Capitulo 8

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El placer de estar con Lauren Jauregui

POV. Camila

Nuestros labios aún están unidos en un beso insaciable y húmedo. Mi lengua, osada, busca la de ella mientras las respiraciones se hacen cada vez más irregulares. Lauren me pone en el suelo y, lentamente, la empujo hacia el sofá, haciéndola sentar en el mismo.

Yo estaba aquí en lo mío y tú fuiste a aparecer

Derramando estrellas sobre mi soledad

Yo sé, no quería ni de lejos conocer
A alguien para ilusionar de nuevo a mi corazón

Me coloco con las piernas abiertas sobre sus muslos, sintiendo sus manos subir y bajar por mi espalda. Apoyo las mías en su rostro, atrayendo su boca hacía mí, aprovechando para agarrar su labio inferior con mis dientes. Su olor, su piel y su sabor instigan mi deseo y recuerdo del día en que me acosté con Alessandro pensando en ella. Sin embargo, probarla en la realidad es mil veces mejor que en mis fantasías. Podría engañarme imaginando que mi falta de timidez es provocada por el alcohol, sin embargo tengo consciencia de que soy una mujer naturalmente desinhibida en momentos como este, sobre todo cuando la lujuria me domina, como sucede ahora. Deslizo mis dedos por debajo de su chaqueta y jadeo al sentir la textura de su piel. Bajo la prenda por sus hombros y brazos, experimentando la firmeza de sus músculos. Nuestras bocas solo se separan cuando jadeamos de deseo o necesitamos respirar.

Mis manos encuentran la parte baja de su blusa blanca y comienzo a subirla, ansiosa por ver sus bonitos pechos solo cubiertos por el sujetador y contemplar su torso desnudo.

-Calma...¿No crees...que estamos yendo demasiado...rápido, Camila?- pregunta suspirando, al mismo tiempo que agarra mis manos y yo deposito besos en su cuello.

No podrías surgir ahora
Ni deberías mirarme así
Alguna cosa dice que debería marcharme Y otra dice que te quiero solo para mí.

-¿Sinceramente? ¡No!- respondo, incisiva, librándome de su agarre.

- Necesito sentirte físicamente como ya lo he imaginado algunas veces - digo, sincera, y continúo por donde había parado, subiendo la blusa y exponiendo su barriga.

Pone aquella hermosa sonrisa que siempre me derrite y le sonrío de vuelta. Ahora, ella ya sabe que hace algún tiempo que vuela mi imaginación. Entre besos y sonrisas, consigo, finalmente, quitarle la vestimenta. Sus pechos son perfectos, simétricos, apretados y no resisto la tentación de tocarlos por debajo del tejido de algodón que los cubre parcialmente. Lauren echa la cabeza hacia atrás, entregándose a mis caricias y dejo al descubierto uno de los pezones, paso mis labios por él, sintiendo su suavidad a la vez que acaricio el otro bajo la lencería. Ella enrosca los dedos en mi cabello y alza mi mentón, haciéndome soltar el pezón que estaba agarrando, captura mi boca en otro beso arrebatador.

-¡Vamos a mi cuarto!- decreto, enlazando su cuello y ella, sorprendentemente, se levanta y me ato a su cadera, "abrazándola" con mis piernas.

Cuando me doy cuenta, ya estamos en mi dormitorio y la única luz que ilumina el ambiente es la de la luna, entrando por las puertas de cristal que conducen al pequeño balcón que hay en la habitación. Lauren me conduce hasta el borde de la cama y me deja en el suelo. Pasa sus manos por mis muslos, subiendo el vestido que llevo y alzo los brazos para ayudarla a librarse de él, experimentando un escalofrío en cada parte de mi cuerpo que sus dedos tocan. Percibo que su respiración se altera, cuando constata que solo llevo unas braguitas de encaje negro debajo del vestido. La abrazo, encajando mi cuerpo al de ella, viendo cómo mis rígidos pezones tocan su caliente piel. Encuentro la cremallera lateral de su falda y la bajo, notando cuando la prenda cae encima de nuestros pies. Ella usa unos bóxer femeninos blancos y su excitación es tan visible como palpable. No contengo el impulso y paso la mano de forma desvergonzada por la zona, percibiendo su rigidez al tacto. Jadea en respuesta y me atrae hacia ella, dejándome aún más excitada cuando sus labios saborean mi boca y descienden hasta mi cuello, marcando la piel con un rastro mojado, provocando que todo mi vello se erice. Ella gira, se sienta sobre las sábanas de seda que cubren el lecho, tira de mí y hace que yo quede de nuevo encima de sus piernas. Su lengua suave, cálida y húmeda juguetea con uno de mis pezones, mientras toca el otro pecho con sus largos y habilidosos dedos. Es inevitable no sentir su erección en el vértice de mis muslos, y la magia que su boca y manos hacen por mi cuerpo me está dejando cada vez más atontada.

La historia de Lauren Donde viven las historias. Descúbrelo ahora