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Gimió al golpearse en la espinilla con la mesa de la entrada y se mordió el labio inferior para evitar gritar, ¡qué dolor!

Todavía confundido y algo mareado, fue a depositar con cuidado las llaves sobre la repisa de mármol, pero debido a que la estancia estaba sumida en la penumbra y, sobre todo, a las copas de más que había tomado, se le cayeron al suelo. Cerró los ojos, maldiciendo al escuchar el estridente tintineo. Dio un paso al frente y tropezó con algo duro y firme. No le hizo falta encender la luz para saber que era SeungHyun. Aquel aroma era inconfundible.

— ¿Qué haces despierto?

— Quería ver si llegabas bien. Ya veo que no — masculló —. ¿Cuánto has bebido?

— Lo suficiente como para no querer decírtelo.

SeungHyun sonrió en la oscuridad.

— Ven, vamos, te prepararé algo de comer. — Sin soltarlo de la cintura, ambos avanzaron hacia la cocina dando pequeños pasos —. ¿Por qué caminas como si fueses cojo?

— Los zapatos — gimió.

Eran los zapatos más dolorosos del planeta Tierra. Pensaba relegarlos al fondo del armario y no volver a sacarlos jamás de los jamases.

— Para. Quítatelos.

Por inercia, Ji Yong se deshizo de sus zapatos y los dejó tirados en mitad del pasillo, agradeciendo el brazo de SeungHyun que lo sostenía. En cualquier otro momento hubiese rehuido su contacto, pero no solo era confortable y cálido sino que, además, estaba seguro de que si lo apartaba terminaría cayendo como un peso muerto. Estaba agotado. Había bailado, reído y bebido hasta la extenuación, se lo había pasado increíblemente bien. SeungHyun lo ayudó a sentarse frente a la mesa de la cocina y encendió tan solo las luces de la despensa. Con un golpe seco, Ji Yong tiró encima su celular y cartera.

— ¿Quieres tortitas?

— ¡Sí, por favor!

— ¡Chsss! No grites, pecoso.

SeungHyun se llevó un dedo a los labios y Ji Yong imitó el gesto con torpeza, haciéndolo reír. SeungHyun sacudió la cabeza, se agachó, sacó una sartén y la puso al fuego. Ji Yong estudió cada uno de sus movimientos con interés y en silencio, como si estuviese documentándose para una tesis.

— ¿Sabes, SeungHyun? Tienes un buen trasero — concedió, ladeando la cabeza.

SeungHyun sonrió y, tras poner la tortita en el plato, la dejó frente a él en la mesa.

— ¡Ya era hora de que te dieras cuenta! — bromeó, sentándose a su lado —. Empiezo a pensar que me gustas más cuando estás borracho.

— ¡Está deliciosa! — Masticó con energía el primer trozo —. Creo que podría comer una tonelada de estas. Y, en serio, jamás pensé que lograrías hacer las mejores tortitas del mundo, ¡ni se me pasó por la cabeza! Deberías presentarte a algún concurso de postres o algo. — SeungHyun aprovechó que no dejaba de hablar para recrearse mirando su rostro en silencio. Era agradable poder estar al lado de Ji Yong sin que él lo mirase como si fuese un monstruo sin corazón —. Creo que incluso podrían competir con los tacos de esta noche, ¡qué fiesta! Quizá te lleve allí algún día para que los pruebes.

— Sería un buen plan. Pero dudo mucho que mañana sigas pensando lo mismo.

— ¿Y por qué no?

Ji Yong frunció el ceño y dejó sus palillos suspendidos frente a su boca. SeungHyun se inclinó apenas unos centímetros hacia él hasta posicionarse a la altura de sus ojos.

『다시 만나야 할 33 가지 이유 』 » GTOPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora