Capítulo 1: La despedida

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Buenos Aires, 25 de abril. – Cementerio de la Recoleta.

- "Te rogamos Señor, que acompañes el alma de tu hija Catalina, hasta su descanso eterno, y le des el consuelo a sus familiares y amigos, en este momento de dolor", Amén...

-Pedro, ¿querrías despedirte de Catalina con unas palabras? – Pedro niega apenas con un movimiento de cabeza, porque tal vez su pena es tan grande que le impide colocarse en ese momento y en esa situación particular. Mucho menos hilar 2 o 3 frases que sólo sirvieran para contentar al público que se acercó a despedir a su abuela, porque a él, nada lo complacería más que estar con su "Nana", como él la llamaba.

Son las 11:15 de una mañana de otoño soleada sobre el cementerio más coqueto de Buenos Aires, algunos rayos logran colarse entre los cipreses que custodian la puerta de la bóveda familiar de los Lanzani, una familia de artistas, como suelen autodenominarse, y sobre todo de gente adinerada.

El tío Víctor, colocó su Iphone sobre una hendidura del mármol negro que reviste la bóveda, y mientras el cura daba el sermón, sonaba el "Ave María" de Charles Gounod y Sebastian Bach, uno que es muchísimo más bonito que el tradicional y conocido "Ave María" de Schubert.

Pero ninguno más que Pedro, sabe que la Nana Catalina, quería irse al cielo, o al infierno, según le tocara en suerte, acompañada por "Le Cygne" de Camille Saint Saëns, esa pieza para violonchelo, que se conoce como "La muerte del cisne", y que era su preferida, porque en su juventud como bailarina clásica, fué la que la consagró frente al mismísimo público del Bolshoi de Moscú, con sólo 19 años.

No es casual que la eligiera para esta ocasión, ya que la pieza es la que describe literalmente la ancianidad y posterior agonía de un cisne que supo ser el ave más bella del lago. Pero esa información sólo la sabía Pedro, o Peter, según el apodo que le quedó después de su paso por el colegio Británico de su niñez.

Juan Pedro hoy es un hombre de 30 años que ha tenido una vida fácil, siendo el término "vida fácil" una expresión muy ambigua, ya que habría que definir "fácil", según quién.

Único hijo de Pablo y Marcela. Él concertista de piano, ella, artista plástica. Una pareja muy viajera, a quienes por profesión, la vida los llevó a recorrer el mundo entero. Pedro no fué deseado, sobre todo por su madre, quien veía la maternidad como la amenaza a su vida de libertad y excentricismos propios de su alocada post adolescencia, cuando se lanzó a las artes plásticas.

Se conocieron con Pablo en París, ella de viaje de exploración, asentada en Montmartre, y él estudiando en el conservatorio. Se enamoraron locamente, pero ambos sabían que ese idilio, no duraría demasiado.

Sólo les llevó un par de encuentros sexuales engendrar a Pedro y encontrarse frente a un futuro que ninguno de los dos tenía planeado.

La exigente educación de Pablo, y el adoctrinamiento casi militar que recibió de su padre diplomático, le carcomieron la mente hasta el punto de arrastrar con él a una negada Marcela hasta Buenos Aires, para resolver la situación.

Se presentaron ambos en la casona de Belgrano, en la que aún al día de hoy convivía Pedro con su abuela Catalina, y allí expusieron la situación.

El abuelo Bernardo sentenció que tenían que casarse, pero Marcela irreverente dijo que - ¡Ni pasada de Absenta! – Y acompañó su postura, aduciendo que iba a abortar clandestinamente, en el Buenos Aires del 90, donde no existía la ley que hoy tenemos, y tanto costó conseguir.

Entonces fué la abuela Catalina quien intervino: - ¡No!, yo lo voy a criar... ¡es mi nieto!, involúcrate todo lo que sientas... ¡pero quiero y puedo hacerme cargo!... ¡Por favor!, - sin reparar en que no sólo la decisión implicaba "involucrarse", sino también llevarlo en su vientre durante nueve meses.

Mis cinco sentidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora