(Yeray)
No podía concentrarme en absolutamente nada. Desde ayer, lo único que ocupaba mi mente era Carlos. ¿Por qué? No lo sé.
Solo sabía que no podía dejar de pensar en él, y eso no era algo muy bueno que digamos.
— ¿Qué te pasa Yer? —esperaba que mi estado de ánimo pasara inadvertido para Santiago, pero al parecer, no fue posible.
— N-nada... solo, estoy nervioso por lo de la n-nueva escuela —dije lo primero que se pasó por mi mente, esperando que me creyera.
— Mmm... bien, no te interrogare por esta vez —sonrío divertido y un poco amenazante. Pero al menos lo había dejado pasar.
Suspire y le sonreí de vuelta, pero sin ese gesto un poco tétrico. Continuamos caminando hacia la nueva escuela y no volvimos a mencionar el tema.
***
— Soy Santiago y él es mi amigo Yeray. Los motivos por los que nos transferimos no les importan, nuestra edad tampoco les importa, nuestros pasatiempos y gustos mucho menos. Nosotros hacemos las preguntas aquí, y ustedes solo son simples intentos de acosa- ¡digo! investigadores —al acabar su “presentación”, y de paso al mía, Santiago me tomo la muñeca y me llevo arrastras hasta la última fila, pues solo ahí había asientos disponibles.
— Eso fue algo... interesante joven Santiago —el profesor estaba asombrado por la actitud de Santiago, y pues ¿quién no? es un jodido bipolar—. Joven Marcos y joven Diego, ustedes serán los responsables de mostrarles las instalaciones a los dos nuevos alumnos, ¿entendido?
Vi como un chico pelirrojo y uno rubio asentían con la cabeza, y volvían a escribir algo es sus teléfonos. Al parecer el profesor no tenía problema con el que se enviaran mensajes de texto en clase. Raro.
— Hay, Yer. Como que el profesor es un poco raro, ¿no? —me susurro Santiago una vez el maestro se dio la vuelta para comenzar a escribir quien sabe que sobre la masa atómica.
— Aquí el raro eres tú. ¿En qué has pensado para quitarle de su ensalada de manzana?
— ¡Hey! Te dije que tenía hambre, pero a ti no te importo y decidiste apresurarte a salir
— ¿Cuándo fue eso?
— Por la mañana... —dijo como si fuese lo más obvio del mundo— mira que todo el día has estado muy extraño. Como ausente o despistado... más de lo usual
— ¡Yo no soy despistado!
— Jóvenes, no por ser los nuevos tolerare faltas de respeto de su parte. Les pido que se callen y pongan atención —vaya, el profesor es directo.
Ninguno de los dos le reclamo, y solo hicimos lo que nos pidió. Yo quería librarme de ese pensamiento que no me dejaba en paz, y a Santiago parecía haberle dado otro de sus ataques de bipolaridad y se había quedado muy serio. Bueno, quizás con algún dulce se le pasara.
El resto de la clase transcurrió de forma rápida. Y Santiago no me había dicho más que monosílabos cuando le decía algo, pero ya me había acostumbrado a sus bajones de energía, o como yo le decía, bipolaridad. Él no estaba realmente enfermo, solo que era —como ya había dicho— un poco raro.
Para cuando me di cuenta, los cuatro profesores, correspondientes a las cuatro clases que tocaban antes de receso ya habían venido y se había vuelto a ir. Los alumnos se fueron sim prestarnos mayor atención, lo cual me pareció aún más extraño, pues pensé que tendrían mil y un preguntas que hacernos a Santiago y a mí, pero por mi mejor mientras eso no pasara.