No quiero perderte

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Narra Eli:

Desperté con un dolor de garganta insoportable. Miré mi reloj en la mesita de noche, y marcaba 3:30 A.M. El dolor no me dejaba dormir, por lo que opté por ir a la cafetería y ver si conseguía algo para alivianar mi garganta. Después de todo, la cafetería está abierta las 24 hs.

No pude encontrar mis pantuflas, por lo que decidí ir sin ellas. Mi pijama no era de todo conservador, así que rogué que no haya nadie vagando por el campus a esta hora.

Salí y me fui a la cafetería. A mitad de camino me arrepentí de no haber tomado un abrigo. Estaba temblando de frío pero aún así seguí caminando.

Los pasillos estaban desiertos, me tranquilicé ya que nadie iba a verme con las pintas que llevaba. Iba caminando sumisa en mis pensamientos cuando choqué con algo, más precisamente, con alguien.

—Logan, ¿qué haces despierto a esta hora? —dije con la voz ronca.

—Misma pregunta —dijo él, observando mi atuendo—. Lindo pijama —agregó en tono de burla después de verme.

—Ey, ¿cuál es tu problema con la mujer maravilla? —dije medio riendo.

—Ninguno, ¿no tienes frio? —preguntó mirando como temblaba.

—Sí y mucho.

—Toma —dijo sacándose la sudadera para dármela a mí. Sé que dije que intentaría alejarme, pero sentía que en cualquier momento me daría hipotermia si no la aceptaba.

—Gracias —dije agarrándola. Olía a él, por un momento su perfume me cegó. Se sentía como si él estuviera abrazándome en ese momento. Su sudadera llegaba por debajo de mi muslo y logró calmar el frío.

—Entonces, ¿vas a decirme porque estas deambulando a estas horas? —preguntó con el ceño fruncido.

—Me duele mucho la garganta por el estudio de hoy, y quería ver si encontraba algo en la cafetería que pudiera aliviarme. ¿Y tú? —dije con la misma expresión en mi cara.

—No podía dormir y fui a dar un paseo. Es como que si el destino se empeñara en cruzarnos, ¿no crees? —dijo con una sonrisa.

—Eso parece... —respondí bajando la mirada.

—Ey, yo sé cómo puedes quitarte el dolor de garganta. Ven conmigo —dijo extendiendo su mano para guiarme. La acepté sin dudar. Caminamos por el campus hasta llegar a la despensa.

—Se supone que no debemos estar aquí —dije preocupada.

—Shh, nadie va a enterarse —dijo casi seguro—. Aquí, toma. Nada mejor que una cucharada de miel para aliviar el dolor —dijo tendiéndome el frasco de miel y una cuchara—Vamos a la terraza. Allí no habrá riesgo de que nos descubran.

—Está bien, vamos. —Volví a tomar su mano y nos fuimos de allí.

Al llegar, lo primero que noté fue un sofá, y sin duda la gran vista de la ciudad.

—Es hermoso —comenté susurrando.

—No tanto como tú —respondió, a lo que yo me sonrojé.

Me senté en el sofá y él junto a mí. Comencé a destapar el frasco de miel para comerlo, amaba la miel. Una vez el frasco destapado, comencé a comerla. A la tercera cucharada sentí como el dolor disminuía.

—Wow, tenías razón. Ahora solo siento un cosquilleo —dije sonriendo feliz.

—Lo sé, por eso te lo di. ¿Entonces? —dijo él.

The sound of loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora