Ese día había llegado, el día que tanto soñé pero que nunca pensé que llegaría. Tenía miedo pero había aprendido a manejarlo. Estar en una comisaría a punto de denunciar al presidente del país no era cosa sencilla. Las piernas me temblaban, sentía el pecho apretado y el corazón latiendo en la garganta. Estaba yendo paso por paso en mi desquite contra Ryan pero este paso era contundente para hacerlo caer.
— Y bien señora..., ¿Cuál es la denuncia que desea presentar?
Miré a Aitana y tras suspirar con nervios tragué saliva.
— Quiero presentar varias denuncias en contra del mismo sujeto.
El oficial asintió con la cabeza
— Bien, cuáles han sido los perjuicios causados en su contra
— Quiero denunciar a mi ex esposo por violencia doméstica. Me ha golpeado desde que lo conozco; pero no ha sido hasta ahora que me he tomado el valor de denunciarlo. También por violación, me ha violado tres veces y a nuestra hija por igual desde que era aún menor de edad.
El oficial me miró con asombro y creyó que era una broma de mal gusto. Era obvio que sabía que mi ex esposo era el presidente del país y acusarlo de la manera que lo estaba haciendo era algo muy delicado. Me lo preguntó varias veces antes de someter la denuncia «¿Está segura?» preguntó varias veces y asentí con la cabeza rogando no meterme en más líos. Ahí estaba Aitana agarrándome la mano sirviendo de pilar y soporte. Salir de aquella delegación y saber que habían varias denuncias en contra de Ryan me provocó una sensación de placer inexplicable. No era de celebrar la caída de otros, pero siempre había una excepción.
— Debemos ir a Le Noir, hay que celebrar esto.
— No hay nada que celebrar, Aitana. Ahora es cuando más cuidadosas debemos ser.
— Pues yo pienso que hay mucho que celebrar, al fin nos libraremos de una vez de ese infeliz. Anda, di que sí.
Sonreí sin mucho remedio para negarme. Verla feliz era extraño, se lo atribuí al hecho de haber denunciado a Ryan pero había algo más, mucho más fuerte para que en todo un día Aitana no tocara una sola píldora. Fuimos al restaurante y mientras hablábamos de todo un poco no pude evitar estudiar con la mirada a mi hija. Vestía distinto, se peinaba distinto y hasta comenzó a maquillarse mucho más que antes. Eso sin contar la sonrisa que llevaba. Ceñuda comenté.
— ¿Se puede saber a qué se debe el cambio?
— ¿Qué cambió?
— No te hagas la tonta, sabes de qué hablo. Te ves diferente. Por cierto..., ¿Que no te ibas con tu novia?
Se puso colorada en segundos. Carraspeó un poco y tomando un sorbo de zumo contestó nerviosa y evasiva.
— No funcionó, además no he terminado la universidad. Ya luego me voy.
— ¿Tiene que ver con Salvatore verdad? Todo este cambio, tu ánimo y buen humor.
Intento mentirme pero sus esfuerzos fueron menos que en vano. Su rostro la delataba, su forma de maquillarse y de peinarse, jamás se había arreglado así en su vida. Se veía hermosa, pero aquella no era la Aitana que conocía. Bajó la mirada y algo seria respondió.
— Si así fuera..., ¿tendría algo de malo? ¿Te molestaría?
— Aitana no me molesta que estés enamorada. Me preocupa que sufras por ello.
— Claro..., crees que eres la única capaz de enamorar a un hombre como Salvatore. ¿Eso es lo que quieres decir no?— Replicó con cierta molestia
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La Teoría Del Perdón
RomanceAlicia no volvió a ser la misma tras leer aquella carta. Había quedado destruída y condenada a regresar a una vida llena de amargura y maltrato. Quería olvidar, pretendía seguir su vida como si Alessandro no hubiera parecido nunca y se había resign...