Clavé fuertemente mis uñas en la almohada sintiendo como la rabia bullía en mi corazón. Aún podía sentir sus manos asquerosas manoseándome, su polla entrar con violencia en mi vagina causando un gran dolor y sobre todo recordar su grotesco rostro me mataba de ira. Escuchaba sus ronquidos mientras yo en silencio derramaba lágrimas odiando el ser mujer y odiando el sexo. Jamás pensé que algo que disfruté tanto con Alessandro, había comenzado a odiar y detestarlo tanto. Me levanté sigilosa y salí de la habitación cegada por el odio y la repugnancia que me daba seguir a su lado, por mi mente pasó una idea trágica pero que era como único veía la forma de zafarme de él. Con lágrimas secas y otras aún húmedas fui a la cocina y abriendo una de las gavetas vi en perfecto orden y afilados los cuchillos de cocina. Sentía que moría ahogada mientras él viviera. Ya no me creía capaz de soportar sus abusos, sus violaciones y mucho menos su tiranía. Agarré uno de los cuchillos por el mango y no tenía claro lo que quería hacer, solo sabía que quería terminar con todo de una buena vez. Apreté tan fuerte los dientes que podía sentir un leve dolor de cabeza comenzando a surgir. Volví a la habitación y me detuve al pie de la cama con el cuchillo en la mano y veía como dormía sin ninguna preocupación, no soportaba ver cómo él podía dormir tumbado en esa cama sin ningún remordimiento. Ya no lo toleraba más, no podía seguir viviendo bajo el mismo techo de ese hombre e irme no era opción. Se había obsesionado conmigo y me seguiría hasta el fin del mundo con tal de joderme la vida. Estaba a punto de convertirme realmente en una asesina, quería apuñalarlo hasta que se desangrara. Quería verlo morir, quería verlo sufrir por todo lo que me había hecho. Estaba dispuesta a matarlo pero deteniéndome con la voz apenas inexistente Aitana me detuvo.
— No lo hagas, suelta eso por favor — Masculló
— Sal de aquí
— No, no me iré y tú no harás eso que quieres hacer.
— Es la única manera...
Tiro de mi muñeca y sacándome de la habitación me quito el cuchillo aún palideciendo. No pude evitar caer al suelo llorando cansada de aguantar una vida que me estaba asfixiando. Me cubrí el rostro y entre hipos pregunté.
— ¿Qué haces despierta?
— Escuché tus gritos, ¿volvió a pegarte?
Negué con la cabeza
— ¿Entonces?
— No es importante.... vete a la cama.
— ¿Qué? ¿Estuviste a punto de matar a ese hombre y dices que no es importante?
— Me forzó a estar con él. Me usó y luego me dejó botada como si fuera desechable.
Aitana se quedó catatónica por unos minutos. Nunca la había visto tan afectada por algo que me ocurriera a mi. Lloraba en silencio pero de su boca no salía ni una sola palabra. Trate de sacarla del trance y después de varios intentos me miró y estertorosa respondió.
— De nada sirvió..., igual lo hizo
— ¿De qué hablas?
— No, de nada. Quieres..., ¿quieres dormir conmigo?
Asentí con la cabeza pero esa respuesta no terminaba de encajar en mi mente. Ya no estaba dispuesta a recibir evasivas de su parte. Su comportamiento había cambiado completamente. Rompió la relación con su novio y ya no salía con amistades. Se la pasaba encerrada en la habitación y hasta la forma de vestir la había cambiado a una extremadamente discreta y cubridora. Su rostro estaba apagado, falto de vida y emoción aunque intentaba ocultarlo con una sonrisa.
— ¿Cuando me dirás que te ha pasado?
— Algún día, quizá te lo cuente. Por lo pronto lo importante es que salgas de aquí.
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La Teoría Del Perdón
RomanceAlicia no volvió a ser la misma tras leer aquella carta. Había quedado destruída y condenada a regresar a una vida llena de amargura y maltrato. Quería olvidar, pretendía seguir su vida como si Alessandro no hubiera parecido nunca y se había resign...