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Cada segundo que pasaba se hacía una tortura para Akaashi. Tenía mucho sueño, tanto que no podía concentrarse en la clase y además tenía sus emociones suprimidas, aquello le generaba algo de ansiedad, pero debido al medicamento, no le generaba tanta como para pedir ir al baño y lavar sus manos, aunque quería hacerlo igualmente.

—Akaashi, ¿estás bien? —escuchó una voz femenina que lo llamaba. Tenía su mirada fija en su libreta la cual estaba vacía. Levantó su vista con lentitud hacia su maestra de literatura, es decir, la madre de Bokuto.

El menor negó con su cabeza con levedad entrecerrando sus ojos.

—¿Necesitas ir al baño? —preguntó agachándose para quedar frente al mismo. Aquel gesto le recordó a Bokuto. Negó nuevamente—. ¿Quieres dormir?

—¿Puedo hacerlo? —preguntó, como si estuviera a punto de hacer algo malo.

—En mi clase sí. Kotaro puede pasarte los apuntes de esta clase. Descansa un poco, ¿si? —le sugirió levantándose para así hacer una pequeña caricia en su cabeza.

Akaashi cerró sus ojos y se apoyó sobre su libreta, para así segundos después quedarse dormido.

...

—Akaashi... —una voz le despertó—. Akaashi, despierta.

Abrió sus ojos con lentitud, acomodándose en la silla mientras tallaba sus ojos. Se encontró con su amigo, y aquellos grandes ambarinos mirarlo con atención.

—¿Dormiste bien? —preguntó ladeando su cabeza.

—Sí... eso creo —respondió un poco confundido. Soltó un suspiro.

—Todavía te queda un poco de tu jugo.

Akaashi lo miró unos segundos sin decir mucho.

Bokuto maldijo en su interior.

Estaba volviendo a ser como en un principio. «¿Por qué le dieron esas pastillas?» pensó molesto Bokuto.

—Akaashi... ¿Por qué te dieron esas pastillas?

—No lo sé. Mi abuela me las dio... y yo solo las tomé —respondió con simpleza.

Segundos después sintió la fuerte necesidad de ir al baño a lavar sus manos, a lo que tomó de un sorbo lo que le quedaba de su juego, para así levantarse con algo de brusquedad de su puesto, sorprendiendo a Bokuto quien le miraba con los ojos muy abiertos viendo cada acción que hacía. El pelinegro salió del salón con rapidez siendo seguido por el de ojos ambarinos. Este último no sabía lo que estaba pasando realmente, pero iría a donde Akaashi fuera.

Ya cuando el más bajo llegó al baño inmediatamente mojó sus manos con agua del grifo y comenzó a lavarlas, sin jabón. Bokuto le miraba sin saber qué decir o hacer.

—Por favor, no mires mis manos —dijo con cierta incomodidad el ojiazul.

—Está bien —respondió sin más desviando su mirada hacia el techo mientras abultaba sus labios.

«¿Por qué tiene que pasarme esto a mí? Iba tan bien... tan malditamente bien...» pensaba Akaashi.

Pensaba constantemente en que había estado avanzando con la ayuda de Bokuto, quien le había tenido mucha paciencia, y él era consciente, en cierta parte.

—Lo siento —dijo mirando al chico más alto directamente a sus ojos, dejando que las gotitas que habían en sus mojadas manos cayeran al suelo.

Bokuto ladeó su cabeza, un poco confundido.

—¿Por qué pides perdón? —preguntó acercándose un poco al chico.

—Sé que... habíamos avanzado algo... y ahora... todo... —balbuceó, pero antes de que terminara de hablar, Bokuto tomó sus manos.

—Akaashi... ¡podemos intentarlo todas las veces que quieras! No vamos a dejar de ser amigos con tanta facilidad, así que por favor no te deprimas por esto. ¡Vas a salir adelante! ¡Yo sé que tú puedes hacerlo! Así que no te deprimas, por favor... —pidió apretando sus manos y mirándolo a los ojos.

Akaashi apretó sus labios, como en un acto reflejo de querer llorar pero sin poder hacerlo realmente.

«Sus manos son cálidas... a pesar de que mis manos estén frías... » —se dijo a sí mismo mirando sus manos unidas.

Odiaba sus manos. Decía que eran feas y muy grandes.

—Gracias... gracias por estar a mi lado y no irte... —murmuró mirando a los ambarinos.

Bokuto sonrió.

—¿Te sientes un poco mejor? —preguntó con voz dulce.

Akaashi asintió con su cabeza.

...

El día siguió su curso con cierta normalidad dentro de lo que se podía, sin embargo Akaashi seguía distante frente a Bokuto, haciendo sentir mal a este último. No lo hacía a propósito, simplemente reaccionaba como tal.

—¿Definitivamente no irás al entrenamiento de hoy? —preguntó Konoha mirando al pelinegro, quien asintió con su cabeza con timidez.

Bokuto había dicho que se podían juntar con ellos a la hora de almorzar. La verdad es que no quería dejar a su amigo solo en esas condiciones.

—Es una pena... —comentó el mismo—. Realmente necesitamos a un armador, no tenemos ninguno.

Aquellas palabras que para una persona común serían de aliento, para Akaashi eran todo lo contrario. Se sentía obligado a ir, pero no quería hacerlo. Simplemente esas ganas de los otros días ya no estaban allí, y se molestaba por no poder expresarse adecuadamente.

Tampoco es como si se molestara, aquellas pastillas suprimían gran parte de sus emociones.

Se sentía como un robot.

—Konoha, si Akaashi no tiene ganas de ir no tiene que forzarlo... —comentó Sarukui mirándolo.

El chico solo chasqueó su lengua. Solo intentaba hacerle sentir mejor y animarlo.

Obviamente estos dos no sabían nada de la vida del pelinegro, pero era mejor para él, según el mismo.

Las clases terminaron. Apenas tocó la campana para anunciar su termino, Akaashi tomó sus cosas con cierta rapidez y saló rauda del salón. No tenía ganas de hablar con nadie más.

Ni siquiera con Bokuto.

Distante | BokuAka [CANCELADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora