Capitulo 4: Algo inexplicable

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Desperté abruptamente. Estaba sudando y sentía el corazón rebotar en mi pecho. No dejaba de tener pesadillas, de soñar con Alessandro y aquellas palabras hirientes. Pero no había pesadilla más grande que despertar y ver a mi costado Ryan dormir plácidamente. Sigilosamente me levanté de la cama y cuidando de no hacer ruido bajé las escaleras hasta el jardín. Quería aire fresco, necesitaba sentir los rayos del sol para comprobar que aún estaba viva, que la piel reaccionaba al calor y mis pulmones se llenaban de aire al respirar. Estaba viva, pero estaba muerta. Mi corazón latía, pero no latía. Todo en mi vida era a medias desde que Alessandro se había ido de mi lado. Con la voz suave y cuidando no asustarme, Rosa se acercó y anunció la visita de Sandra. No quería que me viera así; no quería verme frágil y mucho menos destruida por amor. Acepté recibirla en el jardín y busqué en mi repertorio de máscaras la más fría y escueta posible para ocultar mi dolor. Sandra entró y rápidamente se abalanzó sobre mí abrazándome y pude sentir su pena y lástima. Eso era lo que causaba en las personas, lástima.

— Amiga, ¿porque no me has contado? ¿Por qué no me buscaste? Es horrible lo que te ha ocurrido. Soy tu mejor amiga y estoy aquí para ti.

Encogí los hombros y mirando hacia el jardín con la mirada decaída y los pensamientos sirviendo de verdugos, contesté.

— Estoy bien, solo quería estar sola un tiempo. Pero ya estoy bien, todo sigue igual.

— A mi no puedes mentirme y lo sabes. Eso de hacerte la fuerte no va conmigo. Dime, ¿qué ocurrió? Porque estás aquí y no estás lejos con Alessandro.

Sentía la necesidad de llorar, quería gritar, quería derramar lágrimas hasta deshidratarme pero no surgían. La amargura las había secado por completo. Gradualmente mi interior se estaba transformando en un desierto donde el amor no sobrevivía y la soledad y el desamor echaban raíces. Es cierto, no podía mentirle pero tampoco quería su compasión ni la de nadie. Con gelidez respondí casi sin reacción alguna.

— Ocurrió qué..., ocurrió que me enamoré de una ilusión. Me enamoré de una vida que no existía, me enamoré de un hombre que tampoco existe. Deje volar el corazón y regresó sin alas.

— No entiendo nada Alicia.

— Alessandro Franceschini nunca me amó, nunca se enamoró de mi. Todo lo contrario, me odia porque cree que maté a su esposa y su bebé. Se vengó de mí y de la peor manera, me ha dejado vacía. Pero eso no es lo peor de todo. Tenías razón, estoy embarazada; embarazada de un hombre para el cual sólo signifique una venganza, una vez la cumplió se fue sin compasión alguna.

Sandra me miró y pensé que se escandalizaría pero no. Se comportó como si esperara aquella respuesta. Ella era la única persona en este mundo que realmente le importaba lo que me ocurriera y era la única que con sus consejos hacía que mi vida fuera más manejable. Suspiró y comentó sintiendo algo de confusión en todo aquello.

— A veces en la vida nos tocan pruebas difíciles de superar. Unas son más crueles que otras pero aún así está de nosotros si retirarnos o superarlas.

— No entiendo

— Tu tenias una prueba y él tenía otra. La diferencia entre los dos es que tú la superaste y él no.

Poniendo los ojos en blanco reprobé lo que dijo.

— Ay Sandra por favor no vengas con tus cosas místicas. La vida real es muy distinta a tus cartas. Me dijiste que sería feliz, que aparecería un hombre que me amara y solo apareció un hombre que fingió amor para hacerme daño.

Asintió con la cabeza despreocupada

— Si, te dije que un hombre aparecería un hombre que te amaría y te enseñaría lo que era el amor pero también sería ese mismo hombre quien te haría sufrir. Está pasando. Muchas veces te lo dije, que no confiaras completamente en él, que tuvieras cuidado.

La Teoría Del Perdón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora