Tú Siempre [Teen Wolf]

Capítulo 29

Malia

La entrada de la escuela estaba adornada y muchos adolescentes iban entrando. Se escuchaba la música desde afuera.

-No te muevas -dijo Stiles cuando estacionó el vehículo.

Se bajó del jeep y corrió havia mi puerta para abrirla en un gesto teatral, habiendo una reverencia. Reí ante eso y me ofreció su brazo para caminar juntos. Avanzamos hacia la entrada, donde habían unos seis chicos delante de nosotros.

Justo en ese momento llegó Scott junto a nosotros y cuando ya era nuestro turno de dar los nombres, Lydia se venía acercando a nosotros con un largo vestido verde.

-Todos se ven muy bien, chicos.

-Gracias, también tú -le dijo Scott a Lydia.

-Gracias, ¿entremos?

Todos asentimos. Pasamos Stiles y yo primero y luego los chicos. Una vez adentro la música inundó mis oídos.

Estábamos en la cancha que casi no la reconocí por los adornos, las mesas, las luces, la pista de baile... Se veía muy bien todo.

-¿Te gusta? -me preguntó Stiles-.

-Sí, claro -dije sin mirarlo, pues mi vista paseaba por el techo, las guirnaldas y la bola disco-. ¿Quién decora todo esto?

-Hay un comité estudiantil encargado de eso.

-Quedó muy bien.

Fuimos a tomarnos algunas fotos en grupo a un arco de globos que habían en un apartado y ahí fue cuando Lydia notó mis botas. Me regañó un poco pero al final se calmó.

Luego nos sentamos en una mesa, conversamos, comimos y bebimos un poco y luego nos fuimos a bailar. En la pista nos encontramos a Liam, Hayden, Corey y Mason.

Movía mi cuerpo al compás de la música, al igual que el resto. Extrañamente no se me hacía tan difícil y todos nos divertíamos bailando en grupo. Me sentía bien, me sentía alegre con mis amigos.

De un momento a otro la música se puso más lenta y Stiles me tendió su mano. La tomé sin dudarlo y me acercó a su cuerpo.

-¿Qué se hace? -le pregunté con el ceño fruncido, a lo que él soltó una pequeña risa.

-Sólo sígueme.

Puso una de mis manos en su hombro y una de las suyas en mi cintura. Luego tomó mi otra mano, entrelazó nuestros dedos y las puso a la altura de nuestros hombros.

Comenzó dando un paso hacia atrás y me indicó que yo diera uno hacia adelante, como una "persecución", según me explicó. Pisé sus pies en varias ocasiones, pero sentí que después tomé el ritmo.

Vi que algunas parejas a nuestros lados se habían acercado más así que quise hacer lo mismo. Puse ambas manos en su nuca y él puso las suyas en mi cintura.

-¿Así está bien? -pregunté. Todo esto era nuevo para mí y me colocaba algo nerviosa.

-Está perfecto.

-Pero te pisé. Muchas veces.

-Vale la pena si puedo enseñarte a bailar -dijo encogiéndose de hombros, con sinceridad.

Sonreí y apoyamos nuestras frentes. Me sentía bien, me sentía a gusto con él. Desde siempre. Bueno, no desde siempre. La primera vez que lo vi me inundó el odio, pero a estas alturas no puedo imaginar mi vida sin él.

Apoyé mi cabeza entre su pecho y cuello, aspirando el olor a perfume que emanaba de él. La diferencia es que el olor a ansiedad no estaba, sino uno de paz y felicidad, o al menos así lo interpreté.