Capitulo 16: Un diario

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Increíblemente salí de la casa con Alessandro con una amenaza directa y la memoria taladrándome la cabeza. Subí a Alessandro al coche y luego subirme, ambos nos quedamos callados y no pude evitar sentir rabia, impotencia e indignación.

— No te pedí que hicieras esto. Has complicado todo. No soy tu mujer, no tienes que defenderme. De paso estás tomando. No te reconozco.

— Tampoco yo — Respondió

— No quiero que te metas más en mis asuntos Alessandro. Tú y yo..., quiero que te quede claro una cosa, tú y yo no estaremos juntos.

Él me miró y descolocado argumentó.

— Dijiste que solo necesitabas tiempo.

— Ya tuve suficiente tiempo. Me engañaste y no se si pueda vivir con eso. No se si pueda creer que me amas y que no vas a querer vengarte.

Frustrado golpeó la puerta del coche con enojo.

— ¿Sigues con lo mismo? ¡Te he demostrado de mil formas que me he enamorado de ti maldita sea! Estoy dispuesto a lo que sea por ti, ¿vivo como un imbécil detrás de ti y aún dudas?

Conduje a toda velocidad con lágrimas en los ojos y la inseguridad a flor de piel. No solo era el dolor, el miedo a ser menos, a que una mujer sin problemas y sin el infierno de vida que tenía se acercara me atormentaba. Una mujer como aquella que estaba con él en su oficina. Entre hipos conteste.

— No es sano, ¡No lo es!

— Yo te perdoné la muerte de Caterina, perdoné el dolor más grande que he tenido en mi jodida vida por ti, por tu amor.

— Claro, después de vengarte. Después de hacerme sentir el dolor de perder a quien amo. 

Con hastío me miró y entre la ebriedad y el enojo contestó con desinterés.

— ¿Sabes que? ¿Quieres que me olvide de ti? Bien, es lo que tendrás maldita sea. ¡Es lo que tendrás!

Si fuera fácil borrar la memoria, si fuera fácil dejar de amar, dejar de extrañar creo que mi vida fuera muy distinta. No respondí porque no se si eso era lo que quería. Solo quería que me amara, pero quería creerlo y aún no lo lograba. Lo llevé a su casa y apenas podía caminar entre golpes y la ebriedad. Lo dejé tumbado en el sofá y debía irme pero estaba en su casa, estaba allí y siempre sentí que esa casa tenía respuestas a mis preguntas. Las debía de tener y yo necesitaba algo más que solo un "te amo" de su parte. Esperaba un hijo de un hombre que no conocía, un hombre que era un misterio, un enigma para mi. No podía desaprovechar ese momento por nada del mundo. Subí sigilosa las escaleras y subí a su habitación. Todo estaba pulcramente ordenado a excepción de unas hojas de papel sobre la cama. Habían unas rotas y otras arrugadas en bolitas de papel. Agarré las bolitas y todas comenzaban con "Alicia" sonreí, aquellas hojas de papel contenían intentos de cartas donde él escribía su frustración, decía amarme pero no sabía demostrarlo. Hablaba de sus miedos, tenía miedo de perderme, miedo de que descubriera cómo era él. Eso me alarmó un poco y pensé.

¿Qué  más podría esconder, que la muerte de su esposa?

Miré a mi alrededor y todo era demasiado pulcro para provenir de un hombre. No me había dado cuenta de muchos detalles como la extrema organización que tenía con sus cosas. Pero lo más inaudito era que no me había percatado de una tercera puerta en aquella habitación. Caminé hacia ella pensando que era un armario o quizá una pequeña oficina pero me quedé perpleja al entrar. Frente a mis ojos había una faceta de Alessandro que yo jamás imaginé en él. Era caliente, era muy sensual y lujuriosamente semental en la cama pero no creí que al nivel de tener aquel espacio. Todo igualmente estaba pulcramente limpio y la sensación era de lujuria y misterio. Había una enorme cama súper extraña. Era hueca en la parte de abajo con barrotes de acero y un colchón cómodo y suave a la vista. En la parte de arriba había otro colchón pero un poco más grueso con aditamentos para lo que parecía atar o amarrar muñecas. De los barrotes superiores colgaban unas cadenas que parecían no haberse usado en mucho tiempo. Aquella cama estaba diseñada para inmovilizar a una persona y nunca había visto algo igual. Me sentía tonta porque era obvio que todo aquello eran artilugios sexuales pero de los cuales no tenía idea de qué o para qué servían. Aquello había sido otro golpe; creía conocer a Alessandro pero resultaba que no. Le gustaban prácticas sexuales exóticas y nunca me hizo partícipe de ellas. Estar allí me provocó una sensación de inferioridad que no había sentido nunca con él. Bajé nuevamente a la sala de estar y aún dormía. Había millones de cosas que nos separaban, habían mentiras, engaños, secretos. Quería comenzar de cero pero encontraba siempre una piedra en el camino. Me senté a su lado para observar su rostro. A pesar de los golpes y los moretones seguía viéndose hermoso. Besé sus labios y susurré melancólica.

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