Empieza...¿el caos?

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Templo de Aries

Mu abrió sus ojos con delicadeza. Observó con calma un punto en una pared lateral de su cuarto, revisó sobre una cómoda un pequeño reloj de pulso y quiso saber qué hora era. Miró y miró sobre el mueble el pequeño artefacto y deseó poder mover objetos con la mente para no tener que levantarse hasta el aparato. Después de un infructífero intento por hacer que el reloj volara hasta él, decidió ponerse de pie y tomar el adminiculo por sus propios medios y no fue hasta que quedó frente a la cómoda que recordó como un idiota que él sí podía mover objetos con la mente.

Vaya que si era idiota.

Suspiró profundamente aliviado de que nadie más se hubiera dado cuenta de su estupidez, era una historia que guardaría para sí mismo y que se la atribuiría a la tortuosa prueba que tendría a partir de ese momento. Con el reloj en su mano, observó las manecillas por largo rato, hasta que después de un buen tiempo se detuvo a revisar con calma la hora real. Eran las siete de la mañana, hasta ahora eran las siete de la mañana.

Giró sobre sus talones y vislumbró su cuarto invadido por cosas y elementos para bebé.

¡Oh el bebé! Mu se preguntó si tenía que ir por él, o alguien se lo llevaría hasta su templo, repasó en su mente como había quedado el trato, pero por más que intentó recordar no logró acordarse en que habían quedado. Suspiró nuevamente, y pensó que, si le tocaba a él, ir por el pequeño, podía tomarse un buen tiempo y tal vez, se ahorraría unas cuantas horas del cuidado para el niño.

Con pie descalzo caminó hacia los pasillos, su pecho desnudo recibió la fría brisa de esa mañana, levantó sus brazos desperezándose y caminó con paso lento hacia la cocina, pero una presencia en su templo le hizo detenerse, derrotado y conociendo esa esencia se encaminó hacia su visitante.

—Señora Elvira —saludó a la menuda mujer, que como no, traía entre sus brazos al pequeño delincuente que a partir de ese día le robaría la paciencia—. Me alegra verla — mintió

—Qué bueno que eres un madrugador —acotó la mujer llegando hasta él y entregándole al pequeño retoño—. ¡Pobre criatura! —expresó, al tiempo que Mu rodaba los ojos—. ¡No me hagas esas muecas! —dijo golpeándole en el brazo con su mano derecha

—¡Hey! —Se quejó el hombre, para ser una mujer ordinaria, golpeaba duro—. No es necesario tanta agresividad— miró con detenimiento al pequeñín que tenía los ojos bien abiertos pendiente a todas las cosas que pasaban a su alrededor—. El niño estará bien. —Esta vez fue Elvira la que rodó los ojos—. ¡Es cierto! —Se defendió y no pudo evitar derretirse ante un balbuceo del bebé

—Si no son capaces de mantener sus pantalones bien puestos, dudo mucho que puedan con el cuidado de un bebé —dijo mientras se acomodaba su delantal—. No sé en qué estaba pensando Shion al dejarles esta tarea, el niño estaría mejor con las amazonas, es más, el niño estaría mejor en una jaula con leones

—Nos tiene en muy baja estima señora Elvira, no somos tan malos como piensa, tampoco somos idiotas —Elvira lo miró como quien no quiere la cosa

—Ya comió y tiene el pañal limpio —comunicó mientras se alejaba por donde había llegado, se detuvo y miró por encima de su hombro—. No me hagas rabiar

—Pensé que sería usted quien me acompañaría en esta travesía. —A pesar de poner su mejor cara, Mu rogaba que no fuera Elvira su ayudante de esa semana

—¡Claro que no! ¡Tengo muchas cosas que hacer! ¡Ayer perdí mucho tiempo contigo, y la cocina principal se convirtió en un campo de batalla! ¡Todo me toca hacer a mí! ¡A ver que van a hacer el día que yo haga falta!

¿De quién es el bebé?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora