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Sentía unas manos calientes que la sujetaban hasta los codos para establecerla, sus ojos no podían desviarse de aquel rostro de color canela marcado por cejas oscuras, una mandíbula cuadrada y perfilada.

Esos ojos en la noche lluviosa parecían todo tipo de colores claros y oscuros,marrones y verdes. Ella le sostuvo la mirada y respiró hondo.

Le latía el pulso en el cuello.

Una jadeante expresión le decía que ella percibía tan bien como él la atracción que había surgido entre ellos.

Todavía estaba procesando cómo alguien había salido con esta tempestad justo enfrente de él. También siguió procesando cómo esa persona en cuestión es una criatura hecha de piel pálida, cabello oscuro y una boca pecaminosamente roja y exuberante.

Lena miró sus labios no eran ni muy anchos pero tampoco muy delgados. Las gotas caían de sus mejillas y otras de las puntas de su cabello oscuro. Observando cómo se desplazaban hacia los bordes afilados de aquellos labios para reunirse en la tentadora curva de su labio superior. Se preguntó en ese momento cómo se sentiría lamer el agua de lluvia de esos labios. Quería besarlos hasta dejarlos calientes y suaves por su cuenta. Deseaba sentir la forma de su boca bajo la suya, murmurando su nombre, excepto que...

Esa boca perfecta, y resbaladiza por la lluvia, estaba actualmente arrugada en un ceño fruncido, áspero e infeliz.

—¿Por qué no llevas un abrigo?—Le exigió por encima del rugido de la lluvia, notando que su mirada parpadeó hacia él, y es cuando se da cuenta de que le ha estado mirando su boca. Un golpe de calor va directamente a su polla,pero enseguida la ignora.

—¿Y por qué estás descalza?

Lena humedeció sus labios con la punta rosada de su lengua, lamiendo una gota de agua de lluvia que se asentó sobre su lápiz labial rojo, y esa acción lo paralizó dándose cuenta de que quería verla haciéndolo de nuevo.

Una y otra vez. Y otra vez.

—Estoy buscando el G & G—dijo, finalmente.

Era difícil oírla bajo la lluvia, y sin embargo, incluso con el zumbido y el ruido del torrente, pudo oír su acento.

Sabía dónde estaba G & G. Venía de allí en realidad, después de haber consumido una comida servida en una tabla de madera para ver a algunos viejos amigos. Había optado por volver a su hotel en lugar de esperar la ronda de cócteles caros.

Era donde quería estar, en su cama seca, con ropa seca, mantas secas y un libro seco, no bajo la empapada lluvia con una pequeña estadounidense descalza.

No le importaba el rojo de sus labios.

Ni cuán tentadoramente su vestido mojado se aferraba a su cuerpo.

Volvió a fruncir el ceño.

—Es por ahí atrás —le informó, señalando detrás de él —A la vuelta de la esquina.

—¿Qué?—. Lena frunció el ceño incapaz de oírlo.

Sintió como esas cálidas manos la toman del codo nuevamente tirando de ella hacia la profunda puerta de una tienda cerrada.

—Está justo después de la esquina —repitió —. A la izquierda en los semáforos, luego una calle más abajo.

—Oh, bien —dijo ella, con un aspecto naturalmente complacido y a la vez frío. La piel mojada le puso la carne de gallina en los brazos y en el pecho, mientras que él hacía un esfuerzo valiente para no notar que sus pezones estaban bien apretados debajo del vestido.

T A B O O | [KTH+18] Hefesto 1✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora