Capitulo 2: Una cruel realidad

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Habían pasado unos días y el corazón casi no sentía su latir. La mente no pasaba mucho trabajo en pensar y estaba la mayor parte del tiempo ida. Lo peor había pasado, Ryan había ganado la presidencia del país y ahora por defecto tendría a medio país sobre mí. Miré el desayuno y no quería siquiera levantar el tenedor. Ryan me había obligado a sentarme a su lado y Aitana al otro costado. No tenía reacción a nada, ni siquiera a sus comentarios amenazantes. Tomando un sorbo a su café, con su cara fresca y soberbia comentó.

— Debo admitir que esa carta que me dejaste, parece sacada de un melodrama. ¿Realmente pensaste que te tendría lástima? Todo lo que te pasa te lo has buscado tú.

Me quede callada mirando a la nada. Escuchaba sus imbecilidades pero no le prestaba mayor atención. Aitana parecía tenerle pavor a Ryan y pretendió levantarse e irse pero él se lo prohibió.

— Quieta, te sientas.

Aitana volvió a sentarse y yo estaba a punto de colapsar. Ryan siguió comiendo sintiéndose el centro de atención de todo y de todos.

— Ahora que soy presidente, hay muchas cosas que cambiarán en esta casa. He logrado que tu infidelidad quede fuera de las revistas y los medios...

Chasquee la lengua con sarcasmo

— ¿Y las tuyas también?

— Hay mucha diferencia entre una perra y un presidente.

— Si, desde luego que hay mucha.

— La empresa de tu familia ahora es mía. La manejo yo, el dinero, los clientes..., todo. Veras como le explicas a los Sorní que por culpa de abrir las piernas los dejaste en la calle. Ah..., y tampoco tendrás dinero a manos llenas. Tendrás lo básico, lo necesario.

Arqueé una ceja

— ¿Algo más?

— Ah y el intento que tienes por agencia de bienes raíces, no me hagas tirarla abajo así que compórtate. Eres la esposa del presidente, perra..., pero mi esposa al fin.

Aitana soltó el tenedor en el plato y mirando con rabia a Ryan intervino.

— ¿Ya puedes dejar de jodernos la vida aunque sea una sola mañana? No tienes idea de lo detestable que eres.

Sonriendo con cierta morbosidad Ryan replicó.

— A las niñas malcriadas y respondonas como tú, papá las castiga y ya tú sabes cómo.

— Y tú.... perra, no me hagas tener que ponerte guardaespaldas. Me entero que vuelves a verte con ese imbécil y los dos se mueren, te lo juro.

Se levantó de la mesa y Aitana había quedado paralizada. Las lágrimas se le salieron de los ojos y sus brazos tiritaban. Secó su rostro rápidamente y comentó.

— ¿Cómo estás? Hay que ir a un ginecólogo para ver cómo está el bebé.

Bajé la mirada y llena de dolor en mi interior suspiré con pesar y tristeza.

— Ya no hay bebé.

— ¿Qué? ¿Como?

— Ryan..., el..., me forzó y...luego me golpeó..., lo perdí. Lo perdí e intento que no me duela pero me duele más que nada.

— ¿Porque regresamos? Pudimos habernos ido mamá. Lejos, tu y yo. No necesitas del infeliz de Alessandro para estar bien.

Aitana veía mi vida con un lente distinto al mío. Ella veía todavía posibilidades en mi de ser feliz en cambio yo, ya no tenía ningún interés en serlo. Las veces que lo intenté terminé sufriendo más de lo que ya había sufrido. Lo único que quería era olvidarme de que Alessandro alguna vez existió y lo poco que me restara de vida, hacer pagar al psicópata de Ryan todo lo que me estaba haciendo.

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