Capítulo 13: El beso

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Y los ojos recorrieron la curva carnosa de los labios.

Y la lengua, el sabor dulce de la boca.

La nariz, no sólo trajo el aroma de la piel húmeda, también fué capaz de recoger la suavidad de la carne.

Los oídos, el chasquido sensual de las lenguas entrelazándose.

Y el tacto... el tacto fue quien de todos los sentidos recogió más sensaciones. Porque fue capaz de poner toda la piel a merced de esos besos.

Y cada órgano vital, para cada sentido, sirvió de puente para conectar una sensación tras otra, TODAS, asociadas al placer.

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Algunos biólogos, llegaron a compararlo con la sensación de sobredosis que ofrecen ciertas drogas. En ciencia se llama a este deseo de besar, irrefrenablemente, "filemamanía".

Cuando nos besamos, aumentan los niveles de dopamina, un neurotransmisor que actúa en el cerebro diseminando la sensación de ansiedad. Pero no es la única hormona que se despierta por un beso. También lo hacen la testosterona y la oxitocina.

Y para que esta sensación no resulte puramente hetero, recordemos que la testosterona, no sólo es la hormona sexual masculina, sino que nosotras también la producimos en pequeñas cantidades. Y la oxitocina, es la que nosotras asociamos al placer por excelencia, esa que se nos desborda después del orgasmo, del parto y en la lactancia. La llamada "hormona del amor", porque actúa sobre el cerebro, despertando sentimiento de apego y afecto.

Así que en 10 segundos, la química y la biología nos desmontan el cuento de hadas que se teje tras un beso.

Pero para nosotros, simples mortales que llegamos al beso porque deseamos esa boca con locura, y desconocemos todo lo que se desencadena atrás, y nos importa una pindonga toda esa info, significa mucho más que química.

Es como una primera toma de impresiones, que en algunos casos, hasta diría que puede ser decisiva, porque en un instante podemos sentir la necesidad de seguir infinitamente, o una repulsión instantánea que nos haga no querer saber más nada del compañere.

Esta última no fué la sensación que generó en Mariana y Pedro, ese primer beso, y a juzgar por la secuencia interminable de ellos, que siguieron ocurriendo por más de una hora, dentro de la pecera, en todas las posiciones descriptibles, hasta casi terminar en sexo, podría decirse que fue más bien todo lo contrario. Agradable, satisfactoria, placentera y excitable.

Las tortas sin decorar, y las mangas pasteleras vuelven a dormir a la heladera, porque hubo algo mucho más urgente y placentero que satisfacer.

Y la despedida de esa noche se prolonga por diez minutos más debajo del departamento de Candela. Como si no quisieran o no pudiesen soltarse.

Lali se da vuelta a saludarlo con la mano y una sonrisa que grita "Estoy hasta las tetas" y él le responde con otra, preciosa, con la cabeza ladeada para verla por la ventanilla, mientras sostiene con fuerza el volante, como para aferrarse a algo que no lo haga bajar y terminar lo que empezaron, o empezar lo que no terminaron.

Son casi las 3:00 AM, y Lali quiere llamar por teléfono a su amiga, Eve y contarle. O tal vez mandar un audio al grupo de whatsapp donde están todas, o hasta si la apuran despertarlas una por una para saciar su ansiedad. Quizá es la sensación de querer verbalizarlo, para rememorarlo o convencernos de que ocurrió, como pasa con los sueños. Que queremos contarlos pronto, para fijar las imágenes que luego se van a ir desvaneciendo.

Cuando abre la puerta del departamento y enciende la luz, el cuerpo de Candela salta como un resorte del sofá cama en el que Lali duerme.

Ella está ocupando su lugar con camisón y las anteojeras para evitar la luz, que Lali usa cada noche.

Mis cinco sentidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora