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Cinco años después...




Solo se escuchaba el suave susurro de los dedos golpeando contra el teclado del ordenador. Ya casi había anochecido. El resplandor de la luna se filtraba por la ventana de la cocina confiriéndole a la estancia un aura de misterio que en realidad no poseía. Cuando el móvil comenzó a vibrar sobre la mesa, Ji Yong dio un respingo.

— Joder — masculló llevándose una mano al pecho antes de alcanzar el teléfono y descolgar la llamada —. ¿Diga?

— Mi-Suk ha muerto.

Ji Yong se quedó congelado con el aparato pegado a la oreja. Era la tercera esposa de su casero y se llamaba Kim Sa Rang. Aunque llevaba viviendo en aquel piso casi tres años, solo había visto a la mujer en contadas ocasiones. Era menuda, tenía el pelo tintado de un tono tan rubio que parecía casi blanquecino y solía pronunciar mal la letra ele, como si tuviese restos de comida en el paladar y fuese incapaz de mover adecuadamente la lengua.

— ¿Puede... puede repetir lo que acaba de decir? — titubeó.

Escuchó a Sa Rang suspirar sonoramente.

— Mi marido, Kim Mi-Suk, está ahora en un lugar mejor. En el cementerio. El funeral fue ayer; compramos peonías blancas y rosas, y todo estaba precioso. Tendrías que haberlo visto —detalló, aunque por el tono neutro de su voz hubiese sido difícil saber si hablaba de una boda o de un entierro.

Ji Yong frunció el ceño, disgustado por la suerte de Mi-suk. Apenas lo conocía, pero le había dejado el apartamento a buen precio cuando decidió dejar atrás Busan y regresar de nuevo a Hongdo. De vez en cuando se pasaba por allí si había algún desperfecto y siempre se mostraba sonriente y tranquilo, como si no tuviese ninguna prisa por nada en particular.

— ¿Sigues ahí? ¿Ji Yong? — gritó Sa Rang.

— Sí, sí, perdona. Así que Mi-suk... — Se mordisqueó la cara interna de la mejilla —. Lo lamento muchísimo, de verdad. Es una noticia terrible.

— Vas a tener que abandonar el apartamento, Ji Yong — declaró la mujer sin sutilezas ni adornos innecesarios. Clara y concisa. Directa al grano —. Sé que la noticia te pillará por sorpresa, pero tras la muerte del bueno de Mi-suk, necesito dinero en efectivo.

— ¡Pero si siempre pago mi renta!

— Lo sé, cariño, pero eso no es suficiente — prosiguió Sa Rang, implacable —. Necesito venderlo. Dime, ¿Cuántos días crees que tardarás en mudarte? Deberíamos acordar un plazo. Eso es lo que suele hacerse en estas situaciones.

— Yo... no lo sé... — Aturullado, se apartó con agobio algunos mechones de pelo que se escurrían por su rostro. No estaba preparado para hacer frente a aquello, así, de golpe, justo cuando por fin parecía que encontraba una estabilidad en su vida —. ¿Cuánto dinero pide por el apartamento?

El mero hecho de preguntarlo fue una estupidez. Mucho. Pedía mucho. Ji Yong no entendía cómo alguien podía llegar a pagar tanto por unos cuantos metros cuadrados y unas paredes finas como el papel que podían considerarse casi una reliquia. Bajó la mirada al suelo y la clavó en Mantequilla, el gato con el que compartía aquel piso que pronto dejaría de llamar hogar. Suspiró hondo mientras el felino se paseaba entre sus piernas, exigiendo más comida a pesar de su incipiente sobrepeso.

『다시 만나야 할 33 가지 이유 』 » GTOPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora