Estaba empapada, la ropa comenzó a ganar volumen y la lluvia había terminado por mojar todo mi cabello. Alessandro en medio de aquella lluvia quería seguir reteniéndome a la fuerza y yo solo quería que me soltara de una puñetera vez. Los celos me habían ganado, pensé que podría controlarme pero era algo más fuerte que mi razón y autocontrol.
— ¿Quieres golpearme? ¡Hazlo! ¡Pero me vas a escuchar maldita sea — Vociferó
— ¡Que te escuche tu madre! ¡Que me sueltes!
Agarró mis brazos y el enojo ya estaba pasando a otro nivel. En ese instante sentía que lo odiaba. No quería verlo ni tenerlo cerca por mentiroso. Lo fulminé con la mirada y los insultos comenzaron a aflorar por sí solos.
— ¡No quiero escuchar más mentiras! Eres un jodido mentiroso, poco hombre y despreciable. Eso es lo que eres.
— ¡Ya deja de comportarte como una niña! ¡Madura maldita sea! Vienes y me haces estos numeritos pero bien que te aguantas las golpizas que te pone el imbécil de tu marido. Eres una hipócrita, eso es lo que eres.
Odiándolo aún más contesté
— ¿Hacerte numeritos? El especialista en hacer numeritos eres tú. Deja de joderme la vida y desaparecete, no me importa lo que pueda pasar contigo. Me ha quedado más que claro la clase de hombre que eres. Juras amor y luego te consuelas con otra.
Alessandro me miró con aún más enojo del que yo tenía y hastiado, enojado y frustrado me sujetó con fuerza para que no pudiera escapar de su agarre. Me hizo mirarlo y sus ojos me acusaban.
— Yo también sé la clase de mujer que eres tú. Juegas con dos hombres al mismo tiempo, rompes una amistad, te escondes detrás de una "confusión" solo para estar con los dos y a la vez con ninguno. Yo he cometido un error y lo he aceptado pero tú..., tú te crees la única víctima aquí. ¡Pues no lo eres carajo! Ya basta de victimizarte porque no eres la única víctima aquí.
— ¡Suéltame! Me importa muy poco lo que pienses de mi imbécil, puedes ir a follartela de paso si quieres. Eso si es que ya no lo has hecho.
— ¿Que te importa con quien folle? Eso a ti, no te importa. Al igual que tú te metes en la cama con mi mejor amigo, yo puedo hacer lo mismo. No iba a estar rogándote toda la vida.
Sus palabras me ofendieron muy en lo profundo. El creía que me había acostado con Salvatore y apenas nos habíamos besado y por error. Lo miré con indignación, con desilusión y volví a darle un guantazo esta vez sin estar dispuesta a seguir escuchando sus insultos.
— Vete al diablo Alessandro, te odio.
— Odias que te diga la verdad, pero alguien te lo tenía que decir en la cara. Estuve dispuesto a enmendar mis errores, te busqué, te pedí perdón por lo que te hice en cambio tú, ¿Tú has pedido perdón por haber matado a mi mujer y mi hijo? Nunca te he escuchado arrepentirte de ser una borracha irresponsable. Ah no, pero es que ella es la pobre víctima en todo esto. ¡Estás loca!
— Si..., debí de haber estado loca para meterme contigo. Mi vida era un infierno pero desde que apareciste tú lo es peor. Debí estar demente para creer en tus palabras. Debí estar imbécil para caer en tu cama y dejarme embarazar. Gracias a ti, me he secado por dentro infeliz. Por tu culpa, ya no siento nada. ¿Pedirte perdón? Te has cobrado con creces todo, me has destruido, y sigues haciéndolo. Lárgate, desaparecete.
Volvió a agarrarme por la cintura y yo luché por soltarme pero solo conseguí que me sujetara aún más fuerte. Estaba oscuro, apenas podía verlo pero me bastaba con escuchar su voz como un látigo una y otra vez sobre mi corazón.
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La Teoría Del Perdón
RomanceAlicia no volvió a ser la misma tras leer aquella carta. Había quedado destruída y condenada a regresar a una vida llena de amargura y maltrato. Quería olvidar, pretendía seguir su vida como si Alessandro no hubiera parecido nunca y se había resign...