CAPÍTULO 2

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Al llegar a un restaurante de estilo club social, nos sentamos en la parte trasera, en la última mesa que había, luego vino el mesero y ordenamos, José se sentó de tal manera en que todo su cuerpo se dirigía a mí

 —Espero que podamos llevarnos bien en esta etapa —dijo con una sonrisa en la cara

—Empezamos bien —sonreí apenada y mirándolo a los ojos

En la cena me contó sus experiencias cuando era niño, me hablo de su país y su familia, me preguntaba sobre mi vida y expresaba su admiración hacia mi carrera. Me sentía alagada, muchas personas me lo decían seguido y lo agradezco de todo corazón, pero viniendo de él se sentía diferente, no sé como explicarles mis emociones en ese momento, lo acababa de conocer y me agradaba bastante, pero es imposible querer a alguien en un primer encuentro, en una primera cita ¿Era esto una cita?

—Eres bastante divertida —soltó mientras cortaba un filete a trozos, yo comía un plato de spaghetti en salsa Alfredo que él mismo había recomendado, pues según su experiencia eran "los mejores que había probado"

—Tú también te ves divertido, me ha gustado mucho venir contigo —sonreí y continúe en mi plato. A lo largo de la cena seguimos conversando temas triviales, compartimos opiniones acerca de los chicos que habíamos escuchado en el programa y de la ilusión que nos causaba continuar en el proyecto.

Al terminar de comer, salimos del lugar y me llevó al hotel, no hizo comentarios ni noté alguna intención de pasar o algo como eso. Esa noche no pegué el ojo, no teníamos nada, no había pasado nada comprometedor, pero ¿Por qué generaba tantas dudas en mi? ¡Que talento!

Pasaron días y días de grabación en los que no pasaba nada fuera de lo común, incluso lo podría considerar un buen amigo, pero solo hasta que llegó el maldito 28 de Octubre.

28 de Octubre

Normalmente mi rutina empieza a las siete de la mañana, pero no, hoy no podía, me sentía devastada, las cosas con Armando no iban para nada bien, llevamos semanas discutiendo y esto no nos hace bien a ninguno de los dos y menos a nuestros hijos. Hoy no tenia ganas ni de levantarme de la cama, ni de hacer absolutamente nada, es difícil ir al tocador y ver que estoy destruida, me duele lo que está pasando, me rompe el corazón saber que estoy perdiendo en el amor, me duele pensar que desconozco a mi marido. Cuando por fin tuve ánimos de levantarme, fui directo a la regadera y lloraba, gritaba de impotencia de saber que estaba perdiendo ese amor por el hombre al que una vez vi perfecto, me sentía perdida, en medio de una amargura que ni siquiera puedo describir,  no tengo idea de cuanto tiempo tardé en el baño, pero sé que fueron más de dos horas, me logré desahogar como nunca, lloré, grité, pasaron mil ideas por mi mente, pero siempre pensé en mis hijos, después de todo ellos son una de mis únicas fuentes de alegría.

Al salir del baño me encontré con Armando sentado en la cama, un Armando neutro, sin expresión alguna en su rostro, caminé con la toalla puesta hacía el closet y simplemente me seguía con la mirada. Cuando entré al closet iba a cerrar la puerta y ahí estaba él, me miraba con rabia y no entendía absolutamente nada

 —Armando salte, deja que me cambie—Le dije tratando de calmarme, él lograba agotar mi paciencia y me hacia enojar en contados segundos 

—¿Qué?—gritó—¿Me estas diciendo que me salga? Gloria soy tu marido y puedo verte las veces que se me dé la gana —dijo poniéndose rojo de la furia

—Armando no me vengas con tus pendejadas, salte que me estoy vistiendo —respondí gritando también y dándole un empujón. Intente cerrar la puerta lo más rápido que pude, pero no alcance, Armando entró corriendo hecho una furia y gritó de nuevo

—Gloria no actúes de grosera conmigo —levantó su mano y en un segundo mi mundo se detuvo, no puedo creer que Armando me haga esto, no él, él es un hombre bueno... ja... mi mundo se estaba cayendo pedazo a pedazo y volvió a mi lo que hace mucho no sentía, miedo, sentía terror, desconocía a este hombre.

Cuando Armando levantó su mano, mis reflejos actuaron al instante lo que hizo que mi brazo actuara como escudo, pensé que me iba a lastimar, pero no, no lo hizo mi miró a los ojos, su rostro estaba rojo de la furia, pero sus cejas solo mostraban confusión, este no era mi marido, yo no conocia a este hombre — Lárgate —grité y él salió de la habitación. Cerré la puerta y me deje caer en el suelo, mi rostro estaba caliente de furia y a él solo lo adornaban lágrimas que escurrían como olas. No podía aguantar más esto, un día de estos con sus actitudes llegaría a lastimarme a mi o incluso a los niños y no podía dejar que eso sucediera. Me levanté una vez más, me vestí y me marché del lugar. No quería estar ahí, los niños se encontraban cada uno en su escuela, por lo que no tenía tanta preocupación.

Salí de casa, pedí un taxi e iba vagando por la ciudad, sin un rumbo fijo, hasta que a mí mente vino el rostro de José, sabía que no podía llegar sin avisar a su casa, pero en ese momento no pensaba, mi cabeza estaba caliente, tenía mis sentimientos a flor de piel y lo peor era que no tenia a nadie a quien acudir, así que le dije al conductor del taxi que me llevara a su departamento.

Pagué el taxi, baje y estaba al frente de su edificio, tenía nervios, pero me sentía de alguna forma vacía, tome el elevador y me dirigí a su piso, los pocos segundos que tardó en ascender el elevador fueron eternos pero en poco tiempo estaba frente a su puerta, toqué un par de veces

—Hola— dije con mi voz apagada y mis ojos llorosos.

Yo soy amor de verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora