Atrapado por tu Amor

Capítulo 20: De Sueño a Pesadilla

DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen pero la historia sí, por lo que NO AUTORIZO para que esta se modifique o publique en otro lugar.

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Capítulo 20: "De Sueño a Pesadilla"

Podría vivir sólo de sus besos, porque con cada uno de ellos parecía recibir sólo vida. Amaba tanto a Inuyasha ¿podía ser que cada segundo que pasara pudiera amarlo más y más? Casi se quedaba sin aliento, su estómago se llenó de cosquillas, los suspiros de su querido Inuyasha la hacían desfallecer, delirar.

Inuyasha le quitó el resto de ropa y la tendió sobre la cama, ella se aferró a su cuello casi con desesperación, ya se acostumbraba al peso de cuerpo masculino sobre el suyo, aquello la emocionaba, sentía que estaba protegida bajo su pecho, sus brazos, sus piernas.

Inuyasha apartó su boca de la suya dejándola ansiosa, la sujetó de las muñecas contra la colcha de la cama, la muchacha lo miró expectante, agitada y también turbada. La mirada ámbar de su adorado esposo era como un mar de cálido miel.

- No vuelvas a salir sin avisarme... estaba loco sin ti...

Ella no le respondió, pero estaba impresionada de sus palabras tan fervientes, tan apasionadas y posesivas. Él se acercó a su boca con ímpetu y la besó otra vez con más vehemencia, más pasión, más tensión que nunca. Kagome le acarició el pecho y le quitó la camisa casi con desesperación, sentía que se consumía de deseo, de calor, de ardor por él y lo necesitaba urgentemente unido a ella, por eso enrolló sus piernas a sus caderas, reteniéndolo, provocándolo con el embiste de sus caderas. Inuyasha gimió ronco, casi como una bestia descontrolada y en celo, él tomó una mano de Kagome que estaba sobre su pecho y entonces ambos se miraron desafiantes. El hombre se excitaba más al ver el rostro inocente y sonrojado de su joven esposa pero que sus ojos castaños estaban llenos de indudable deseo que lo miraban fijamente, anhelantes. Inuyasha esbozó una sonrisa más que sensual.

- ¿Me deseas?

Los labios entreabiertos de Kagome temblaron para decir una palabra, pero no emitió sonido alguno, él sonrió más casi provocándola, llevó su mano hasta su ingle y retuvo la respiración esperando su respuesta. La joven palpó su sexo erecto y su deseo aumentó, ansiosa por él se soltó con voluntad de su mano y le desabotonó el botón, Inuyasha se acercó y la besó nuevamente quitándose él mismo lo que le quedaba ropa y aplastándola con su cuerpo desnudo contra la cama.

- Te deseo, te deseo...- Gimió Kagome rendida y extasiada, brindándole una vez más todo su cuerpo y apoderándose del suyo, como cada noche desde que se habían casado.

Hicieron el amor por horas hasta que se quedaron dormidos, cansados y exhaustos. La luna brilló allá afuera con su último pedacito de luz, pronto a convertirse en luna nueva y desaparecer del cielo nocturno, el viento sopló más fuerte, los arboles se mecieron casi tocando sus hojas con el suelo, los búhos comenzaron a ulular, un par de lobos aullaron en las montañas, lejos, pero no tanto como deberían. Kagome, dormida aun, se aferró a la cintura desnuda de Inuyasha y recostó su cabeza sobre su pecho buscando el calor y la protección que inconscientemente anhelaba.

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El caballo pateó el suelo y de su nariz salió algo de vapor, se movió y corrió por la pradera casi desbocado, Inuyasha estuvo a punto de caer pero fue capaz de domarlo un poco y detenerlo.

- Maldición...- Masculló bajando de un salto del equino, sujetó las riendas y le acarició el hocico esquivo-... ¿por qué eres así? Debes ser dócil, eres el regalo de mi esposa.