(Santiago)
Después de que mi “amigo” me abandonara, tuve que cargar al extraño peli-morado hasta mi casa, donde afortunadamente no se encontraban mis padres, pues habrían pensado que yo lo herí o algo así.
El mencionado de cabello pintado se encontraba durmiendo en mi cama, en mi cuarto claramente, pero no sabía porque. Lo pude haber dejado en el sofá. Pero en este momento le estaba admirando dormir en mi cama, mientras yo le veía de cerca, quizás demasiado, sentado en una silla de madera que tenía.
Sus cejas se fruncieron y pareció tener alguna pesadilla. No le había despertado por temor a que se enojara o pensara que soy un secuestrador, pero al ver como sus fracciones cambiaban a las de una persona llena de temor, no lo dude un segundo más.
— Hey chico... despierta —pero tampoco era que quisiera asustarlo, por lo que le habla de forma lenta y cuidadosa.
En solo se revolvió en la cama, pero supe que no era porque me hubiese escuchado o algo parecido, sino porque su pesadilla estaba volviéndose cada vez peor.
— Hay, despierta —mi voz fue más alta, pero por algún motivo aún tenía ese tono de amabilidad que pocas veces usaba.
Él abrió los ojos lentamente, y en cuanto me vio sus ojos se llenaron se sorpresa y algo que me pareció esperanza o ilusión. Pero inmediatamente entro en pánico y se alejó de mí llegando hasta el extremo de la cama, y se hubiese caído, de no ser porque me lance y lo sujete en mis brazos.
Bueno, si caímos, pero el golpe lo recibí yo, pues logre protegerlo en un abrazo. No era nada importante un golpe como ese en comparación a los que ya tenía, pero sentía la necesidad de protegerlo de todo y todos. Como con Yer, pero de un modo más fuerte y distinto.
— ¿Estas bien? —pregunte aun teniéndolo abrazado, y pude sentir como es que comenzaba a temblar.
— P-por favor... no me la-lastimes —sus vos quebrada y acompañada de sollozos logro conmoverme. ¿Por qué me temía? Yo no pensaba dañarlo... todo lo contrario, no quería más que protegerlo.
— Tranquilo. No lo haré —susurre en su oído y el pareció calmarse un poco, pero aun podía sentir la presencia de pequeños sollozos intentando ser contenidos.
Nos quedamos así unos momentos más, hasta que sentí que se calmó por completo pude dejar de presionarlo tan fuerte contra mi pecho.
— Siéntate en la cama. Yo iré por el botiquín para curar tus heridas, ¿bien? —le dije amablemente, y é no hizo más que asentir y hacer lo que le pedí.
Al salir de la habitación sentí la urgente necesidad de volver con él y no dejarle ni un solo momento, pero... ¿por qué?
Camine hacia el baño por el botiquín, y una vez lo tuve regrese a donde se encontraba el chico, recordando que le debía preguntar su nombre.
Al entrar en la habitación me quede conmovido, pues estaba abrazando mi almohada a la vez que inhalaba fuertemente el aroma que esta desprendía. ¿Quién diría que ese chico de cabello raro podía llegar a ser tan tierno?
Cerré la puerta a lo que él se sobresaltó, y dejo la almohada rápidamente. Pude ver como sus mejillas tomaban un claro tono carmín, logrando no más que terminar de conmoverme. ¿Por qué este chico me producía tan extrañas sensaciones, cuando ni siquiera conocía su nombre?
— Antes que nada... —en subió la mirada y la fijo en mí, prestando una total atención a mis palabras— me gustaría saber tu nombre.
— E-Eduardo —pese a hacer apenas escuchado lo que dijo, estaba seguro de que era la voz más melodiosa que había escuchado nunca. Inclusive mejor que la de Yer cuando canta, y eso que lo hace bastante bien.