Capítulo. 29

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Erick

-La pasta con albóndigas, por favor.

-¿No es usted el señor Joel Pimentel? Se ve mucho mejor en persona. -La chica bastante bonita que tomaba el pedido, ignoró por completo mi respuesta para dedicarse de a lleno a mi esposo. Obviamente me molestaba, además de ser grosera, estaba evidentemente coqueteándole a Joel en mis propias narices pero no hice nada, aunque no lo admitiría en voz alta jamás, todavía me sentía muy poca cosa al lado de él.

-Lo soy y él es mi esposo Erick, no se si lo escuchó cuando pidió la pasta con albóndigas. Si no es mucho pedir, me gustaría que no tardaran en traerla, en su estado, necesita alimentarse como corresponde y no me gusta hacerlo esperar. Mi hijo, el que lleva en su vientre, es un pequeño que demanda mucha comida y mi bebé lo está haciendo bien, así que pensé traerlo a este lugar porque merece que lo mime mucho pero no me gusta presumir, perdone tanta charla, no puedo evitar hablar de él, soy el hombre con más suerte del mundo. ¿No cree? Así que por favor, tráele su maldita pasta antes que haga que te despidan por hacer sentir mal a mi esposo mientras me coqueteas.

Fui testigo en primera fila de como la chica casi se muere de la vergüenza y a pesar de que se como es Joel, no creí que fuera a humillarla de esa manera. Observé en silencio como la miraba marcharse, su rostro estraba increíblemente molesto, la vena de su frente palpitando bien marcada, se que se estaba conteniendo para no cometer una locura pero como si fuera por arte de magia, volteó sus ojos hacia mí y toda la tensión se esfumó de golpe.

-Amor...-Susurré estirando mi mano para alcanzar la suya, yo estaba muy sensible a todo y no quería que nuestra cena se arruinara por lo que sucedió.

-Se lo que vas a decir, estoy bien y no voy a arruinar el momento pero resulta que no voy a permitir que nadie intente humillarte.

-Pero...

-Pero nada, princesa, no voy a permitirlo y tienes que vivir con eso.

-Joey...

-Te amo. ¿Sabes? Te amo en serio y estoy orgulloso de tenerte, de saber que eres tú quien lleva a mi hijo en su vientre. No me interesa nadie más, no me interesa el dinero, el nombre, la posición, no tienes idea de lo que soy capaz de hacer por tí y eso incluye humillar a quien quiera pasar por encima tuyo, así que quita esa cara, regálame una de esas sonrisas que me enamoran.

No pude culpar esta vez a mi sensibilidad por el embarazo, aún si no estuviera esperando un bebé, habría llorado como lo hice. Sonreí, claro que sonreí. ¿Cómo no hacerlo cuando ese hombre se quitaba todas las etiquetas para elevarme a lo más alto? ¿Cómo no perderme en el mar de emociones hermosas que creaba en mi interior con solo mirarme? Tenía frente a mí a un magnate de los negocios, un tipo duro y sin barreras que detengan lo que quiere alcanzar, alguien que mantiene todo un país en la palma de su mano. Dueño de los sueños húmedos y deseos más prohibidos de cada persona que lo veía, que podría tener lo que sea que quisiera, a quien quisiera con solo un chasquido de dedos y sin embargo me trataba a mí como si yo fuese superior a todo.

-Yo...yo también te amo más que a nada, Joey.

-Lo se, lo se, pequeña, así lo siento siempre que me miras pero no llores más, no me gusta que lo hagas.

-Es que es muy lindo lo que siento, yo... No creí que fueras a hablar así sobre mí.

-¿Por qué dices eso? -Se acercó un poco más a la mesa y enredó nuestros dedos en un gesto protector, algo que me hizo sentir mucho mejor. Iba a responder pero un gesto de su cabeza me hizo callar. -Viene la cena. Ahora vamos a comer y ya no llores más, te amo y quiero que disfrutes esta comida.

Una persona diferente a la que tomó el pedido, traía uno de esos carritos graciosos con muestra cena. Miro sorprendido a mi esposo que sonríe con sorna ante mi asombro. Nunca en mi vida creí ver con mis propios ojos ese tipo de presentación, el señor encargado de nuestros platos, se acercó con una sonrisa, al llegar a nuestro lado hizo una pequeña y formal reverencia para disponerse a destapar los alimentos. Todo lucía extremadamente delicioso, cada plato servido generosamente, con colores llamativos y la textura adecuada, eso sin mencionar que los cubiertos eran de la misma plata que componía las campanas que ahora sostenía en sus manos el señor, de esas bonitas que solo ves en las películas.

-¿Algo más que deseen los señores?

-Estamos bien así, muchas gracias por su cordialidad, le haré saber si necesitamos algo. -Joel tomó la palabra y yo solo sonreí en agradecimiento al hombre. Había sido muy agrabable a decir verdad y yo estaba encantado.

-Joey... Esto es, es muy lindo. Me encanta, muchas gracias. -Mi sonrisa se apoderó de mi rostro, Joel pasó los platos frente a mí y me guiñó un ojo antes de hablar.

-Te dije que te iba a gustar y eso que aún no has probado la comida. Estoy seguro de que va a encatarte, este es uno de mis lugares favoritos. Prueba princesa, alimenta a nuestro pequeño y disfruta la noche.

-Ya la disfruto porque estoy contigo pero no voy a negar que muero por probar todo.

-Emtonces no te detengas bebé.

Comimos entre charlas y risas que iban más allá del mero hecho de estar en un lugar bonito con una cena realmente increíble, todo estaba aún mejor de lo que esperaba y mi panza quedó más hinchada si fuera posible. Disfruté de los exquicitos sabores que llenaban mi paladar en cada bocado y estuve satisfecho tanto de cuerpo como de alma. Joel fue un caballero, me trató de una forma especial y tan dulce que quería derretirme en mi asiento, tal vez para otra persona, una cena era solo comer y charlar para matar el tiempo pero para nosotros, ese momento había sido especial, bajo las miradas de todos y la luz de las velas, mi hombre me declaró una vez más sus votos matrimoniales, no lo gritó, no se puso de pie para que todos atendieran, no, él lo susurró para mí mientras yo lloraba emocionado. No puedo pedirle más a la vida, tengo todo y más que lo que alguna vez pude desear.

-¿Si sabes que me tienes a tus pies? -Mi pregunta pareció tomarlo de sorpresa, habíamos llegado a casa hace media hora, nos duchamos rápido para dormir limpios y ya estábamos acostados.

-Yo estoy a tus pies, tú solo debes estar de rodillas, en cuatro y con ese trasero dispuesto para mí.

-¡Joel! No mates el momento, estaba hablando en serio.

-También yo, en serio tengo muchas ganas de ver como me dejas poseerte.

-No seas irrespetuoso, no hables así.

-No te pongas difícil princesa, si se que te gusta que te hable así mientras te cojo. -Una de sus manos viajó directamente a mi entrada, no mentía, obviamente me excitaba de solo verlo.

-Si me gusta pero eres irrspetuoso. -Susurré al sentir como colaba un dedo en mi interior, mis piernas se abrieron disciplinadamente para permitir que usara mi lugar de la forma que quisera.

-Está bien... Soy irrespetuoso pero soy tu marido. De rodillas, princesa, voy a llenarte bien ahora y quiero que grites fuerte cuando te corras, quiero escucharte decir a quien perteneces.

Quien solía ser ll JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora