A través del Tiempo | The Legend of Zelda [ℤ𝕖𝕃𝕚𝕟𝕜] [Editado]

XI: Confesión

Link recibió aquella sensación con sorpresa, no esperaba besarla. Así que abrió sus ojos con mucho asombro.

Pasaron unos instantes antes de que pudiera reaccionar, Zelda se sintió algo insegura. Pues Link no respondía al riesgo que tomó.

Un segundo después el chico cerró sus ojos e intensificó un poco el contacto con los labios de ella. Quien suspiró al sentir un tirón algo brusco del chico.

Gimió un poco por el contacto tan brusco pero luego lo intensificó aún más, mordiendo ligeramente su labio inferior.

Link se separó un poco y después de recuperarse un poco volvió a besar los labios de la muchacha con dulzura y un tiempo bastante prolongado.

—Link...— susurró la rubia al separarse. Link tenía toda su atención en ella. —Te amo...— confesó casi con llanto en su voz. Abrazándose a su cuerpo con desespero.

Oír aquella frase dejó sin palabras al chico, quien nuevamente abrió sus ojos con sorpresa.

—¿Qué...?— preguntó aún sorprendido por la confesión.

—Que te amo Link.— puntualizó sin encararle, tenía su rostro hundido en su pecho. Había dejado salir un par de lágrimas por aquello. —¿Tú... También me amas?— preguntó despegando su rostro de su cuerpo para encararle por primera vez.

—Yo... También te amo Zelda...— reconoció con las mejillas encendidas. —Pero no sé si es correcto...— suspiró algo entristecido por aquello.

—Poco y nada importa Link.— apretó con mucha fuerza su abrazo. —Sea o no correcto, te amo.

—Pero tú eres la princesa.— ella frunció un poco el ceño al por aquello. —Yo conozco mi lugar. No soy nadie.— trató de justificar pero Zelda se acercó más a su rostro y tomó sus mejillas con poco cuidado.

—¿Lugar? No digas estupideces.— replicó con molestia, él trató de asentir como pudo. —Esto de aquí te hace más que digno.— señaló el dorso de su mano donde aguardaba la marca de la Trifuerza.

—Pero Zelda.— balbuceó con las mejillas juntas impidiéndole el habla. 

—Además tenemos un problema mi dulce héroe.— interrumpió con algo de ironía en sus palabras. —Resulta que desde que soy una niña te he estado besando.— le recordó susurrando contra su oído. —Eres mi novio de toda la vida.— insinuó dejando de lado su fuerte agarre.

—¿Qué haremos entonces...?

—Ocultar lo nuestro.— determinó con mucha convicción en su rostro. —Pese a que no me agrade, es lo mejor.— suspiró mientras lo miraba a los ojos con mucha seriedad.

—Bien entonces...— afirmó mientras le sonreía con complicidad.

—Entonces... Aquí podemos encontrarnos.— miró al reloj de la pared. —Sé puntual.— amenazó mirándole a los ojos. —Nueve, más tardar nueve y media.