24. No puedo hacerlo

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La mañana siguiente Miriam la pasó haciendo limpieza general. Cuando estaba preocupada por algo ponía la casa patas arriba para después devolverla a su estado original. No paraba de darle vueltas al tema, Me gusta Carlos, se repetía una y otra vez.

- Pues que bien... Si lo llego a saber no habría hecho las paces con el -  se dijo Miriam.

Cuando ya hubo colocado todo en su lugar Miriam bajó a comer algo en el bar de la esquina, después de haberse hartado de limpiar no le apetecía ensuciar nada. Mientras bajaba se encontró con Nacho, su vecino llegaba de comprar el pan y se la quedó mirando con una sonrisa.

- Hola doctora, ¿a trabajar?

- Hola abogado- contestó ella devolviéndole la sonrisa.- pues no, hoy tengo libre. Voy al bar de la esquina a comer algo, llevo de limpieza toda la mañana y no me apetece meterme en cocina.

- Pues, si quieres, yo tengo esperando una tortilla de patatas enorme y una ensalada riquísima.

Miriam lo pensó, el 90% de las veces que había entrado en casa de su vecino había terminado desnuda. Quizá fuera una buena idea para olvidarse de su compañero. Miriam aceptó la invitación y entró seguida de Nacho.

Disfrutaron de un rato agradable, la tortilla estaba buenísima y Nacho era muy divertido. Después de comer, Miriam, ayudó a recoger la mesa y estando en la cocina, Nacho la abrazó por detrás y empezó a besarle el cuello, sabía que le encantaba. Miriam cerró los ojos, las manos de nacho subían y bajaban por su cuerpo y a ella se le aceleró el corazón. Nacho le dio la vuelta, le cogió la cara y le dio un largo beso en los labios. Miriam, aún con los ojos cerrados, intentaba disfrutar como había hecho tantas veces y, de repente, en su mente no era Nacho quien la besaba sino Carlos. Empezó a disfrutar del beso hasta que abrió los ojos y volvió a la realidad.

-Para, para Nacho, perdona.

-¿Que pasa? - Su vecino la miró confundido.

-Lo siento, es que... - Miriam suspiró y se llevó las manos a la cara.- Perdóname, no puedo hacerlo, no puedo dejar de pensar en otra persona. Perdona.

Nacho sonrió - Tranquila, no pasa nada - soltó a Miriam y se apartó un poco. - Tengo un bote de helado de chocolate ¿nos sentamos y me cuentas?

Miriam se sintió aliviada con la reacción de Nacho, desde que la había ayudado con el acosador se habían hecho más amigos y aceptó ese helado. Se sentaron en el sofá y Miriam repitió lo que había contado la noche anterior a su cuñada. Nacho no la interrumpió, la dejó hablar hasta que se quedó sin nada que contar y luego le dio un par de consejos. Miriam salió feliz de casa de su vecino.

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