CAPÍTULO 7

137 11 0
                                    

Después de subirnos a varias atracciones y gritar de emoción fuimos por unas palomitas. Al llegar al puesto, el tendero, se quedó mirándonos y después de darnos nuestro pedido dijo

—Ustedes se me hacen conocidos— José y yo nos miramos fijamente sin decir palabra alguna

—Más tu morena, ¿Cómo te llamas?— dijo poniendo cara de pensativo, se suponía que nadie debía vernos y aquí estábamos, inventando quienes éramos

 —¿Yo?— dije riendo nerviosa —Me llamo Luisa— dije apretando el brazo de José avisando que nos fuéramos

—¿Cuanto es?— dijo José cambiando rápidamente de tema. El señor se quedó mirándonos, pagamos y salimos corriendo de ahí 

—Oye creo que es mejor que nos vayamos, en cualquier momento pueden vernos, además el parque está por cerrar— Dije un poco preocupada, no quería que nadie se enterara, los chismes vuelan aquí 

—Vamos— dijo José, tomando mi mano.

Cuando subimos al auto, arrancamos a toda velocidad del lugar, José entendía todo lo que pasaba y era obvio que debíamos cuidarnos en rumores y más en como está mi situación con Armando. Luego de unos minutos llegamos al departamento de José, me invitó a pasar ya que eran altas horas de la noche, no pensaba quedarme en su casa y menos después de pensar en lo que pasó la ultima vez que estuve aquí

—Pasa— dijo abriendo la puerta, había cambiado el lugar de los muebles, el departamento estaba frío y olía a una especie de aromatizante de ¿Lavanda?

—¿Tienes hambre?— dijo cuando me senté en el mini bar de la cocina

—Un poco ¿Cocinamos?— dije poniendo una sonrisa en mi rostro y jugando con una servilleta que estaba sobre el mesón 

—¿Qué quieres comer, bonita?— dijo poniéndose en frente mío, ya me acostumbraba a que me dijera así, además de que no sonaba para nada mal 

—Unos al pastor— le dije poniendo cara de antojo, cuanto amaba esos tacos. José soltó una burla y dijo 

—Pero enséñame a hacerlos, para que queden como te gustan— dijo riéndose 

—A ver— dije riendo y volteando los ojos.

José sacó la carne del refrigerador, y mientras tanto yo hice empecé a cortar la cebolla. Empezamos a cocinar y fui explicándole como se hacían 

—No le eches tanto— dije riéndome, a este paso no íbamos a cenar nada

—Espérate tantito— dijo riéndose y echándole de todo a la carne, después de un rato ya estaba cociéndose en la cocina todo, fuimos al salón principal y nos sentamos sobre el mueble a ver una película

—Pon esa— le dije haciendo un puchero, era una comedia romántica

—Noo, no sé ni porque esto está aquí— dijo riendo y haciendo cara de asco

 —Ay ponla— continúe actuando como niña chiquita

—Está bien, solo por esa carita bonita— dijo dándome un tierno golpecito en la nariz con su índice 

—Sii— dije riéndome fuertemente. 

José se acomodó en el mueble y yo me senté a su lado, luego de unos quince minutos empecé a llorar por la película, eran tan tiernos esos dos chavitos enamorados, José se dio cuenta de lo que estaba pasando y me abrazó 

—¡¿Estas llorando por la película?!— dijo entre risas 

—Oyee— dije pegándole un puño en el brazo -No ves que está bien bonita- dije haciendo puchero y riéndome al tiempo 

—Pero no llores, que no me gusta verte así— dijo limpiando mis lagrimas, tomo mi rostro entre sus dos manos y comenzó a besarme. Correspondí al beso ya que me sentía segura con él, en lo poco que habíamos compartido me había demostrado el cariño que hace mucho no sentía, me hacía feliz de verdad, que más daba el mundo y lo que pensara la gente, el era con quien quería estar. Sentía que me estaba enamorando de aquel joven muchacho. 

Cuando me besó sentí sus labios cálidos, experimente sensaciones que en mucho tiempo no sentía, su cálida lengua trazaba una línea entre dos mundos, me separé de su boca y lo mire a los ojos

—Sabes que estamos haciendo mal , ¿cierto?— dije a la vez que volvía a besarlo

—Gloria espera, ¿estás segura?— dijo mirándome serio

—Claro que estoy segura— dije soltando una pequeña risa. José me besó de nuevo, sus labios estaban suaves, cálidos, rosaditos, eran perfectos, me había besado una vez y ya estaba volviéndome adicta a ellos, simplemente me encantaban.

Continuamos viendo la película, cuando de repente me llegó un peculiar olor

—José, ¡la estufa!— dije carcajeándome de ver como salía corriendo hacía la cocina, me levanté del sillón y fui tras de él. Nuestros dichosos tacos se habían quemado. 

Llegamos a la cocina y no podíamos de la risa, ahora si que no teníamos que comer

—Tus taquitos— dijo poniendo una cara triste y haciendo un puchero 

—Mis taquitos— dije siguiendo sus pasos

 —Tengo una idea, vamos al super— grito como un niño 

—Joss son las dos de la mañana— dije señalando el reloj

 —No importa ahí uno 24horas a la vuelta, vamos, vamos ¿Si?— dijo saltando 

—Okey, pero me compras chuches— le dije sonriendo. 

Yo soy amor de verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora