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A Lena no le había dado tiempo de cerrar la puerta del coche cuando su móvil comenzó a sonar. Soltó el neceser que tenía en una mano, a conjunto con la maleta de estampado de flores violetas, y se hizo con él. Al otro lado, un chillido de Kaia la hizo apartárselo.

—¡No puedo creérmelo! ¡No puedo creérmelo! 

La hizo sonreír con su efusividad mientras caminaba hacia la puerta para soltar sus pertenencias. Era la primera vez en horas que curvaba sus labios hacia arriba y, aunque no estaba feliz con la idea de juntar a Kaia con su madre, sí que le alegraba saber que estaría con ella el día de la inauguración. Después de una semana completa, sí, pero eso pasaba volando. Al menos eso era lo que esperaba.

—Vamos, pequeña. Hay que colocarlo todo antes del almuerzo —informó
Alfred abriéndose paso cargado de maletas.

—¿Has aterrizado? —le preguntó Lena a Kaia a la vez que asentía a la información de su tío.

—Sí, claro. Aterrizamos temprano. Ahora estamos en el hotel, desayunando. Hemos soltado las maletas y recibí tu mensaje… —siguió parloteando a través del teléfono. Lena,  mientras, se encontraba estática ante la imponente fachada negra, absorta en otras cosas. Por ejemplo, en que el sol había salido tras la noche de lluvia intensa; en que la grandeza visual de aquella cabaña a la que solo dos meses antes se había internado entusiasmada, ahora sucedía lo contrario, en el movimiento acelerado de su madre, Taehyung y Alfred
descargando sus cosas.

Lena subió los breves escalones. Tras ello, suspiró y entró. Nadie se percató de aquella fuga de aire, nadie se percató de cómo su corazón bombeaba como si éste quisiese salir de su pecho. Nadie lo notó, o eso es lo que Lena pensó.

—Dejame ayudarte—. Un jadeo le brotó cuando aquella voz gutural apareció a sus espaldas al pie de las escaleras que conducía a las habitaciones.

Se giró, y cuando lo hizo el arrepentimiento de haberlo hecho la invadió por completo. Su mirada se posó en aquel firme pecho, en aquella alta figura, en aquel olor masculino que tanto había echado de menos, en el agitado aliento que dejaba fuego sobre la coronilla de su cabeza. 

—¡Ey! ¿Estás ahí? —le preguntó la voz de Kaia.

—Te llamo en unos minutos y hablamos con tranquilidad.

Cuando colgó, levantó la vista y se encontró con aquellos ojos de todos los colores que la observaban directamente.

Taehyung la miraba detenidamente. Lo que allí vió provocó en él un torrente de sentimientos contradictorios. Lena seguía teniendo aquella mirada dulce e inocente, pero se había tornado más atrevida y directa, más sensual, y en lo profundo de su mirada Taehyung pudo ver enojo, confusión y llamas. Llamas que,
estaba seguro, ella también la percibía, pero que a él le abrazaron de manera veloz todo el cuerpo. 

El choque de esas sensaciones lo hicieron dar un paso atrás, Lena notó su retroceso y sintió un verdadero nudo en el estómago. Y eso, junto con la furia de que había sido él quien la había puesto otra vez en aquella cabaña la hicieron enfurecer nuevamente. Acto seguido, se dió la vuelta sin decir una palabra, tomó su maleta y subió las escaleras sintiendo como una fuerte mirada quemaba su cuerpo de espaldas.










Los siguientes dos días Taehyung no la miró ni una sola vez y tampoco le preguntó directamente a ella nada. No sé quedaba para la hora de almorzar y prácticamente su presencia era limitada. Lena no sabía si reír o llorar. ¿Qué demonios le pasaba? ¿Para qué traerla hasta Kansas si no había un resquicio de que quisiera tenerla cerca de él? Estaba confundida.

Al tercer día el almuerzo estaba preparado para todos, aunque Taehyung se negó, justificando que debía trabajar en su casa y luego llevar algunos recados. Su tío insistió en que Taehyung se sentara en la mesa para poder hablar y conocerse un poco entre todos. Lena pensó en que la manera más íntima que la conocía a ella no era posible. 

T A B O O | [KTH+18] Hefesto 1✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora