Galletas

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Templo de Leo

Así se sentía la libertad. Aioria suspiró, por fin su turno había terminado, ya no tenía que lidiar con el bebé ni con Seiya, especialmente con Seiya, que a pesar de lo mucho que lo respetaba y de cierta forma admiraba, terminó siendo una auténtica pesadilla. Muy rencoroso para el gusto del león, ni Marín se había comportado de manera tan insufrible como lo hizo el Pegaso.

Pero la semana terminó, él ya estaba libre del tormento, solo tenía que esperar los siguientes dos turnos y se marcharía con Milo a investigar exactamente lo que había pasado. Aioria rogaba que el niño no fuera suyo, pero de serlo no le importaba mucho, el pequeño Eryx era adorable, tendría un hijo hermoso, inteligente y malicioso. Por lo que tenía que encontrar la forma de conquistar a Marín de resultar ser su hijo.

—Está todo listo —le dijo Seiya, él por su parte sostenía entre sus brazos al bebé—. Me alegra no estar más en este lugar

—Sí, yo tampoco quiero volver a verte.

—Fui una gran ayuda, sin mí no hubieras logrado esta misión

—Qué curioso, diste más problema que Eryx y fuiste inclusive más insoportable

—¿Querías una mejor compañía? —Aioria asintió de manera obvia—. ¿Como te digo? —Se cruzó de brazos—. Si no hubieras engañado a Marín, ella te habría acompañado, pero como fuiste un desgraciado, pues me tocó a mí aguantar este suplicio

—¿A ti?

—Sí, Aioria todo esto es tú culpa. —señaló al pequeño

—No es mi hijo

—¿Seguro? —Leo suspiró

—Vamos a Virgo. —Sólo quería deshacerse de Seiya cuanto antes

Templo de Virgo

Shaka se levantó temprano, preparó la habitación y se dispuso a recibir a sus visitas. No. Él no estaba tranquilo, a decir verdad, estaba resignado, no estaba de acuerdo con tener que cuidar del nene, pero en vista que era imposible ir contra las reglas, no le quedó de otra que prepararse, física y psicológicamente para aceptar que en algún momento la paz terminaría en su templo.

El templo de Virgo se caracterizaba por la tranquilidad de sus guardianes, por lo que en el lugar se sentía un ambiente sereno y como todos sus antecesores, Shaka se encargó de mantener la sexta casa en completo orden y serenidad. Pero siempre hay una primera vez para todo y a él le tocó la peor parte. Un bebé en el templo de Virgo.

¿Quién se habría imaginado eso?

Dejó de compadecerse y salió al encuentro de la realidad, la meditación ahora cambiaría por un ruido extenuante del llanto de un niño; se paró en el umbral del templo y contempló el cielo greciano esperando por su castigo.

Su pensamiento se desvió, ahora un poco más allá de los doce templos, estaba agobiado y se sentía melancólico y la causante de ese malestar tenía nombre propio.

Alejandra.

¿Qué había hecho él para que ella se alejara? De un tiempo para acá Alejandra lo evadía y era experta en el tema, muy audaz. Ella era de esas personas que no pierden nunca, las que no ganaba las empataba, pero siempre se salía con la suya.

Suspiró, tal vez cuando terminara su turno podría hablar con ella claramente, porque lo único que sabía, era que ella no quería problemas con alguien.

¿Quién era ese alguien?

—¿Por qué tan pensativo Shaka? —le habló una voz femenina

—Hola —Saludó a la recién llegada, contemplándola con una ligera sonrisa—. Yo siempre ando pensando en muchas cosas. Es agradable verte tan temprano. ¿Qué te trae por aquí? ¿Vas con el maestro?

¿De quién es el bebé?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora