CAPÍTULO 36

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Acababa de salir de la agencia en la cual me encontraba haciendo una sesión de fotos para mi próximo material, hace más o menos una semana que estaba de viaje en Miami, junto con José. Grabaría un videoclip esa misma semana y él se había ofrecido a hacerme compañía. 

—¿Ya estas lista Gloria? —dijo José al otro lado de la habitación, mientras que yo seguía en el cuarto de baño arreglando un poco mi pelo. 

La tensión que producía el reloj en mi nuca haciendo que el tiempo volase como un rayo y el sofocador clima de la ciudad originaba una presión en mi pecho llenando mi cuerpo de una brumador estrés. 

—Ya estoy por terminar —respondí fastidiada

Luego de vestirme con lo primero que encontré y salir corriendo del hotel, llegamos al estudio, el equipo ya estaba esperándome. José había optado por quedarse en la pensión, lo cual me causaba cierto alivio, pues no trabajaría igual teniendo sus ojos encima. 

Grabamos y escogimos junto con el director las tomas buenas, repetimos infinidad de veces otras e incluso cambiamos el lugar de grabación varias veces, las luces, la temática y la letra de la canción debían de quedar perfectas, por lo que surgían nuevos cambios cada segundo.

Al salir del estudio daban las once de la noche, todas esas horas no había hablado con José por el trabajo, sin embargo había leído algunos de los mensajes que tenía suyos 

—Iré por ti cuando acabes, te esperaré en el auto 

Salí del lugar con algunos de mis guaruras a mis espaldas, al ver la camioneta en medio del parking  corrí hacia ella y ordené que me dejaran ir sola. Al recorrer algunos de los estacionamientos me encontraba allí frente a la puerta del automóvil golpeando el vidrio para que me diera acceso, sin embargo, no había respuesta. Saqué el móvil de mi bolsa e hice varias llamadas a José, pero tampoco atendía, resolví volver al estudio y llamar algún chofer que me acercara de nuevo a la residencia, cuando en medio de la llamada aparece detrás mío 

—Te estaba buscando —dije un tanto enojada

—Perdona, no escuché el teléfono —respondió enrollando sus brazos por mi cintura

—¿Tampoco escuchaste que toque la ventana? 

—No —dijo con su cabeza en mi cuello

Subimos al auto y nos dirigimos al hotel, sentía mi cabeza pesada al igual que mi cuerpo y aún así el camino fuese corto, me quede dormida en unos cuantos minutos.

Llegamos al lobby del hotel y todo estaba en silencio, un gran candelabro iluminaba con una luz amarilla toda la sala, el tapiz que forraba las blancas paredes, brillaba con lindos detalles dorados. Un fajín se acercó a nosotros a preguntar si teníamos alguna duda o queríamos algo, ordenamos que llevaran a la habitación algunas cosas para cenar y subimos.

Retiré mis zapatos y me recosté en la cama aún con la ropa de trabajo mientras llegaban las cosas, tomé mi teléfono y le envíe algunos mensajes a Mildred quien se encontraba en MacAllen; arreglamos una cita y nos veríamos al anochecer del otro día.

José se recostó a mi lado aún encima de las sabanas y me envolvió con sus brazos, luego comenzó a besar mi cabeza, mis cienes y dejó besos regados por todo mi rostro hasta llegar a mis labios. Sonreí y continué su juego de besos haciendo lo mismo

—Te amo mi amor —vi sus destellantes ojos café y no pude evitar sonreír —Yo también te amo mi cielo —.

El mar de sensaciones que José generaba en mi hacía que mi corazón diera un vuelco total a su lado, él despertaba la mujer que llevaba dentro, despertaba cada fibra de mi ser y eso me dejaba al descubierto ante un mar de sentimientos, deseo, felicidad, emoción, confusión y también miedo. Miedo a entregarme de nuevo por completo, miedo a quemarme entre tanto fuego; y esto, desde luego, no lo tuve en cuenta. 

Lo que José me hacía sentir sin duda era excepcional, magnifico y lograba que me sintiera llena de afecto, me sentía realmente amada, sin mencionar sus dulces besos y sus suaves manos acariciando cada rincón de mi piel con su suave contacto 

Después de estar acurrucados en la cama por un tiempo tocaron la habitación anunciando que l comida estaba esperando en la puerta, José se levantó y salió de la habitación, mientras tanto yo estaba cambiándome por el pijama para luego ir a dormir. Compartimos una cena más juntos, riendo con un poco de música de fondo tocando para nosotros 

—¿Sabes algo? —José hizo una pausa y yo levanté la mirada del plato 

—No podría pedir mejor compañía que estar a tu lado, para siempre, no hay noches más perfectas que las que he pasado a tu lado y es evidente que mi alma me pide a gritos más noches así, contigo —sonreí a su declaración y tome con delicadeza sus manos, entrelazando nuestros dedos y dejándolas sobre el comedor

—José, mi amor —dejé caer con delicadeza mi rostro para un lado y sonreí nuevamente —Sin ti no sé quien seria en este momento, como lo has notado han habido demasiados obstáculos en el camino y sin embargo, aquí estamos, uno junto al otro, luchando por este amor, así que no me pidas una noche más, porque ya las tienes todas —José beso mis pequeñas manos y luego mis labios

Luego de cenar fuimos a la cama, abrazados como si fuésemos dos niños asustados, dos enamorados entregándose por completo. José Besó mis labios y cuello con ternura y fuego a la vez, haciendo que una llama creciente se encendiera en mi abdomen, me hizo reír una vez más y con nuestros cuerpos unidos bailamos al compás del deseo y la sensualidad que nos causábamos recíprocamente; disfrutamos la llama del momento como siempre lo hicimos, dejamos en nuestros cuerpos huellas que quedaron marcadas y no serán olvidadas e hicimos el amor hasta que quedamos dormidos. 

Al despertar arreglé nuevamente el equipaje para volver a casa, fuimos a caminar temprano por la ciudad junto a José para "despedirnos" del lugar, con la promesa de que vendríamos juntos en un futuro no lejano. Al medio día tomamos el vuelo y llegamos casi al final de la tardea MacAllen, allí nos separamos José y yo, él fue a su departamento y yo fui a visitar a Mildred, mi hermana, quien se encontraba en su casa de campo.

—¡Cuánto tiempo Yoyis! —río Mildred al verme, pues habían pasado solo algunas semanas desde mi visita a Monterrey

Entramos a su hogar, una casa de dos plantas con grandes ventanas que daban vista a un hermosa bosque en el norte de la ciudad. Tomamos asiento, mientras bebíamos dos tazas de té con bocadillos y snacks que había preparado para mi visita 

—¿Por qué estabas tan preocupada? Me angustió tu text —cuestionó Mildred tomando una galleta del plato

—Ya sabes, lo de siempre —volteé mi rostro hacía una de las ventanas esquivando la mirada de mi hermana

—¿No decides nada aún? —Negué con mi cabeza —Gloria, por eso mismo es que no estas tranquila, estás engañándote a ti misma ¡Debes tomar las riendas del asunto! —Asentí con la mirada aún perdida, mi mente se encontraba en las nubes recitando una y otra vez sus palabras, porque en lo más profundo de mí, sabía que era cierto.

 Desperté de mi estado de trance al sentir vibrar mi teléfono, lo busqué en mi chamarra y luego en mi bolsa con desesperación pero ¡Dónde se había metido! no lo encontraba por ninguna parte, hasta que luego de unos segundos le di vuelta al bolso y lo encontré

—¿Bueno? —respondí con afán al abogado, necesitaba una respuesta urgente acerca del divorcio

—Démosle continuidad —dije.















Yo soy amor de verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora