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Nunca sabemos el momento exacto en el que cambiará todo, ni siquiera cuando lo hayamos vivido. «Fue tal día, cuando caí de bruces al tropezar con una piedra y me choqué con…». Puede que sí, que fuera ese día, o que todo comenzara cuando la piedra, por algún motivo, fue a parar al sitio
exacto en el que más tarde te encontrarías.

Es posible que llevara allí meses esperándote, incluso años.

Lena no supo qué fue lo que le torció la existencia o, si lo miraba por el lado bueno, lo que le dio movimiento a su vida, pero Tae estaba implicado en aquel cambio, eso era seguro. Y se suponía que tras la ceremonia de la noche del sábado, había dado carpetazo, marcado un antes y
un después. Porque él, por fin estaba siendo quien realmente era con ella, y está vez no la estaba apartando de su lado.

Se suponía que ahí terminaba todo.

Pero no hacía más que empezar.

¿Quién sabe? Quizá aquel miércoles fue el detonante de todo lo que estaba por llegar.

(...)

El lunes no fue fácil para nadie.

Desde que Lena volvió del aeropuerto después que Kaia subiera al avión rumbo a Colorado; Diana había notado el bajo ánimo que traía su hija. Se había pasado la mañana mirando hacia la televisión con aire distraído, o en el alfeizar de la ventana, con las piernas encogidas y la mirada perdida en el exterior.

Se preguntó si el motivo sería por la ausencia de su amiga pero la verdad era que desde que le había mencionado que ya tenía los pasajes para volver a Nebraska, Lena había cambiado el gesto tan alegre que traía.









El martes amaneció nublado, pero nada paraba el ímpetu de Lena.

Salió de la cabaña a galope y saltó los escalones de la entrada. Una vez fuera,
se golpeó la frente con la mano, recordando su bolso. Se habría librado
de dar explicaciones si no fuera por aquel pequeño despiste que la hizo encontrarse de bruces con su madre al entrar en la cocina.

—¿Adónde vas con tanta prisa y tan temprano? —le preguntó Diana con una ceja alzada, poniendo las manos por delante para frenar a su hija—. Hoy no tienes que ir a trabajar a la biblioteca.

—Lo sé. Iré a la tienda en la 107 St. Main —mintió. Como la mentira le sonó débil, añadió—: Hay una feria a la que quiero aprovechar a ir antes de irnos el viernes.

—Te llevo —se ofreció Alfred, que salía en ese momento del salón y cruzaba hasta donde estaban ellas.

—No es necesario, Tío. Pensaba tomar el metro y…

—Estoy libre. Venga, te llevo.

No pudo protestar. Subió las escaleras, tomó su bolso que había preparado la noche anterior y bajó con velocidad. Le dió un beso a su madre y se marchó con Alfred.

No tuvo más remedio que confesarle a su tío dónde realmente iría. Menos de veinte minutos después, ya estaba en la puerta de la casa de Taehyung.

—¿Sabes hacer de comer? —bromeó ella.

Taehyung cerró la puerta principal y la miró. Lena sonreía socarrona mientras dejaba su bolso. Se inclinó hacia delante y la besó, lenta y suavemente.

—No es que vaya a preparar un festín digno de un chef, pero para no
morirnos de hambre creo que puedo defenderme.

—Puedo echarte una mano.

—De acuerdo. Pero primero quítate la ropa.

Un rubor se levantó en sus mejillas.

—¿Qué?

T A B O O | [KTH+18] Hefesto 1✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora