Capítulo 4

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ADLER

Después del encuentro y de acomodar los libros, cada quién vuelve a sus cosas, me coloco un audífono y sigo con mi lectura, pero tengo en mente su modo de caminar y la falda.

—Ni siquiera sé su nombre —canto en español la frase de la canción que estoy escuchando en alemán.

— ¿Qué haces tan tarde? —pregunta, por el silencio que hay se escucha claro.

—Estoy concentrado en mi lectura —digo con sarcasmo.

—Tan concentrado estás que no me contestas —se burla y no le respondo.

Pasan varios segundos sin escuchar su voz, estoy tan concentrado en la lectura, solo me faltan diez páginas y la historia en sí me aburre, pero no puedo dejar un libro sin terminar, es como una falta de respeto.

— ¿Por qué lees 50 sombras liberadas? —doy un brinco al escuchar su voz tan cerca, ella se ríe y toma asiento en la silla que está a mi lado—. No sabía que había hombres que leen ese tipo de libros —dice curiosa, levanto mi mirada y me encuentro con esos ojos grises.

—No tiene nada de malo tomar un par de ideas —le muestro mi sonrisa de lado, tiene efecto en todas las mujeres, pero en ella no, al contrario, me sonríe de la misma forma, pero con más seducción.

—No te he visto por estos lugares —su voz es tan calmada, pero con tono seductor, creo que así es su acento—. Soy Vanessa, ¿cómo te llamas?

—Acabo de llegar, bueno, en este momento no, pero ahora es mi primer día —me doy un golpe mental por lo torpe que sueno—. Soy Adler, un placer.

Ella vuelve a sonreír de lado, siento que me quitó mi gran sonrisa, pero lo hace tan natural.

— ¿Eres de por aquí? —pregunto curioso.

—Nací en México, mis padres son mexicanos, pero los negocios eran más llamativos por estos lados —dice y confirmo lo que sospechaba.

— ¿Tus padres tienen los ojos grises? —la pregunta me sale sin pensarla, frunce el ceño, pero luego lo deja de fruncir para mirarme divertida.

— ¿Una mexicana no puede tener ojos grises? —levanta una ceja, su expresión es divertida—. Mi bisabuela tenía los ojos grises, soy la única que heredé sus ojos y por consecuencia soy una especie en peligro de extinción —me rio, ella se une conmigo.

—Tendrás que reproducirte —la miro fijamente a los ojos sin dejar de sonreír, ella niega la cabeza divertida.

—Hasta que encuentre el príncipe azul —me guiña un ojo—. Ahora cuéntame de ti.

—Mi familia y yo somos alemanes, pero nos fuimos a México por negocios, somos lo contrario, mami —le coqueteo, pero la loca se ríe, cualquier chica ya hubiera caído a mis pies.

— ¿Casualidades o destino? —me mira curiosa, como si me estuviera estudiando y así me siento.

—Yo digo que destino, porque caíste del cielo —claramente esto es divertido, es como jugar con mis propias técnicas, si yo sonrío de lado, ella hace lo mismo y me atrevo a decir que lo hace mejor, no dejemos su aura seductora y divertida.

Ja —dice divertida, frunzo el ceño por esa palabra.

— ¿Es sí en alemán o una risa sarcástica? —hemos estado hablando en español y en alemán, es como un reto, no la he dejo de mirar y ella tampoco lo hace, en sus ojos hay un brillo de diversión y no dejemos de lado esa sonrisa que vuelve a crecer por mi pregunta.

Es lo que tú creas que sea —coquetea, bueno, no sé si me coquetea o le sale natural.

— ¿Me estás coqueteando? —y esa pregunta sale sin pensarlo.

—Creo que pensaste en voz alta, cariño —se burla.

No sé qué responder, no quiero admitir que pensé en voz alta, ya no quiero quedar en ridículo, ¿por qué me importa eso? Rayos, yo nunca había pasado por algo así.

Es lo que tú creas que sea, mami —sí, más pendejo no puedo quedar y utilicé su frase, por lo menos agregué el mami y me salió como un susurro seductor, así que eso está bien, pero...

Ella se ríe, ¡se ríe! ¿Qué carajos? Confirmado, nunca había pasado por algo así y me parece divertido.

—Te voy a denunciar por plagio —dice con voz ronca por la risa, pero divertida—. Bienvenido, Adler —dice y se pone de pie.

Se escucha sus pasos al caminar y estoy tomando un gran control para no mirar su falda, escucho que baja las escaleras, suelto el aire que no sabía que estaba contenido, miro hacia mi bicho y está muy contento.

—Mierda —susurro, pero la risa de la chica me dice que se dio cuenta de mi bicho.

¿Por qué se me pasa eso? Nunca me había pasado eso, siempre controlo mi bicho, pero es que con ella, con ese toque divertido y sexy, gracias a mis padres que decidieron irse de vacaciones y dejarme aquí.

Placeres InfernalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora