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Se colgó en el hombro la mochila donde llevaba el ordenador portátil, junto a un par de libretas y algunos bolígrafos, por si acaso. A veces le agobiaba teclear y sentía la pantalla fría y distante, de modo que recurría al papel.

— ¿Estás listo?

SeungHyun asomó la cabeza por la puerta.

— Sí. Creo que lo llevo todo... — Le echó un vistazo rápido a la habitación y se detuvo en la puerta inferior del armario, dubitativo —. Bueno, espera. Me falta una cosa.

SeungHyun emitió un suspiro de fastidio.

— Cuando lleguemos a Haeundae-gu seré viejo.

Ji Yong lo miró desde el suelo, donde estaba arrodillado, frente a la puerta entreabierta de madera de pino.

— ¿Sabes? Iba a darte algo, pero no sé si te lo mereces.

— ¿El qué? Eh, pecoso, no seas malo. Sabes que me encantan las sorpresas.

Se inclinó a su lado y Ji Yong le tendió un ejemplar de su novela. SeungHyun lo tomó con cuidado, como si fuese algo valioso y trazó con la punta del dedo índice las letras en relieve donde se leía su nombre: Han Ji Yong. Sonrió y alzó una ceja en alto cuando lo miró.

— ¿De verdad? ¿Me dejas leerlo?

— Sí. Te lo regalo.

SeungHyun lo abrió en la primera página y leyó las dos líneas que había escritas en cursiva: «Para papá, mamá... y todos aquellos que quedaron atrás». Había cierta tensión en su mandíbula cuando volvió a levantar la cabeza y a fijar sus ojos negros en él.

— ¿Nos vamos? Se está haciendo tarde. — Ji Yong le sonrió —. Y no quiero que te hagas viejo. Dicen que las canas son sexis, pero tengo mis dudas...

SeungHyun lo siguió en silencio escaleras abajo. Tanto Mantequilla como Sun Hee los acompañaron hasta el exterior y ambos permanecieron en un lado del jardín mientras el coche arrancaba y la puerta automática se abría lentamente.

Mantequilla comía un par de hierbas que habían crecido entre las juntas del camino de piedra y Sun Hee los despedía con una de sus manos ondeando en lo alto. Se había empeñado en que se llevasen un par de bocadillos; Ji Yong se sintió tan acorralado que finalmente los había aceptado.

— ¿Crees que Sun Hee me odia? — preguntó, cuando dejaron atrás la casa y comenzaron a recorrer las calles de la urbanización.

— Qué va. Lo único que desea es engordarte como a un pavo de Navidad, nada más.

Estaban en un semáforo en rojo. SeungHyun se inclinó de improviso hacia él y Ji Yong encogió el estómago y se apartó hacia atrás como si fuese un asesino con una sierra eléctrica en la mano. SeungHyun lo miró con el ceño fruncido.

— Solo quería abrir la guantera.

— Ah. Bien, lo siento. Espera.

La abrió. SeungHyun suspiró hondo y sacó un par de CD. Permaneció pensativo mientras sonaba Rape me de Nirvana, pero se mostró más animado cuando se escucharon los primeros acordes de Wonderwall. Ji Yong sonrió al verlo cantar y se estremeció cuando, sin dejar de hacerlo, lo miró:

«There are many things that I would like to say to you. But I don't know how. Because maybe, you're gonna be the one that saves me. And after all, you're my wonderwall».

『다시 만나야 할 33 가지 이유 』 » GTOPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora