiferencia, un sábado volvía a presentarse como un día prometedor. O eso pensó Ji Yong cuando se acomodó en el asiento del copiloto y SooHyuk arrancó el motor del coche dispuesto a enseñarle un nuevo apartamento. Claro que, pese a todo, esa aparente felicidad estaba enturbiada por lo ocurrido la pasada noche. Ji Yong no podía olvidar la mirada dolida y culpable de SeungHyun y él, como era de esperar, todavía no había regresado.

Se abrochó el cinturón de seguridad cuando ya habían recorrido un par de calles, sin despegar la mirada curiosa de la ventanilla del coche.

— ¿Está muy lejos?

SooHyuk tamborileó con los dedos sobre el volante y lo miró de reojo, instantes antes de que el semáforo volviese a ponerse en verde.

— ¿Lejos? ¿El qué?

— El apartamento que me llevas a ver. — Movió las manos sobre su regazo —. ¿Qué iba a ser si no?

— Sí. Un poco.

Ji Yong intentó ocultar su decepción. Le hubiese gustado que estuviese relativamente cerca del barrio donde vivían los chicos.

— ¿Estás bien?

— Sí, genial. — Ji Yong sonrió —. Estoy impaciente por conocer a Jonghyun.

Habían quedado para tomar un café con el novio de SooHyuk y recoger las llaves del apartamento que iban a visitar. Jonghyun también era agente inmobiliario; se habían conocido gracias a una colaboración.

La cafetería donde acordaron verse era el tipo de local que a Ji Yong solía parecerle frío e impersonal. Con tonalidades de color lo suficientemente suaves como para que costase clasificarlos en una gama cromática concreta, todo estaba ordenado de un modo escrupuloso y tenías que servirte tú mismo en una barra sobre la que se deslizaba una bandeja. Ji Yong cogió una pieza de bollería y un café con leche tamaño gigante.

Llevaban dos minutos sentados cuando alguien produjo un desagradable sonido metálico al dejar con brusquedad unas llaves sobre la mesa. Se limpió con una servilleta los restos de chocolate y alzó la cabeza hacia el chico rubio de casi metro ochenta que lo miraba fijamente manteniendo una sonrisa tirante.

— Te esperaba más tarde. — SooHyuk miró distraído su reloj, se levantó y le dio un casto y corto beso en los labios. Señaló a su amigo con una mano —. Te presento a Ji Yong.

— Encantado de conocerte.

— Jonghyun — le recordó el esbelto hombre.

— Sí, claro. — Ji Yong lo miró de reojo mientras volvía a sentarse —. Lo sé, SooHyuk me ha hablado mucho de ti durante estos últimos días.

— ¿En serio? Supongo que eso compensa todas las horas durante las que he escuchado vuestras travesuras infantiles. — Emitió una estridente risita y apuntó con un dedo, el mordisqueado muffin de chocolate —. ¿Sabes cuántas calorías tiene eso?

『다시 만나야 할 33 가지 이유 』 » GTOPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora