Capítulo 24: Los sueños

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Los pactos, las promesas, los acuerdos, a veces sufren modificaciones, que pueden ser tan significativas, como para terminar derribando aquello que se prometió cumplir.

Eso pasó aquella noche en "Akelarre". La comanda de sorrentinos con panceta y ricota, fue la señal de que "ALGUIEN" había vuelto, no en cualquier fecha, sino en una especial para Peter. Eugenia y Candela sabían que eso iba a ocurrir, y supieron mantenerlo en secreto (con lo difícil que es guardar uno en ese lugar), para que Peter se sorprendiera.

Entonces la promesa de una cena romántica para dos, se convirtió en jolgorio para 15 con el mismo tablón con caballetes que usan para todos los eventos del personal que celebran allí.

Gastón sacó infinidad de cajas de cátering, y otras tantas que ellos mismos prepararon a escondidas, para agasajar al jefe en su cumpleaños número 32. Y todos celebraron, no sólo su cumpleaños, sino la vuelta de Lali a su ex lugar trabajo.

Corrió mucho vino y champagne, y hasta Gastón coincidía en repetir que no conocía una expresión más feliz de Peter, que la que tenía esa noche.

El reencuentro fué difícil de encajar para Mariana y Juan Pedro. Después del plantón en Paris, el contador estaba en cero. Y aunque pareciera un dato menor, Lali ya no estaba allí como ex compañera de trabajo, porque dadas las circunstancias de la última vez que se vieron, si la intención era volver a visitar a sus ex compañeros ¿tenía que hacerlo justo el día del cumpleaños del jefe?

Es verdad que ella se sentó en la mesa 7, y que le dijo a Eugenia que hiciera esa comanda. El vino lo agregó la China, para que al pobre cocinero se le acelere aún más el corazón, y entre ambas casi no lo hacen llegar a los 32.

Peter salió de la cocina dando zancadas, y se detuvo a espiarla detrás de una ventana que dá al salón. La observó algo nerviosa tecleando sus uñas cortas sobre el individual coqueto de la mesa para dos, cerró los ojos y suspiró sintiendo que era el momento de barajar y dar de nuevo. Sus labios carnosos, sus ojos expresivos y toda ella preciosa, esperaba en esa mesa, la ocasión de poder saldar esas deudas que los había desencontrado en el pasado.

- ¡Buenas noches!... la cocina ya está cerrada, pero podemos invitarte a cenar otro día. – Ella se sonrió con malicia, pero el brillo en los ojos fue irremediablemente difícil de esconder – ¡Ya sabía que tenía que ir al restó de Martitegui!, no sé porque me empeciné en entrar acá...

La sonrisa de Peter, y el destello ocre entre el verde de sus ojos, también lo puso en clara evidencia de la emoción que le causaba ese encuentro- Capaz el destino... ¡andá a saber!

- ¿El destino?... yo sólo sé que el destino me vive negando mis sorrentinos ¿Quién me los arrebató de la boca hoy? ¿Las Hadid u otra modelo?

Peter se rió hasta achinar los ojos, y sin aguantar un segundo más se agachó apenas con medio cuerpo sobre la mesa y le dió un pico precioso, tomándole la barbilla con suavidad y después le susurró un "Hola" sobre los labios - Sé observaron en silencio a 1 centímetro de distancia, y ella le dió otro beso - ¡Es que vengo de Francia y allá se dan dos!

Peter se sonrió con ganas.- ¿Qué hacés acá?

- Vine a cobrarme una deuda, que por lo visto va a seguir quedando impaga... ¡Yo sabía que eras un rata Lanzani!, Pero veo que ni Stuart Little se animó a tanto.

Y prefirió ponerse de pié y darle un abrazo que le supo a la sensación de confort de volver a casa, a algo conocido, a un refugio en el que se siente cómoda, amada... acariciando su nuca con suavidad, rodeada por la cintura con sus manos fuertes, y perdida en el hueco de su cuello que tanto deseó besar.

Mis cinco sentidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora