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No sabía qué le estaba pasando. Bueno, sí, sí que lo sabía, pero reconocérselo a él mismo sería hacerlo más real, tanto casi como decirlo en voz alta, y no estaba dispuesto a permitirlo.

—¿Por qué alguien mantendría una habitación en este estado o su investigación?—Dice Lena mientras se pone de pie junto al piano.

—Por qué a mí me gusta así.

Su voz había salido dura, tanto que ella dió vueltas con un grito ahogado, soltando el libro que tenía en una de sus manos. Por un momento parpadeó varias veces, creyendo que solo era producto de su imaginación de haberlo pensado tanto desde aquella noche.

Ella tragó saliva, esta vez sin perder el contacto visual. Claro que lo había
visto, claro que no eran imaginaciones suyas.  El escalofrío que sintió en ese momento dentro de esa habitación era real.

Pero sin saber el motivo en mitad de su detenido escrutinio, los labios masculinos se movieron y supo que estaba hablando. Se enderezó y alzó la vista, intentando sin éxito captar lo que decía.

Se mantuvo en silencio sin querer confesar que no lo había escuchado. Las piernas le temblaron más.

—¿Qué coño estás haciendo aquí? —Repitió— ¿Me estás acosando? 

A Lena le pareció que aquel hombre ocupaba todo el hueco de la puerta y en su imaginativa mente lo visualizó dando un paso hacia delante, dispuesto a hacerle daño. Casi no se atrevía a mirar con fijeza los ojos oscuros y entrecerrados que la acusaban.

Él vió como el rostro de Lena pasaba de confundido a avergonzado en un instante. 

Y luego a enfado.

—Creo que la verdadera pregunta es ¿qué haces tú aquí? —. Tomó el atizador que aún colgaba de su pequeña mano y lo apuntó. —Llamaré  a la policía. El profesor... Se supone que volverá en cualquier momento. Acaba de salir a la... la tienda… fue por unos cigarros. 

Él la observó por un momento, su voz salió temblando en su histeria, confundida por la situación. Sus ojos estaban cargados de curiosidad, de morbo, y casi no parpadeaban. No podía olvidar el rostro pálido de mejillas sonrosadas que,como intruso, tenía delante un mechón de pelo negro que se escapaba de una
melena desordenada, ni obviar lo que sintió al sorprenderla estática, con el
valor de hacerle frente, a pesar de que ya había reparado en que no era ningún intruso.

—Vivo aquí, maldición. Bueno la mayor parte del tiempo—. Dijo y levantó el juego de llaves en alto—. Y ésta, es mi habitación. La puerta de enfrente es mi oficina.

—No vives aquí. Esta es la cabaña de mi tío y esta es su habitación… tiene pantuflas y todo.

—Tu tío—, repitió. La miró fijamente. — ¿Tu tío es Alfred Gramme?

La punta del atizador  baja la más mínima cantidad.

— Sí— responde ella, sus ojos entrecerrados. 

—¿Eres Helena Gramme? 

El atizador baja un poco más. 

—Sí —, dice Lena.

—Me dijiste que te llamabas Lele.

Ella deja caer el atizador, pero aun así se aferra a él, como si estuviera lista para golpearlo en cualquier momento. 

—Es Helena. Lena o Lele es mi apodo.

—Sigue siendo una mentira.

—No lo es —, responde — ¡Y dijiste que tu nombre era V! Estoy segura que tu nombre no lleva ni siquiera esa letra.

T A B O O | [KTH+18] Hefesto 1✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora