Capítulo 5

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La humedad de su lengua en mi pezón, causó que de inmediato jadeara, tener los ojos vendados solo multiplicaba las sensaciones por mil. No fue suave, al contrario, era rudo, dominante y eso me excitaba demasiado rápido, demasiado fácil. Mordió con mediana fuerza, haciendo que soltata un chillido agudo, él se posicionó entre mis piernas abiertas y lo recibí con gusto.

Los pelos de su barba raspabam deliciosamente la piel de mi pecho, calculaba que debía lucir del tipo lo suficientemente larga para hacerla lucir casual pero lo suficientemente corta para que estuviera prolija, era suave y la forma en que arañaba, era excitante. Cuando cambió al otro pezón, yo ya estaba duro como una roca, duro y jodidamente húmedo en otra parte, ansioso, expectante.

-¡Ahhh!

Gemí sin pudor cuando dejó una mordida en el erecto botoncito izquierdo, había dolido pero la corriente eléctrica que se disparó hacia mi entrepierna, valía la pena mil veces. Su olor era un tema aparte, no tenía idea de cual era su perfume pero me resultaba vagamente conocido sin embargo no tuve tiempo de pensar porque subió sus mordidas a mi cuello y todo mi cuerpo colapsó.

-¡Ohhh! ¡Ahhh!

Volví a gritar, este hombre me estaba comiendo vivo y yo solo podía gemir como una puta, a fin de cuentas me pagaba por ello, aunque la verdad era que me estaba gustando más de lo que debería. Siempre disfruto del sexo, obviamente ha habido alguna mala experiencia y uno que otro hombre que no me hizo disfrutar como esperaba pero fuera de eso lo tenía como lo que era, una acción física con el puro objetivo de llegar a un orgasmo.

-¡Oh Dios!

Gemí sorpendido, aturdido, tal vez por la forma brusca en que succionó mi cuello, odiaba las marcas, jamás permitía que me hicieran chupones, odiaba ver esos signos de la posesividad momentánea que inundaba a los tipos activos que se acostaban conmigo pero ahora mismo no estaba en condiciones de protestar, él había pasado su mano por mi duro miembro y apretó fuerte en la base, al mismo instante en que mordió mi clavícula izquierda, dura y posesivamente, caliente y completamente salvaje.

-¡Ahhh!

Su mano comenzó a masturbarme, iba lento pero con el puño firme, apretando de forma precisa y placentera, subiendo y bajando con la fuerza adecuada para hacerme delirar con tan poco. Su propia erección se apretaba contra mi muslo derecho, podía sentir la humedad que brotaba de su punta y yo jodidamente quería ponerla en mi boca, se sentía grande y gruesa, dura y mi líbido se elevaba a niveles casi inhumanos.

Los besos en mi cuello me hacían anhelar que subiera a mis labios, no era del tipo que me besaba con los hombres a menos que realmente me gustaran, a este ni siquiera le había visto la cara pero en este momento tenía el total control sobre mí y me hacía desearlo en carne viva. La mano que se movía sobre mi pene, apretaba y se deslizaba de arriba a abajo con maestría, como si trabajara en su propio placer, como si supiera exactamente como tocar.

-¡Mhm! ¡Así...así!

Le rogué cual perra en celo, había comenzado a hacer unos movimientos deliciosos sobre mi punta, combinándolos con el ritmo anterior, succionando mi cuello y clavículas como animal en celo. Su olor seguía volviéndome loco, amaderado, cítrico y un poco de cigarro, en otra persona me daría asco pero las pequeñas notas de nicotina en él, me encendían de manera imparable, inevitable.

Cuando mi pecho fue ocupado por su boca experta, cuando siguió bajando peligrosamente, mordiendo, chupando, acercándose a mi pelvis, convirtiendo mi fuego en el más grande incendio, llevando mi humedad al límite, haciendo latir las paredes interiores de mi conducto, con anhelo, con deseo, con necesidad cruda y ascendente, desmedida, sin conocimiento de cual sería el tope, la cumbre...yo seguía gimiendo.

Quien solía ser ll JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora