El ambiente se volvió algo tenso, Klaus ni siquiera me miraba a los ojos, su pulso estaba acelerado, su respiración se ajito y sudaba frio. No entendía porque su comportamiento había cambiado tan de repente, el que Elijah estuviera de regreso no debía de ponerlo de esa manera.—Nos disculpan un momento— dije levantándome de la mesa.
Tome a Klaus de la mano y salimos a la calle un momento, salimos para que a Klaus le diera el aire frio y yo pudiera hablar con el tranquilamente. En cuanto estuvimos ambos solos soltó un largo suspiro y escondió su rostro en sus manos.
—Creo que necesitamos un descanso— dije apartando sus manos de su precioso rostro.
— ¿Ya no quieres hacer esto? ¿Es por Elijah? — pregunto exaltado.
—Claro que no, me refiero a que deberíamos de escaparnos unos días, solo tú y yo—
Una dulce sonrisa se dibujó en su rostro, sus facciones se volvieron más sutiles y su ritmo cardiaco volvió a la normalidad. Asintió con la cabeza y me acerco un poco más hacia el con delicadeza, lo abrace y recargue mi cabeza en su pecho mientras el coloco su mentón en mi frente.
[...]
Tarde en lograr convencer a Niklaus de ir a Nueva Orleans, el me conto sobre lo que pasaba desde que su viejo amigo Marcel se había adueñado del lugar, a mí no me daba miedo un vampiro con el ego alto, era algo que sabía manejar ya que tenía a Damon como hermano.
Por fin accedió con la excusa de que nadie me haría daño por ser la futura esposa de Klaus Mikaelson, lo único que me importaba es que había accedido, desde que Rebekah me conto sobre su vida en Nueva Orleans yo soñaba con la idea de caminar por las carnaval de la mano con Klaus. Esa fantasía se había convertido en realidad ya que justo en ese momento ya estábamos caminando en las calles empedradas de Nueva Orleans tomados de la mano bajo el sol.
La última vez que yo había estado aquí fue hace 50 años, Marcel ya había reclamado la ciudad como suya, pero era tan joven y no me importaba meterme en problemas, por más que Marcel siempre me regañaba por hacer lo que quería, nunca llego a reprenderme de alguna forma.
Mi razón de estar aquí no era solamente era pasármela bien con Klaus, quería estar de nuevo en este lugar y ver si era el lugar indicado para nuestra boda. Solo esperaba que ni Marcel ni las brujas locas estuvieran muy agresivos y nos dejaran hacer nuestra ceremonia en paz.
— ¿En que piensas? — le pregunte a Klaus.
—Tengo muchos recuerdos en este lugar, todo esto era mío, yo era el rey y me encantaría volver a serlo— se giró y se colocó frente mío —Y que tú seas la reina—
Sus ojos se iluminaron al decir su idea en voz alta, se le veía la ilusión en la cara al esperar mi respuesta. Estaba enamorada de Nueva Orleans desde que la conocí y pensar en adueñarnos de este lugar me llenaba de ilusión a mi también, comenzar nuestra vida de casados aquí y devolverle la ciudad a los Mikaelson era nuestra nueva misión, pero claro, después de la boda.
—Me encantaría— dije sonriendo.
Me acerqué para abrazarlo por la cintura y apoyar mi cabeza en su pecho. Estábamos
—Amor, no puedo esperar a que ya seas mi esposa— dijo besando mi frente.
—Casémonos aquí— dije sonriendo.
Klaus lo pensó unos instantes antes de darme su opinión, suponía que aún seguía pensando en lo que Marcel había hecho con esta ciudad. Pero nada ni nadie nos podía decir que hacer, siempre hacíamos lo que se nos diera la gana y elegir el lugar de nuestra boda no sería la excepción.
—Lo haremos el Viernes ¿Te parece bien?— respondió a mi sugerencia.
Sonreí y di saltitos al rededor de él, estaba emocionada por ya tener casi todo para la boda, solo faltaba traer a los invitados para acá.
Esa tarde Niklaus y yo estuvimos paseando por cada una de las empedradas calles de Nueva Orleans, el me contaba sobre cosas que habían pasado aquí siglos atrás, cómo habían tenido que huir debido a su situación con su padre. Yo le prometí que jamás permitiría que una cosa así volviera a suceder.
Al adentrarnos aún más al barrio francés pudimos escuchar que la gente murmuraba sobre nosotros, algunas brujas ya me conocían de lejos, sabían que era la única vampiresa que no le obedecía a Marcel. Eso les daba miedo.
Otras tantas ya conocían a Niklaus, bueno, ya habían oído hablar sobre el híbrido original y todas las leyendas que se dicen sobre él. Pero a Klaus no le importaba y a mi tampoco, eran solo un bulto de brujas chismosas que querían ver que estaba sucediendo.
El ambiente se tornó más denso en cuanto comenzaron a rodearnos vampiros, Klaus y yo supusimos de inmediato que eran parte de la secta de locos de Marcel.
—Quítate me estorbas— le dije a uno que se posicionó justo delante de mi.
—Veo que la pequeña Salvatore no es muy lista ya que para volver al territorio de Marcel hay que ser muy valiente o muy tonto— dijo el chico rubio.
—Cuida tus palabras— dijo Klaus apartándolo de mí.
Klaus lo tomó del cuello y rápidamente lo mordió hasta que sangrara, eso seguramente lo mataría y el pobre vampiro no tenía ni idea.
—Soy Klaus Mikaelson, soy el híbrido original y ella es mi preciosa Catalina y el que vuelva a acercarse a ella se muere— habló Klaus molesto.
Se despejaron un poco los demás vampiros, retrocedieron al ver que su compañero no podía moverse debido al fuerte veneno de licántropo que ya estaba en su sistema.
Una sombra bajo del tejado de una de las tiendas esotéricas, camino hacia nosotros y se le notaba igual de molesto que Klaus.
—No se porque no te mate antes niña—
—Porque no te atreviste Marcel—
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Cᴀᴛᴀʟɪɴᴀ | Klaus Mikaelson
Vampiros-¿Qué pensarán Stefan y Damon si se enteran que me enamoré de su hermanita?-