(Yeray)
Cuando llegue al hospital no tarde ni dos segundos en recibir un mensaje de Santiago diciendo que era un mal amigo y que ya la pagaría, pero sabía que no me haría nada grave, así que me concentré en el trabajo que ahora debía realizar; cuidar de Carlos.
Sonreí de forma interna por la idea de pasar más tiempo con él, y me dirigí a la habitación donde se encontraba.
— ¡Yeray! —exclamo mi padre cuando me vio ir hacía donde estaba mi paciente, y me detuvo con una expresión nerviosa.
— ¿Qué pasa? —pregunte preocupado, pues él generalmente estaba sereno.
— No debes verlo todavía —dijo recuperando algo de su manera seria e inexpresiva de ser, pero aún se notaban sus nervios.
— ¿Por qué no? —fue lo primero que dije, comenzando a perder mi calma. Yo solo quería verlo y... saber que estaba bien.
— Ha empeorado —dijo simplemente, y yo vi como una enfermera se dirigía hacia la habitación de Carlos, por lo que no dude en correr hacía allá.
El caos era lo que reinaba desde el momento en que te acercabas a más de cinco metros de distancia, pues escuchabas los gritos intentando ser contenidos de alguien. No le permitían hablar, y al parecer era lo correcto, pues ni siquiera parecía que el paciente estuviera en condiciones de hacerlo.
— Los tranquilizantes —escúchela voz de una enfermera, y entonces recordé lo que sucedió el día que llegue. Él solo quería escapar del mundo, pensaba que huir era mejor que intentar buscar una solución. Pensaba que esconderse en la oscuridad era mejor que escapar de ella...pero yo lo ayudaría a buscar una solución.
— Si entras no tendrás más opción que llegar hasta el final, Yeray —la voz sería de mi padre me hizo dudar un momento respecto a lo que decía, pero no me deje llevar por las dudas y solo apresure el paso, intentando llegar no muy tarde.
Pero para cuando pude ver que sucedía adentro... casi, y tan solo casi, me arrepiento.
Tres enfermeras intentaban que Carlos no se escapase o hiriese físicamente a alguna de ellas, mientras que él tenía un pañuelo en la boca, y parecía intentar gritar algo, pero no lograban escucharme más allá de algunos rugidos.
Una de las enfermeras intentaba inyectarle algo a arlos, que no dejaba de forcejear, hasta el punto de ya estar sudando. Sus ojos estaban cerrados con fuerza, y parecía querer huir en ese preciso momento de aquí, e irse a algún lugar en que no pudiese recordar el dolor que seguramente sentía en esos momentos. Pero no uno físico, uno mucho más fuerte y terrible; el emocional.
— ¡Suéltenlo! —grite reaccionando un poco, pero para cuando lo hice ya era tarde: la enfermera había logrado inyectarle los calmantes.
— Salgan de la habitación, pero déjenle otra de las inyecciones —escuche decir a mi padre tras de mí, y las enfermeras solo asintieron antes de salir asegurándose de que Carlos estaba más “calmado”, y perdiendo sus fuerzas a cada segundo.
Él se desplomo sobre la mesa, como si eso pudiera mantenerlo consiente. Y a pesar de todo, aun intentaba decir algo, pero el pañuelo selo impedía.
— Espero sepas lo que haces —dijo mi madre antes de cerrar la puerta, sin darme tiempo a responderle.
Me acerqué algo temeroso a Carlos. No quería lastimarlo ni que él me lastimara a mí, pero estaba seguro de que si fuera necesario, pasaría por todo el dolor necesario con tal de que él estuviera bien.
Sus ojos seguían cerrados, y parecía ya dormir. Lo cual me hizo pensar en cuantos y de cuales tranquilizantes de habían inyectado. Solo algunos pocos que eran muy fuertes actuaban con tal rapidez.
— Ale...—sus susurro me alarmo, ¿estaba despierto o había comenzado a soñar? Opte por creer la segunda opción, pero por como fruncía su entrecejo supuse que el sueño se estaba volviendo una pesadilla.
Sus ojos se abrieron de forma rápida sorprendiéndome, especialmente porque se encontraban llenos de temor y desesperación, y él al ver que donde se encontraba, comenzó a asustarse. Corrió al rincón contrario de la habitación y se hizo un ovillo, dejándome absorto.
¿Era este el mismo chic que hacía momentos luchaba contra tres enfermeras?
— Hey Carlos... tranquilo —intente calmarlo, pero al parecer mi voz solo hizo que escondiera su cara entre sus rodillas.
Me comencé a acercar a él, pero solo provoco que comenzara a temblar de, lo que yo deduje, era miedo.
— Aléjate —susurro de un modo apenas perceptible.
— No lo haré —dije seguro de mi respuesta.
— ¿Quieres ayudarme? —dejo de temblar y pareció que volvía a ser el chico al que yo prefería ver antes que al agresivo, y al temeroso. Aquel chico serio, pero lleno de buenos sentimientos. Aquel que solo era una buena persona a la que le habían pasado cosas malas.
— Si —fue mi respuesta inmediata. Me pareció escuchar una risa por parte suya, pero no pude ni preguntar su fue real.
— Entonces mátame —dijo de forma firme. Sin tartamudeos ni algún tipo de duda.
— ¿Qué? —pregunte atónito.
— Mátame—repitió y levanto su cabeza para verme. En sus ojos había miedo, desesperación, angustia, y quizás algo de enojo, pero por sobre todos esos sentimientos, uno podía sentir el dolor que el sentía con una simple mirada. Podía imaginarse el infierno que guardaba en su corazón, y entonces no quedaba más que la pregunta; si así duele con el solo ver sus ojos, ¿cuánto dolor estaba realmente sintiendo?
Su cara tomo una expresión menos amable, pero sus ojos continuaron del mismo modo. Entonces él se alteró.
— ¡Mátame! ¡Es lo único que te pido! ¡MÁTAME! —sus gritos alertarían a las enfermeras, o a mi padre, por lo que yo, presa del pánico, la confusión y el dolor de sus palabras y mirada, no pude hacer más que inyectarle el resto del tranquilizante, entes de que él realmente comenzara a enloquecer.
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Y eso es todo :D al final si pude publicar antes del sábado, así que espero les guste. A partir de ahora las cosas serán un poquito más complicadas, por lo que espero que no se confundan. Y lo que sucedió con Santiago y el Pelimorado-sin-nombre para el próximo capítulo ;) o depende, según lleguen las ideas a mi cabecita...
Creo que es todo, así que adiós y espero tengan un buen fin de semana (me recordé a esos de la Tv xD)
Les aprecia:
-SS