Capitulo 25: Extraña declaración de amor

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Sus ojos estaban rojos, sus manos temblaban y su piel estaba fría. Estaba en ese estado en el que necesitaba otra dosis para poder funcionar. Agarré su bolso y literalmente parecía una jodida farmacia: Valium, Oxicodona, Xanax, Percocet, Codeína, Citalopram, y tenía hasta morfina. Me llevé las manos a la cabeza horrorizada. Era como si no tuviera más en mi jodida vida como para tener que lidiar con esto también. Intentó quitarme la bolsa y rápidamente grite.

— ¡No! Me vas explicar ahora mismo de donde cojones has sacado todo esto.

— ¡Dame la bolsa!

— Te dije que no. Responde

Volvió a intentar quitármela y hastiada bajé del coche caminé hasta la valla de seguridad y justo del otro lado había un barranco. Lance todos los botes al vacío y fue como si le hubiera lanzado la vida a ese Barranco. Gritó, lloró e incluso me insultó. Estaba fuera de sus cabales y había comenzado a asustarme. Lo primero que se me ocurrió fue llamar a Salvatore para que me ayudara a estabilizarla y por suerte estaba cerca de aquel lugar. Tardó unos diez minutos en ir por nosotras; vio mi blusa manchada de sangre y ya pudo imaginarse que había pasado algo grande y muy serio. Aitana al ver a Salvatore y bajo los efectos de la abstinencia a alguna de todas esas drogas que se metía lo miró y gritó.

— ¡Tu lárgate! ¡No te quiero ver! ¡Que se larguen los dos! ¡Déjenme en paz! ¡Es mi jodida vida! No tienen derecho a meterse en ella.

— Solo quiero ayudarte Aitana — Afirmó Salvatore

— No..., no me quieres ayudar a mi. Quieres ayudarla a ella porque aún sigues enamorado de la mujer de tu mejor amigo. Dime una cosa, ¿No te da pena?

— Aitana basta, no sabes lo que dices. — Intervine apenada.

— ¡No! Si se lo que digo, y para mi desgracia también pienso y recuerdo. Esa es la razón por la cual este hombre está aquí. Porque pueden pasar un desfile de mujeres frente a él pero él quiere follarse la de su amigo. ¡Piérdete! ¡No quiero verte!

Salvatore no entendía la agresividad de Aitana contra él pero yo sí que la entendía. Hasta cierto punto me sentía culpable de su frustración. Amaba a un hombre que me amaba a mi pero yo amaba a otro. Así de absurda e injusta es la vida. Amaba un hombre que le llevaba unos diez años y quizá no la vería con los ojos que ella deseaba. Eso la frustraba aún más; pero lo que vi aquella tarde fue el amor comenzando a convertirse en rechazo y desprecio. Una táctica de defensa del mismo corazón contra amores imposibles o no correspondidos. Ella me miró y airada dijo.

— ¿Quieres saber porque me drogo hasta perder la conciencia? Lo hago para no tener que cargar con la mierda de vida que llevo. La Valium comencé a tomarla para calmar la ansiedad que me daba escuchar el pomo de la puerta abrirse a las tres de la mañana. Luego la Xanax y la Percocet me ayudaron bastante a irme de este mundo cada vez que tenía que jugar a ser mujer de tu marido.  Pero si solo fuera sexo estaría bien, tenía que recibir palizas igualmente. Algunas eran tan fuertes que solo la codeína o la morfina lograban que el dolor no fuera insoportable.

Sintiendo un inmenso vacío y dolor por ella tragué saliva y repliqué quebrantada.

— Necesitas ayuda Aitana. Estás adicta a esas píldoras. Te prometo que él comenzará a pagar pronto por lo que te hizo.

Ella vaciló. Carcajeó como si lo que le hubiera dicho fuese una burla o algo inverosímil que no pasaría. Cruzó sus brazos y aún podía ver cómo temblaba y sus palabras se enredaban.

— Solo necesito que me dejes en paz. Y que este se largue.

— No seas grosera, él solo quiere ayudar.

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