¿Qué vas a hacer?

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Templo de Piscis

Llegó la mañana. Afrodita creyó que ese día jamás llegaría, once semanas pasaron extraordinariamente rápido. Ahora él estaba adecuando la habitación de huéspedes para un intruso, para un pequeño, embustero y ladronzuelo que había engatusado a toda la orden dorada.

El pequeño Dean como lo llamaba Acuario resulto ser muy hábil enamorando a sus demás compañeros, quienes le pidieron ser muy cuidadoso con el nene y además de mantenerlo lejos de un posible envenenamiento gracias a su nada inofensivo jardín de rosas.

Claro, como si el niño se fuera a dar un paseo por esos lares.

Camus le ayudaba en ese momento, era al trato al llegar de las Vegas. Ellos dos arreglaban el cuarto del nene mientras el francés le daba indicaciones de cómo cuidar del pequeño. Afrodita estaba harto de escuchar al aguador, Camus no solo podía llegar a ser muy hablador, sino que tenía un tono de superioridad que solo rivalizaba con su frialdad.

Aparte de implorar porque algo acallara a Camus (Algo así como el Tesoro de Cielo, que no solo lo dejara mudo) esperaba que su compañero y ayudante de esa semana fuera alguien competente. Seika, no era una opción. Cuando medio le insinuaron a Seiya que su inocente hermana pasaría siete días encerrada en el templo de Piscis, fue peor que haber secuestrado Athena. Pegaso se enfureció tanto que amenazó en matar al doceavo guardián y toda su descendencia, años tras años.

Prácticamente el santo de bronce fiel protector de su diosa, prometió que, en cada una de sus rencarnaciones, lo primero que haría sería matar al santo de Piscis.

Afrodita lo tomó como si nada. Para él no era tan probable que Pegaso pudiera recordar esa amenaza en su próxima vida. Había una gran posibilidad de que sí pasara, pero piscis tenía el tiempo suficiente para hacer que Seiya cambiara de parecer y apaciguara su alma y que, en futuras eras, se hicieran buenos amigos, como tenía que ser.

Pero Seika no quería problemas, no le gustaba ese tipo de disputas y para que Seiya no se estresara tanto, prefirió mejor dejar de asistir a su novio por la paz de ambos hombres y especialmente por su propia tranquilidad mental.

Gracias a la rabieta de un hombre maduro, Afrodita tenía que aceptar en su templo no solo a un infante llorón sino a algún incompetente que le "ayudaría" con esa tarea. Hizo cuentas. Cualquiera podía ser, de los santos favoritos de la diosa, aún faltaba Ikki, y cielos, piscis suplicó porque no fuera él. Igual aún faltaban varios santos de plata y pensándolo bien, prefería mil veces al fénix.

Suspiró, un cosmos saludó directamente al suyo. Sin poder evitarlo dejó salir una ligera sonrisa.

Pudo ser peor.

—Pero que suerte tienes —Le dijo Camus reconociendo el cosmos de quien acababa de llegar al décimo templo —A mí me tocó el incompetente de Hyoga y a ti te toca con esa belleza de mujer

—¿Belleza? —Preguntó Afrodita confundido —¿Desde cuándo te parece ella una belleza? —Ahora fue Camus quien miró confundido —No me malentiendas, a mí sí me parece una belleza, pero tú, jamás te expresaste así de ella

—No es tan interesante como para quitarme el sueño, pero como todo hombre y humano tengo ojos y esa mujer lo tiene todo. Llama mi atención desde hace mucho tiempo, solo que me parece muy complicada, para terminar enredado con ella.

—Es de esos problemas en los que no te quieres meter

—Exacto. Un problema de esos que te ínsita, pero del que prefieres mantenerte alejado

—Ella no es tan complicada, ni perversa como parece

—No me ha hecho la tarea fácil. Me rechazó en dos ocasiones diferentes

¿De quién es el bebé?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora