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SeungHyun volvió a ser el de siempre. Es decir, el SeungHyun al que no parecía importarle nada ni nadie, el SeungHyun que no recordaba los sucesos del pasado, ese que no veía nada más allá de su propio ombligo. Y Ji Yong enterró en algún lugar profundo lo que había sentido bajo el tacto áspero y delicado de sus manos. Porque había sentido algo, aunque no tenía claro si era bueno o malo ni con qué palabra definir esa emoción intrincada y caótica que apresaba su corazón como una enredadera espinosa y sin flores.

Esa noche en el jardín trasero de la casa los cambió a ambos. Y ese cambio se traducía en el poco tiempo que pasaban juntos, especialmente cuando Soo Hyuk o YoungBae estaban fuera. Ya ni siquiera insistía en acompañarlo a correr. Ahora él solía hacerlo por la tarde, mientras Ji Yong corregía lo que había escrito el día anterior. A propósito. La única costumbre que siguió intacta fue la de prepararle una tortita para el desayuno. Por la mañana, casi evitando mirarlo, SeungHyun le tendía el plato y sus manos se rozaban. Nada más. Eso era todo.

Cada vez que intentaban acercarse se alejaban más.

Ji Yong sacudió la cabeza y expulsó lejos aquellos pensamientos mientras trotaba a paso lento por la calle peatonal, con la mirada clavada en el suelo y el movimiento hipnótico de sus coloridas zapatillas. Respiró hondo y, cuando divisó a lo lejos la zona comercial de la urbanización, dejó de correr y avanzó caminando.

Rebuscó en el bolsillo interior de sus pantalones deportivos negros un par de monedas que había tomado y entró en la primera cafetería. Era un local pequeño que hacía esquina, de aspecto hogareño y agradable, aunque estaba vacío porque casi todos los clientes disfrutaban del débil sol matinal en la terraza. La camarera, una joven que había visto algunas veces mientras corría por la zona, hablaba por teléfono tras la barra, dándole la espalda a la puerta principal. Tenía una piel increíble con un bronceado permanente debido a sus orígenes americanos. Ji Yong permaneció en silencio sin dejar de observarla, pero no pudo evitar escuchar la conversación.

— Así que te la follas y luego vuelves conmigo y esperas que te perdone, ¡que te perdone!, tienes suerte de que el viejo esté bajo tierra porque te habría disparado con la escopeta y tirado en una cuneta, ¡y corre cuando Eric salga! — gritó —. ¿Qué lo sientes? ¡Pedazo de animal! ¡Más siento yo lo que te haré cuando te pille!

Colgó sin esperar respuesta del interlocutor. Cuando se giró y descubrió la presencia de Ji Yong, aún respiraba agitado.

— Eso ha sido... impresionante. — Avanzó hasta el mostrador de la cafetería sin dejar de estudiarla con una mezcla de admiración y curiosidad que no estaba acostumbrado a sentir por nadie —. Y siento... lo que sea que te hiciese. Seguro que era un idiota.

— ¡Ni que lo digas! ¡Uno de los grandes!

Tenía un acento muy gracioso y melódico.

— Todos terminan siéndolo. Deberías darme un par de lecciones, no se me da tan bien como a ti poner en su sitio a... bueno... — No es que soliese revelar sus problemas a la primera persona con la que se tropezaba. No sabía por qué había abierto la boca. Torció el gesto, reprendiéndose a sí mismo —. Una botella de agua, por favor.

Dejó sobre la repisa de cristal un par de monedas. La morena habló al tiempo que se daba la vuelta para acercarse a la nevera donde guardaban las bebidas.

— Veo que has tenido una mala experiencia, bienvenido al club. Yo voy por la cuarta en lo que va de año — especificó —. Debería estar contenta, mi compañera de piso no ha tenido tanta suerte.

— ¿La cuarta?

— Los hombres solo saben meterla y sacarla, meterla y sacarla. Ya no quedan hombres de verdad para mujeres de verdad. Como yo. — Se señaló con las manos el cuerpo, delineando con el sinuoso movimiento la marcada curvatura entre la cintura y las cadenas —. ¡Ellos se lo pierden! — Se encogió de hombros.

『다시 만나야 할 33 가지 이유 』 » GTOPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora