Capítulo 9

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El beso era de todo menos calmado.

Yo quise evitarlo, juro que quise alejarlo de mí y patearlo fuerte para luego huir pero no pude. Dominaba cada célula de mi cuerpo, cada mólecula, cada átomo y yo sentía como si el mundo fuera a explotar, o tal vez era yo. Sus manos estaban peligrosamente cerca de mis nalgas, todo él encima de mí, su erección pinchando la separación entre mis piernas que casi en automático se habían abierto para él. Era un idiota, un grandísimo idiota porque le estaba devolviendo ese beso descarnado con tanto deseo que pronto empecé a gemir como una puta, tal vez tenía razón y yo solamente era un fácil que se abría de piernas ante cualquier imbécil con una buena polla.

-¡Mhm! -Gemí alto y perdido cuando su lengua se introdujo en mi cavidad, cuando chupó duro mi labio inferior y apretó mi nalga derecha con una posesividad que me encendía la piel.

-Eso...quiero escucharte, princesa. Gime para mí...gime para mí.

Susurró en mi boca y aquello fue casi un detonante y creo que perdí el control. Su voz era una maldición, ronca, posesiva, sexy, dura y todo eso junto, sumado al tono bajo que usó, causó que mi interior ardiera en llamas. Sus manos comenzaron a moverse, amasando, apretando, invadiendo, descontrolando mi estabilidad mental porque la física ya la había perdido. Mis gemidos no se detuvieron y más pronto que tarde, yo estaba moviéndome contra él.

-¡Ah! ¡Mhm! -Jadeé excitado cuando bajó su boca a mi cuello y el recuerdo de la noche salvaje en que tuvimos sexo, se instaló entre nosotros. -¡Ahhh! ¡Maldito! -Grité cuando mordió mi cuello, tan brusco, tan posesivo.

-Quiero escuchar tus gritos. -Otra mordida, otro sonido involuntario escapando de mi garganta. -Quiero que digas todo lo que sientes. -De nuevo, sus dientes en mi piel, su erección empujándose contra mi agujero. -Quiero que le digas a tu amo, todo lo que quieres que te haga.

-¿Amo? -Sollocé incrédulo, estaba ofendido ante la forma en que se refería a mí pero estaba muy drogado de placer.

-Si...tu amo. Eres mía.

Y a partir de ahí...creo que realmente sería suyo.

Desató un infierno de calor en mi cuerpo, miles de descargas eléctricas viajaron en toda dirección, llenándome de lujuria, de una excitación extraordinaria que estaba muy por encima del nivel normal que siempre experimentaba, haciendo que gimiera como una puta y me empujara hacia su cuerpo. Quería sentirlo, quería que me hiciera todo lo que hizo esa noche, que me usara, que entrara en mí y me diera fuerte, que bloqueara mi razón y me llevara a la locura.

Sus manos estaban por todos lados, apretando, tocando, causando estragos a mi cuerpo ardiente. Necesitaba que me sacara toda la ropa, que su piel se pegara a la mía y que transmitiera el ardor puro de la desnudez. Pareció sentir lo mismo que yo porque en un par de movimientos bruscos, me tuvo completamente expuesto, expuesto y vulnerable y yo temblé, temblé de placer y nervios porque sabía lo que venía. Noté que también se desnudó y gemí complacido al sentirlo, estaba caliente, tan caliente como yo y eso hacía que me sintiera importante.

-¡Oh pequeña mierda! Eres perfecta.

Gruñó bastante excitado mientras palmeaba mi nalga derecha. Yo grité de dolor pero me gustaba que fuera brusco, me encendía y en un arranque de locura, me volteé para dejarlo de espaldas al colchón y me acomodé entre sus piernas, frente a su gradísimo miembro. Tragué en seco, la vez anterior supe que era grande, lo había sentido en mis entrañas mientras me follaba como animal pero ahora que lo veía con mis propios ojos, realmente se me hacía la boca agua.

Sin otro segundo para pensar, metí la punta en mi boca y no pude controlar el gemido de placer. Su sabor me inundó y amé escucharlo gruñir. Estaba sorprendido, podía verlo en sus ojos lujuriosos mientras se mordía los labios. Yo me sentía un rey, tenía a ese insoportable tipo debajo de mí, haciendo sonidos de placer mientras yo comenzaba a comerme su polla. Si algo había aprendido en estos años de andar de cama en cama, era a hacer una mamada y se lo demostré, quería que supiera que no iba a ser su perra y ya sino que él mismo iba a anhelar tenerme en su cama.

Introduje todo lo que pude, me habría gustado decir que todo su pene entró en mi boca pero era demasiado grande. Chupé con fuerza, haciendo presión para que se sintiera apretado y él gimió, no como yo, su gemido era totalmente masculino pero sabía que le había gustado. Los minutos siguientes fueron una guerra, yo luchaba por comerme todo, apretando, succionando, ensalivando el largo de su erección y él embestía mi boca, brusco, con fuerza, violento. Era casi vergonzoso, tenía mis cabellos agarrados posesivamente, dirigiendo mis movimientos y yo me dejaba follar, solo presionaba y mordía a ratos pero dejaba que entrara y saliera a su frenético ritmo.

-¡Oh si pequeña zorra! Cómetelo todo.

Escucharlo gruñir de esa forma, se había convertido en necesidad, no dejé de mirarlo detrás de las lágrimas escurridizas que salían de mis ojos, ni siquiera cuando me estaba ahogando por lo fuerte que se enterraba y me gustaba, me gustaba sentir que el maldito estaba jadeando y gimiendo como animal mientras me follaba la boca sin cuidado alguno. Era masoquista, el dolor en las comisuras, me indicaba que más tarde iba a lamentarlo pero yo quería que se corriera en mí, que llenara mi garganta con su semen y que gritara "princesa" mientras lo hacía.

Si...yo era definitivamente una puta pero ahora mismo, cuando él tenía esos ojos oscuros clavados en los míos, cuando sus manos se aferraban a mis cabellos para embestirme, cuando los jadeos eran inevitables, ahora yo me sentía como la maldita puta más cara y complaciente. Quería todo de él, su miembro, su sabor, su forma tosca de reventarse contra mí, quería hacerlo llegar para que nunca más existiera otro como yo, quería hacerlo perder el control para que me cogiera como animal más tarde. Yo quería que si...que fuera mi amo y me tratara como una cualquiera cuando estábamos en la cama porque la verdad era que nunca en mi vida nadie me había humillado tanto y esa humillación sacaba partes de mí que me gustaban.

Me gustaba sentir que cada minuto lo llevaba a perderse, me gustaba que sus labios se hincharan de tanto morderlos para aguantar sus gruñidos, me gustaba que su fabuloso pene palpitara dentro de mi boca. Una cachetada voló a mi mejilla derecha. ¡Maldito enfermo! Dolió, dolió bastante pero no me importó, yo quería todo esto, quería que me maltratara porque me encantaba como me tenía sumiso. Tragué todo lo que pude y seguí chupando, estaba pronto a correrse y quería escucharlo, quería que dijera que su princesa le había regalado la mejor mamada de su vida y cuando el idiota alcanzó su orgasmo...lo logré.

-¡Ahh maldita zorra! Traga...traga princesa, se una buena niña y cómetelo todo.

El hijo de puta se reia mientras yo prácticamente me alimentaba de él. Se había corrido tan abundante, tan malditamente abundante, que mi garganta estaba casi saturada de sus fluidos. Amé el sabor medio salado de su esencia, tan varonil, tan deliciosa y lo miré a los ojos a medida que iba tragando todo. El agarre en mi cabello seguía, había aflojado un poco y podía jurar que hasta hacía unas leves, muy leves caricias con sus dedos. Bebí hasta la última gota y succioné con fuerza la cabeza antes de morder suavemente, él hizo un sonido excitado y sin mucha delicadeza, me subió a su boca.

-Yo...

-Sabía que esa boquita sucia iba a ser buena. -Sonrió y de verdad que ese gesto llegó a sus ojos, una sensación extraña se apoderó de mí pero no tuve tiempo de pensar en ella. -Ahora vas a usar ese culo para montarte aquí. -Dijo mientras se agarraba la polla, haciendo que rozara en mi entrada y el oxígeno empezó a escasear. -Vas a sentarte ahí y vas a moverte bien, no pares hasta que yo lo ordene y grita mucho, princesa, me gusta cuando gritas. -Espujó solo un poquito, un mínimo roce y gemí. -Eso pequeña... así, gime para tu señor y haz que quiera cogerte muy duro después. ¿Si? Solo si eres capaz de hacerme desear cogerte...es que voy a enterrarme bien duro...como te gusta. Ahora...toma asiento y mueve ese culo que estoy queriendo ver como eres de zorra sobre un pene.

Quien solía ser ll JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora