🔽Capitulo 34 - El Secreto🔽

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Mientras el grupo observaba a la bestia, Mat llegó junto con Antonio poniéndose al lado de ellos.

Mitchell: Sparta... ¿Que es esa cosa?

Sparta: Es... No tengo ni la más remota idea.

Raymond: Entonces, ¿porque reaccionas como si supieras?

Sparta: ¿Recuerdas que me mandaste a una mina hace unos días? ¡Eso! estaba allí.

Raymond observó a la criatura por un momento para luego agachar y sacudir la cabeza.

Raymond: Así que... Esto fue lo que los atacó...

Mat: Podemos hablar de eso en otro momento, ahora tenemos algo grande entre manos.

Antonio: Muy grande...

Mat dio la orden a los lepindungs cercanos de no acercarse y encargarse de las sombras de alrededor para que no estorbaran, así mismo el equipo de pelindungs empuñaron con fuerza sus armas preparándose para el combate.

Raymond: ¿Alguna sugerencia, Eze?

Sparta: Ninguna... Apenas luché con esta cosa y me mandó a volar, casi muero.

Raymond: No morir entonces, perfecto.

La bestia soltó un rugido potente a lo que el grupo se mantuvo en el lugar por poco, Raymond lanzó un hechizo de fuego a la bestia que al impactar hizo que retrocediera un poco como si le hubiera hecho bastante daño.

Mitchell: ¿Es débil al fuego?

Raymond: Digo, si estuvo mucho tiempo bajo tierra, terminas odiando este tipo de cosas.

La bestia cargó contra el grupo a lo que estos se movieron a los costados, menos Mat quien corrió entre las patas de la bestia para hacer un corte en el estómago de ella.

Mat: ¡Su piel es muy dura!

Mitchell: Supongo entonces que eso nos deja sólo con magia, Raymond tu encargate de cargar una buena ración de fuego, nosotros lo distraemos.

Raymond: Muy bien, yo me encargo.

Raymond se alejó del grupo para ponerse a recitar un hechizo mientras que Mitchell se aproximaba a Antonio y Sparta.

Mitchell: Antonio, necesito que coloques de tus trampas para inmovilizar esa cosa, Mat y yo nos encargaremos de que baje la guardia para el hechizo de Fuego y tu Sparta, cuando Raymond lancé su hechizo, ¿te ves capaz de hacer uno de esos tornados otra vez?

Sparta: Puedo intentarlo, no les prometo nada.

Al oírlo Mitchell se volteó a ver a Sparta seriamente, poniéndole una mano en su hombro.

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