Días después
No dejaba de mirar sus ojitos. Era tan hermosa, tan pequeñita, era..., era simplemente perfecta. Parecía un angelito caído del cielo. Podía verla dormir horas sin aburrirme. La amamantaba mientras me mecía suavemente en la mecedora junto a la vista mañanera de Manhattan en una habitación que habíamos habilitado para Sofía en aquel penthouse. Estaba un tanto desorientada. No tenía idea de cuándo volver a Madrid y realmente no sabía si volviera aunque siendo sensatos mi vida estaba en España. A pesar de que mi pequeña estaba con nosotros y todo iba relativamente bien, estábamos como en una burbuja que cualquier alfiler la haría reventar. Habían muchas cosas que aclarar y otras me intrigaban más de lo que podía admitir. El saber que Alessandro intentó estar con otra mujer ya no me provocaba celos, más bien intriga. Intentaba evitar a toda costa el tema y cuando era inevitable y lo hablaba, había algo que no terminaba de encajar del todo. Según él intentó estar con otra mujer para olvidarme, pero pudo haberlo hecho mucho antes y no lo había hecho. Comenzaba a creer que había algo escondido detrás de lo qué pasó esa noche y el prefiere que crea que solo intentó tener sexo por error a admitir algo más profundo. Ahora que lo tenía más cerca, más presente había cosas que notaba un tanto atípicas o quizá nunca les presté atención. Había respetado el que durmiéramos separados por un tiempo pero en las mañanas procuraba despertar antes que yo y eso..., me parecía un tanto extraño. Era lunes y desperté las siete de la mañana para lactar a mi bebita y tenerlo cerca me daba curiosidad, deseaba al menos verlo dormir. Al terminar de amamantar a Sofía la dejé en la cuna. Salí de la habitación sigilosa y para mi extraña sorpresa aún estaba en su habitación. Su abrigo y sus llaves estaban al costado de la puerta. En puntitas caminé hasta su habitación y entrando con el corazón al punto de la arritmia cerré la puerta con sumo silencio. ¡Joder! Dormía como había venido a este mundo, sin nada que lo cubriera. Solo una porción de sábana cubría sus nalgas y parte de sus muslos. Verlo desnudo ánimo al clítoris a palpitar ninfomanamente. «Alicia..., la cuarentena» me repetía una y otra vez. Pero no me creía capaz de aguantar cuarenta días sin sexo y mucho menos teniéndolo tan cerca. Nada más de ver ese culo, la polla gruesa y semental que se cargaba, no podía pensar juiciosamente. En puntitas me acerqué a su mesa de noche; unos frascos de medicamentos me llamaron la atención. Estaban prescritos a su nombre «Natalizumab» era uno de los nombres sobre la etiqueta. Hubiera tenido suerte si supiera de fármacos pero apenas sabía el nombre de los míos. No tenía que ser una genio para saber que si tomaba medicamentos alguna dolencia tenía. Junto a los fármacos estaba su móvil y pues, no se si curiosidad o inseguridad pero terminé agarrándolo. Entré a la bandeja de mensajes y busqué alguna conversación con Carla. Con el nervio que despertara y me pillara husmeando, comencé a leer mensajes de hace unos días atrás rápidamente.
Carla a las 3:00pm
¿Cómo te sientes?
Alessandro a las 3:07pm
Mejor, gracias.
Carla a las 3:10pm
No me mientas. Te veías mal ayer. Debes ir a consultarlo.
Alessandro a las 3:20pm
Hay dolores más intensos que el de articulaciones. Pero no tienes que preocuparte por mi. No debiste venir, en España tienes tu trabajo.
Carla a las 3:30pm
Sabes que eres muy importante para mí Alessandro. No te dejaré solo.
Sentí a Alessandro moverse y creo que por poco escupo el corazón del susto. Me quedé inmóvil y luego volví a leer mensajes pero esta vez eran de la noche anterior.
Carla a las 6:30pm
Alessandro, por favor hablemos. No puedes permitir que ella vuelva a jugar contigo. Puede volver a irse.
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La Teoría Del Perdón
RomanceAlicia no volvió a ser la misma tras leer aquella carta. Había quedado destruída y condenada a regresar a una vida llena de amargura y maltrato. Quería olvidar, pretendía seguir su vida como si Alessandro no hubiera parecido nunca y se había resign...