Malditos Celos

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Templo de Tauro

Había sido una semana tranquila, Aldebarán y Linda superaron satisfactoriamente la misión de cuidar al bebé. El toro no podía sentirse más afortunado, su hermosa novia le ayudó bastante, con paciencia y perseverancia ambos, como una pareja habían salido invictos de aquella prueba y era un hecho que él y ella estarían preparados para lo que sea.

Dentro de la segunda casa, Aldebarán acunaba a Querubín entre sus grandes brazos, mientras que Linda preparaba la cena. Observando los pequeños ojos del nene, sonrió al ver a su improvisada familia y pensó que todo ello sería una realidad en unos cuantos años.

Recordó cuando conoció a Linda, ella salía del jardín con un grupo de niños sonrientes, apenas la vio se quedó sin habla, la mirada de Aldebarán no era como la de un hombre normal observando a una mujer, no, todo lo contrario, él se enamoró de ella a primera vista, la quiso de inmediato, no por ser hermosa, sino por esa aura bella que iluminaba el día, exactamente su día.

En ese momento, cuando él intentó decir algo, se le fueron las palabras, estuvo a punto de un colapso y por poco se desmaya ante ella, pero ella, oh ella, lo atendió de inmediato pidiendo que se acostara en sus piernas mientras él se recuperaba.

¿Cómo olvidar ese día?

A partir de entonces y muy valientemente Aldebarán la invitó a salir, y ella aceptó, se vieron una vez, dos veces, y así hasta que inició una bella y fuerte relación. Jamás en la vida, el toro se había sentido tan feliz al lado de alguien; se casaría con ella, eso era un hecho, porque ya había un anillo y ya la propuesta había sido dicha. Un sí y una sonrisa.

Linda usaba la joya en la otra mano, por ahora, porque ninguno de los dos quería anunciar su amor hasta no tener todo listo. Sí, se casarían, pero tenían que arreglar algunas cosas y organizar otras, cuando ya todo estuviera preparado, llegarían las invitaciones. Entonces Aldebarán y Linda homenajearían su amor ante el mundo entero, como esposos, como amigos, como amantes, como un todo.

El santo era feliz, su amor era real y recíproco, y aquella semana al lado de su bella novia le daban más valor y decisión para seguir adelante, los niños vendrían y ellos dos harían su mejor esfuerzo para hacer de sus hijos, personas maravillosas. Ojalá los días de paz continuarán así, al lado de ella.

Sonrió y se entristeció, Querubín dejaría el templo de Tauro, y pasaría a manos de los gemelos, se preocupó, ¿harían ellos un buen trabajó?

—Debes ser fuerte Querubín —le dijo al nene

Villa Rodorio

Shaina caminaba por las calles del pueblo, estaba allí porque había encontrado a un niño que buscaba desesperadamente a sus padres. Después de mucho investigar la familia se había reunido, y ahora la cobra podía respirar tranquila y continuar con su rutina. Caminó con frescura hacia el Santuario, se permitió disfrutar del viento y el sol, estaba serena y satisfecha.

Una esencia conocida llamó su atención, a su encuentro llegaba muy sonriente Shaka, traía en sus manos una bolsa y llevaba puesto ropas de entrenamiento y al igual que ella, estaba muy tranquilo disfrutando de un paseo por el pueblo.

—Shaka. ¿Cómo estás? —le sonrió alegremente

—Muy bien, comprando algunas cosas —señaló

—Y disfrutando del día

—Así es ¿te diriges al Santuario?

—Sí ¿vamos los dos?

—No podría tener mejor compañía

Caminaron juntos por los largos terrenos que separaban al pueblo del Santuario, entretenidos, conversando y riendo subieron los peldaños para llegar a su destino. Shaina le contaba una anécdota a Shaka, y él estaba tan pendiente de ella que ninguno se dio cuenta que alguien los miraba de forma pesada, cuando la pareja llegó delante de aquella persona, se quedaron mirándolo con curiosidad.

¿De quién es el bebé?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora