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Los días habían sido para Lena lentos y agonizantes. No tenía noticias de Tae; ni un mensaje ni nada que Alfred le contara sobre él. Estaba tan acostumbrado a que fuera de un lado para otro que no le daba mayor importancia a los viajes de aquel profesor.

En aquella casa la vida seguía tal cual, con Tae o no lejos. Sin embargo, ella sentía una ansiedad indescriptible que, sabía, solo se aliviaría cuando escuchara los pasos firmes, el ruido de las llaves al dejarlas sobre la mesa de la entrada y él apareciera en el umbral de la cocina, como de costumbre cuando llegaba.

Las tardes que estaba trabajando en la Universidad, tenía la esperanza de girarse y verlo por los pasillos. O al salir de clases, esperándola.

Pero eso no ocurrió, y su esperanza fue apagándose a la vez que su balanza se desequilibraba más y más.

Diana llevó a su hermano al médico para un chequeo y tras darle algunos consejos para aliviar la tos, pudo irse a casa.

Ahora era todo un poco más complejo que antes, pues su tío no se encontraba del todo recuperado. Por eso, Lena se pasó la mayor parte de los días, cuidando de él y distrayendo la mente en la medida de lo posible.

Porque su cabeza era un hervidero de preguntas y, lo peor, de suposiciones sobre las personas que conformaban su alrededor, pero sobre todo le martilleaba la imagen de Rosie.

El pelo castaño, aquellos ojos castaños y rasgados; su rostro, bonito, muy a su pesar, y un cuerpo que ella firmaría sin mirar para un futuro.

¿Qué hacía esa mujer allí?, ¿habría hablado antes con Tae?, ¿qué
intenciones tenía de repente?, ¿quería recuperarlo?

Esta última pregunta era la que más daño le hacía. Imaginar que se escapaba otra vez de sus brazos era tan doloroso que a veces se descubría llorando en silencio, solo de pensarlo.

Aquello no era lo único que le causaba pánico, también el hecho de contarle a Taehyung que le había mentido y cerrado la puerta en su cara. ¿Quién era ella para hacer aquello? Nadie.

Después se tranquilizaba. «Llegará para tu cumpleaños, lo prometió y él te dirá que no quiere nada de esa mujer», se decía una y otra vez.

Entretanto, trabajo, salidas con Kaia y guardias con Alfred.

Esperar, esperar y esperar.

Hasta el día once, que se levantó de un salto, entusiasmada y deseando verlo. No sabía si sería por la mañana, por la tarde o por la noche, pero llegaría. Le había prometido que estaría allí para su cumpleaños. No obstante, llegó la hora de irse al restaurante y no sabía nada de él. Ni un mensaje, ni una llamada. De nuevo, se preguntó por qué.

No se dio cuenta de que alguien se había unido a ella hasta que sintió la presencia de un cuerpo cálido a su lado.

—¿Hola? Tierra llamando a Lele. ¿Has visto qué hora es? Te digo que tienes que ducharte y cambiarte.

Kaia se posicionó frente a ella.

—Te buscaré algo sexi que ponerte. ¿Vestido?

Lena asintió y luego negó. No le importaba mucho la cena que habían organizado por su cumpleaños. Todo lo que le apetecía era verlo. Pero por el momento, debía concentrarse en la cena que su amiga había improvisado para rescatarla del lío en el que se había metido.

Arreglarse con Kaia mirándote era como entrar en una película. Se plantaba frente a ti y emocionada sacaba prendas como si fuera una máquina programada.

Lena pensaba que siempre descartaba los modelitos para no acabar con la diversión tan fácilmente. Aquel día, la escena duró mucho menos de lo habitual porque Diana y Alfred tenían prisa. Así que no discutió con su amiga cuando eligió unos vaqueros muy ceñidos y una chaqueta negra, en conjunto con unas botas de tacón que ya le había prestado su amiga en otras ocasiones.

T A B O O | [KTH+18] Hefesto 1✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora