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Año 2009


— SeungHyun, pásame el pastel de carne — exigió Ji Yong con los brazos extendidos.

— Se pide «por favor».

— ¡Dámelo! — protestó alzando la voz.

El Señor Young Hwan apartó la mirada del televisor y emitió un sonoro suspiro, al tiempo que centraba su atención en los dos jóvenes que lo acompañaban en la mesa. No estaba seguro de cuándo dejarían de discutir o de intentar fastidiarse el uno al otro, especialmente porque a pesar de ello, ambos eran inseparables; se buscaban constantemente y, después, en cuanto se encontraban, luchaban por sacar a relucir sus diferencias.

Si SeungHyun decía tener frío, su hijo insistía en que hacía calor (aunque estuviesen a dos grados). Si su hijo pretendía ver en la televisión un capítulo de Friends, SeungHyun aseguraba estar sumamente interesado en un documental sobre microorganismos marinos.

— SeungHyun, acércale el pastel de carne. Y Ji Yong, pide las cosas adecuadamente, que no te cuesta nada.

Los dos jóvenes se miraron en silencio. Finalmente, Ji Yong emitió un bufido y apoyó un codo en la mesa con desgana. Sonrió falsamente.

— ¿Me puedes pasar el pastel de carne, «por favor»? — preguntó, pronunciando las dos últimas palabras con cierto retintín.

— Por supuesto, pecoso. — SeungHyun se inclinó para darle el plato —. Que aproveches.

Ji Yong se giró bruscamente hacia su padre, que volvía a centrar la mirada en la pantalla, atento a las noticias.

— ¿Lo has oído? ¡No deja de llamarme pecoso!

— ¡Basta ya! — El Señor Young Hwan les dedicó una mirada asesina —. ¡Dejad de pelear! ¡Nadie diría que tienen diecisiete años! ¿En qué demonios se supone que están pensando?

SeungHyun bajó el mentón y se centró en su plato de comida. Terminó de devorar el pastel de carne en silencio y, en cuanto hubo rebanado los restos de salsa, fue a la cocina y depositó en la pila el plato y los cubiertos sucios. Cuando notó que algo le rozaba la espalda, se giró. Era Ji Yong. Ignoró el cosquilleo que sintió.

— Apártate, necesito tomar un vaso — pidió Ji Yong, todavía manteniendo el ceño fruncido e indicándole con el brazo que se desplazase a un lado. SeungHyun sonrió, pero no se movió. Permaneció de espaldas a la pila y al mueble donde se guardaban los utensilios de cocina.

— Apártame tú — sonrió travieso.

Ji Yong refunfuñó por lo bajo. — Empiezo a tener dudas sobre acompañarte a ver ese dichoso partido de béisbol.

— No mientas. Lo estás deseando.

SeungHyun sintió una extraña satisfacción al ver que Ji Yong se sonrojaba. Era una de las pocas veces que saldrían los dos solos a hacer algo, algo concreto, como una especie de cita. No había sido premeditado. El señor Young Hwan le había regalado a SeungHyun esas dos entradas la semana anterior, por su cumpleaños, y no había nadie más con quien desease compartirlas.

Cuando Ji Yong intentó apartarlo de nuevo para tomar el vaso, SeungHyun lo sujetó por la cintura y lo retuvo suavemente frente a él.

— Pero ¿Qué demonios haces?

Ji Yong se estremeció entre sus brazos. No estaba acostumbrado a que SeungHyun lo tocase así. De hecho, no estaba acostumbrado a que SeungHyun lo tocase de ningún modo. Mientras que YoungBae o Soo Hyuk lo abrazaban a menudo o se entretenían a veces jugando con su cabello con SeungHyun siempre había existido esa distancia, esa barrera que ninguno de los dos había intentado romper. Ni un roce. Nada más allá de acariciarse sutilmente con la mirada. 

Ji Yong se mostró dubitativo durante unos segundos, todavía sin soltarlo. Sabía que debía alejarlo de él, que no podía estar con él de esa forma...

Se lo había prometido a sí mismo hacía años, pero esa promesa se quebraba poco a poco y cada vez le resultaba más difícil intentar cumplirla. Ji Yong era su debilidad. Esos ojos caramelo y curiosos, y la graciosa nariz repleta de pecas que SeungHyun solía contar en silencio. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis..., podía hacerlo durante horas y conocía cada una de las diminutas marcas que bañaban su piel. Era su secreto. A falta de las pecas de su rostro, se conformaba con volver a contar estrellas, pero si podía elegir..., si podía elegir, siempre preferiría a Ji Yong.

Sin embargo, últimamente tendía a perder la concentración en cuanto sus ojos abandonaban aquellas pálidas mejillas y descendían hasta los labios de aquel joven. Unos labios gruesos que imitaban la forma de un corazón y provocaban que el suyo se acelerase. Un acelerón brusco, de esos que dejan sin respiración.

SeungHyun lo retuvo frente a él con más firmeza y su mirada azabache quedó suspendida sobre esos tentadores labios. Alzó lentamente la vista hasta encontrar sus ojos. Muy lentamente. Como si lo estuviese viendo por primera vez en mucho tiempo. Vaciló antes de hablar:

— Ven conmigo a ese... ese estúpido baile de primavera... — Frunció el ceño; se sentía un poco ridículo —. Ya sabes, esa cosa que se celebra en el instituto y a la que hay que ir en pareja... Quiero que seas tú.

Después, aún nervioso, lo impulsó más hacia él. Deslizó las manos desde su cintura hasta las caderas, palpando las curvas de su cuerpo a través de la ropa. Quería besarlo. Iba a besarlo.

— No puedo, SeungHyun. — Él tomó una bocanada de aire —. Le dije a Soo Hyuk que iría con él porque... bueno, porque ninguno de los dos tenía pareja. Creí que se lo habrías pedido a alguien. El baile es pasado mañana — le recordó.

¿Por qué había tenido que esperar hasta el último momento para hacerle la pregunta con la que él llevaba semanas soñando?

SeungHyun lo soltó de golpe y se movió hacia un lado, alejándose.

— Genial. Lo entiendo. De verdad que sí. — El corazón parecía golpearle las costillas mientras intentaba esbozar una sonrisa —. Seguro que se lo pasaran muy bien. — Caminó hacia la puerta y se giró una última vez hacia Ji Yong —. Y, a propósito, no hace falta que me acompañes al partido. Le pediré a YoungBae que venga.

Ji Yong quiso decir algo, cualquier cosa que lograse apaciguarlo, pero lo conocía lo suficientemente bien como para percibir su enfado y cuando SeungHyun se enfadaba se encerraba en sí mismo, y él nunca sabía cómo romper la coraza con la que se protegía de todo y de todos.

El Señor Young Hwan apartó la mirada del televisor cuando advirtió el andar apresurado de SeungHyun. Se levantó del sillón apoyando ambas manos en los mullidos brazos y carraspeó antes de hablar.

— ¿Ya te marchas?

SeungHyun casi se sorprendió al verlo allí; estaba tan perdido en sus propios pensamientos que ni siquiera recordaba que había otra persona en la casa. Asintió con la cabeza como toda respuesta.

— ¿Estás bien?

Young Hwan se acercó hasta él y sostuvo con una mano la puerta de la calle entreabierta mientras lo miraba con atención. Siempre lo hacía. Lo observaba desde todos los ángulos, como si esperase encontrar respuestas, la solución a todos sus problemas, ese algo inesperado que lograse salvarlo. Lo miraba, en realidad, como lo hubiese mirado un padre, hurgando en sus secretos e intentando vislumbrar más allá de la superficie.

— Sí, como siempre. Genial. — Se encogió de hombros con fingida despreocupación —. Te traeré mañana el disco de Queen que me llevé la semana pasada.

— No importa, ¡quédatelo! — Young Hwan le revolvió el cabello con la mano —. Y si te ocurre algo, sea lo que sea, aquí me tienes.

SeungHyun parpadeó más de lo normal.

— No me pasa nada — replicó con más dureza de lo que pretendía —. Será mejor que me vaya ya. Nos vemos mañana. Y te traeré ese disco — insistió, caminando hacia atrás por el sendero de la entrada —, sé que estás enamorado de Freddy — bromeó.

『다시 만나야 할 33 가지 이유 』 » GTOPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora