𝐎𝟓.

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Una voz sonó por la sala. Me giré sorprendido, esperando encontar al causante de su sorpresa en su nueva celda. Sin embargo, estaba completamente solo. No había nadie más allí conmigo, ¿quien había pronunciado aquellas palabras? ¿Acaso me estaba volviendo loco ya?

No habían pasado ni unos minutos y ya estaba escuchando voces. Me levanté de la cama y observé la habitación de nuevo, esta vez fijándome en los pequeños detalles. La habían limpiado a conciencia, parecía estar cuidada como si fuera de alguien normal y no de un preso encerrado por la agencia más poderosa del planeta.

Las paredes, con un tono completamente blanco, estaban vacías. No había decoración alguna. Las sábanas olían a recién lavadas, como si hubieran esperado su llegada y lo quisieran tratar como a un huésped más que a un preso. Tampoco iba a poner ninguna queja, prefería vivir con ciertas condiciones.

Los cristales de la ducha también estaban impolutos, con unas toallas bien plegadas sobre la única estantería del lugar. El escritorio, por su parte, desentonaba con la temática. A diferencia del resto, no era blanco. Se trataba de un negro puro, como la mayor oscuridad de la noche. Pasaba mis manos por las paredes, notando cada ladrillo que había construido la sala.

En su pequeño paseo de reconocimiento, encontré una grieta. Habían pintado sobre ella, pero no la habían sellado al igual que el resto del muro. De ahí venía la voz. Aquella ronca y masculina voz que me había hablado hacía unos segundos. Al parecer si había alguien más en aquella prisión. Regresé de mi largo viaje mental y contesté, algo desconfiado del hombre que se encontraba a mi lado.

— Sí. Nunca antes había estado en una prisión. Pero tampoco la esperaba así. Es demasiado... ¿cómoda? — intenté parecer amable con el otro prisionero.

— ¿Cómoda? Já — soltó una sarcástica y mezquina carcajada, burlándose de mis palabras — No has pasado más de unos minutos aquí. Cuando lleves días, incluso semanas, entenderás que no todo lo que parece oro lo es.

— ¿Tú cuando llevas aquí? Hablas como si hubieras estado encerrado una eternidad.

— Tal vez lo haya estado. Tal vez la mente es la propia prisión del alma; y por ello todos estamos encerrados por el resto de nuestros días — reflexionó el hombre de la "otra" celda — Pero para responderte a tu pregunta, llevo unos dos meses.

— ¿Por qué estás aquí? Quiero decir, ¿por qué llevas aquí tanto tiempo? Pensé que ésta era una prisión de paso, solo esperabas a tener un veredicto y te mandaban a una normal.

— Eres un niño muy insolente. La curiosidad mató al draugar, o eso decís por aquí, ¿no? No conozco completamente el lenguaje de esta tierra de inéptos. Además, tampoco te has presentado. Grosero de tu parte, si se me permite decirlo.

Callé. No sabía si debía revelar mi identidad a aquel extraño hombre. No me inspiraba nada de confianza, pero al mismo tiempo su voz tenía algo que me atraía a seguir conversando, a escuchar lo que tenía que decir.

Me senté sobre el colchón, pegando mi cuerpo a la pared donde se encontraba aquel agujero. Tal vez, y con un poco de suerte, podía ver su rostro y deducir con quien estaba tratando. No podía tardar demasiado o se daría cuenta de que le estaba ignorando.

— Sí, lo siento. No ha sido muy educado por mi parte, disculpa los modales. Me llamo Zachariah Scratch — contesté con el primer nombre que se le vino a la mente, esperaba que fuera creíble — No sé por qué estoy aquí, ni tampoco sé si alguna vez me sacarán de aquí o pasaremos tiempo como compañeros.

— No somos compañeros. Eres tú quien ha comenzado con las estúpidas preguntas, Zach. ¿Te puedo llamar Zach? Me importa una mierda si puedo o no, lo haré de todos modos — su tono era soberbio, definitivamente se creía más que yo y que el resto de los vivos — Ambos sabemos que estás mintiendo, sí sabes que ha ocurrido y por qué estás aquí exactamente. Si no quieres contarme, no lo hagas, tampoco me importa. Pero no me mientas, pequeño trozo de basura.

𝐍𝐮𝐞𝐬𝐭𝐫𝐚 𝐏𝐫𝐢𝐬𝐢𝐨́𝐧 ┇ 𝐿𝑜𝑘𝑖 𝑥 𝑀𝑎𝑙𝑒 𝑅𝑒𝑎𝑑𝑒𝑟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora