CAPÍTULO 35

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Aparté mi rostro con cierta agresividad, pero ya era tarde. Ya había sucedido.

—Lo siento —dijo. Lo miré enojada y me levanté, me dirigí a mi habitación a zancadas, más confundida que nunca. Al llegar a la habitación no pude evitar sentirme fatal. Confundida, enojada, con un nudo que iba ascendiendo desde mi estómago hasta mi garganta. Me encontraba hecha un saco de nervios.

Tomé mi teléfono y le envié un text a Mildred, pues hasta el momento había sido la única enterada de todo y, también la única que probablemente me podría ayudar. Aviento el teléfono nuevamente sobre la cama y me tiró al piso, con mi cabeza en el borde de la cama esperando respuesta. Suelo tener la respuesta a mis problemas —o incluso trato de buscarla— yo sola, sin la ayuda de nadie y mucho menos su consejo. No me gustaba involucrar a nadie en mis cosas, pero, en este momento que más daba, sí ni yo misma sabia que estaba haciendo.

Luego de unos cuantos minutos, escuché un nublado sonido en la habitación. Salí de la ducha y tomé una toalla, y apresurada contesté el teléfono —Hola hermanita —saludó Mildred preocupada en el teléfono —en medio de un suspiro correspondí a su saludo —Hola hermanita —dije en un tono bajo, al mismo tiempo que me sentaba en el borde de la cama 

—¿Qué sucede? ¿Es de...? —hizo una pausa y se quedó callada unos segundos esperando una respuesta, que claramente no iba a recibir —Gloria, debes solucionar lo más pronto ese rollo, mírate cómo estás, debes pensar en ti también —apaciguó su voz y tímidamente asentí, tenía razón. No estaba pensando en lo absoluto en mí.

Continuamos con la llamada por algunos minutos que se convirtieron en horas, después de un rato finalizamos y me fui a la cama, con miles de ideas rondando mi cabeza para tomar una decisión.

—¡Terminamos por hoy! —gritó el instructor mientras nos aplaudía a los chicos y a mí. Habíamos terminado por fin de ajustar y coordinar todas las coreografías para la nueva gira. Tenía una sesión fotográfica en al menos unas ocho horas, por lo que me daba tiempo de regresar nuevamente a casa y descansar, tal vez comer algo al medio día junto a José o Rose. Volví a casa luego de ir a tomar un breaktime e ir a una cafetería con todo el equipo, pues culminábamos la parte más importante detrás de todo el nuevo proyecto. 

Luego de tomar una helada ducha me vestí con un conjunto púrpura para continuar con mi rutina de yoga del día. Hablé con José y quedamos en que vendría a casa a recogerme para luego salir a comer a algún lugar en el centro de la ciudad. Bajé al primer piso y me dirigí al jardín trasero, justo en frente de la alberca. Allí me quedé por un largo tiempo, descansando de todos. 

Eran más o menos las once menos diez de la mañana, por lo que el ardiente sol y el brillante cielo azul, tan perfecto y claro como el agua sin una nube abarrotaban la ciudad de luz. Sentada en la estera y con mis piernas cruzadas, regulaba el ritmo de mi respiración, alejaba todas los pensamientos y energías negativas de mi mente canalizando todas mis emociones y buscaba un descanso interior. Luego de algunos estiramientos y ejercicios, me recosté ahí y me quedé quieta, tranquila, sin ruido. Hasta que una dulce voz rozó mi oído e hizo que mis labios sonrieran por sí solos

—¿Interrumpo? —dijo José en mi oído, salí de mi mente y sonreí —Para nada —besé sus labios y lo abracé por la cintura —Llegaste a tiempo —besé nuevamente sus labios fundiéndolos en un calor abrazador, José me tomó de la cintura y me levanto hacía su cuerpo, continúo el beso hasta que nos quedamos sin aire. Agitado por la falta de aíre y la alta temperatura del día se deshace de su camiseta, lo invito a que se recueste en la estera que anteriormente estaba utilizando y continuamos besándonos. 

Vi sus ojos llenos de excitación, nuestros cuerpos sudados juntos encajando como un rompecabezas, subiendo y bajando sobre la estera. Tomó uno de mis glúteos para recorrerlo y estrujarlo con su mano, luego, continúo el recorrido subiendo sus manos a mis caderas empujándolas arriba y abajo con mayor facilidad. Poco a poco subía más y más hasta llegar a mis pechos y estrujarlos con fuerza.

Agitada por la cabalgata y el calor del sol, solté mi cola de caballo y la batí hacia los lados, cayendo perfectamente a lo largo de mi cintura hasta llegar al final de ella, me acerqué y deje un camino de besos por su pecho y cuello, para finalizar en sus labios causando que la excitación de José aumentara, hizo una maniobra con su cuerpo dejándome abajo nuevamente. Movía sus caderas haciendo círculos causando que mi lecho se empapara y soltara un fuerte gemido ahogado por mis dientes; aventó su cabeza hacía atrás triunfante del espectáculo que estaba generando en medio de nosotros. Luego de unos minutos llegamos a la punta del éxtasis causando una sensación de fuego en nuestro pecho y tórax.

Tirados en el borde de la alberca, una vez más nos entregábamos completos el uno al otro, dejando de lado el desorden que nos envolvía y mostrando a plenitud que el amor es más fuerte que cualquier combate

—Podríamos estar así por el resto de nuestras vidas— dijo José mirando a mis ojos

—Juntos, es lo único que pido mi amor— respondí

José recogió su traje de baño y me acercó mi top morado para cubrirme

—Tomaré una ducha y vuelvo, ¿okey?— dejó un suave beso en mis labios, y entró a la casa

Me vestí con la poca ropa que tenía anteriormente y continúe con el intento de terminar mi clase de yoga. Pero no podía, seguía pensando en lo que había pasado y toda la magia que habíamos sentido. Recogí el tapete y con una manquera lo regué con un poco de agua para retirar el sudor que había quedado en él, lo puse sobre una silla en frente y fui hacía la puerta, para yo tomar un baño

—¿Adonde vas?— dijo José al abrir la puerta

—También iba a por una ducha

—Vamos a la alberca y ahorita entras

—No quiero— protesté con ternura, al mismo tiempo que me tomaba de la cintura y me cargaba en sus hombros

—Bájame, no me vayas aventar, entraré, pero deja me cambio ¿Si?

—Esta bien— volcó los ojos

—No me tardo

Fui hacía la habitación y tomé el traje de baño de estampado azul que tenía hilos blancos en las tiritas, algo sencillo para estar en casa. Baje de nuevo a la piscina sin más nada encima y busqué a José con la mirada mientras me recostaba en el marco de vidrio de la puerta; estaba sentado en el borde del jacuzzi con las pantorrillas dentro del agua, su torso desnudo y moreno brillaba con la luz del sol. Cuando levantó su mirada hacia mi sonrió y se acerco, me rodeo con sus brazos y dejo un beso en mi cuello.

—Eres perfecta

—Tú no te quedas atrás— dije riendo y dando un beso largo en sus labios

—Ahora si, vamos

Entró a la alberca por la parte baja, en donde el agua daba justo en sus pectorales, mientras yo me sentaba con delicadeza en el borde de la pileta, di otro beso y él me tomó de los muslos, tiró de mi cuerpo haciendo que este entrara completamente en el agua, rodee su cintura con mis muslos y volví a dar otro beso, este más apasionado e intenso que el anterior, José por su parte, apretó fuertemente mis glúteos con sus manos, dio media vuelta y se recostó en el borde sin retirar ni un momento sus labios de los míos, luego empezó a bajar a la línea de mis pechos hasta donde llegaba el agua, retiró la tira del traje de baño y dejo besos por todo mi cuello, hombros y detrás de mis orejas causando que me estremeciera. Tiré de su cabello con brusquedad y subí un poco más mis piernas llegando casi a sus pectorales, el seguía dando besos en mis senos, bajando casi a mis costillas, me encontraba totalmente excitada, sólo con sus besos y unas cuantas maniobras de sus dedos en mi cuerpo logró generar una lluvia de sensaciones placenteras dentro de mí. Cuando pasaron unos minutos bajamos la intensidad del momento y jugamos un poco en el agua, tomamos flotadores e hicimos guerras en el agua.

Después de un rato, fui a la cocina y saque unas cervezas que habían en la heladera y las lleve a donde estábamos, José mientras tanto, ordenaba la comida por teléfono. 

Yo soy amor de verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora