Capítulo 5: Pequeño salto mortal

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"Dame de comer, dame bebidas tengo sed.

Dame problemas... ¡quiero sentir el viento en las venas!

Dame tu poder, que tengo tiempo que perder.

Y si quieres úsame de pasatiempo.

Mi pequeño salto mortal ¡No me dejes atrás!

Pequeño salto mortal - Los Rodriguez

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Al final tanto sueño para dormir 3 horas de nada...

Lali está literalmente pasada de rosca. La falta de descanso, lejos de invitarla a poder dormir plácidamente, cuando por fin llegó al hotel, sólo le permitió hacerlo por 3 horitas, que igualmente resultaron reconfortantes. Vivió tantos sucesos intensos, en esas pocas horas que lleva en Buenos Aires, que lejos de bajar de su estrés y relajarse, sigue elucubrando cada cosa ocurrida.

Convengamos que el hecho de que ella tenga ese carácter admirable para pelear por sus derechos, y enfrentar situaciones adversas, no la exime de ser, un ser humano con sus miedos, sus inseguridades y sobre todo vulnerable a ser lastimada.

Lali entendió a la perfección, que si esa oportunidad se le había brindado de ese modo, entonces había que aprovecharla. Ya estaba allí. Para una ferviente defensora de los destinos escritos, esas situaciones que para otros son meras casualidades, para ella son "señales" en toda regla.

Entonces, sólo quedaba luchar por una oportunidad. ¿Si le dolió pasar por esa situación? ¡SI, claro! A nadie le gusta que le hagan sentir que no tiene chances, sólo por su aspecto o actitud. Pero gracias a su inmensa capacidad de confianza en sí misma, logró mantenerse firme para mostrar su valía. Pensemos en la cantidad de veces que sabiendo que somos aptos, nos dejan afuera porque lo que mostramos es inseguridad y debilidad. Si uno mismo sale a la vida pensando que no es merecedor de ciertas oportunidades... ¿Qué pensará aquel que no nos conoce?

La actitud de Lali fue lo que la hizo llegar hasta ese momento. Si ella se hubiese quedado con la simple opinión de lo que quienes estaban allí, pensaron de su aspecto o su forma de actuar... la realidad hubiese sido muy diferente.

Antes de subir, se compró un paquete de papas fritas, una coca cola y un alfajor, y ese fue su almuerzo pre-descanso mientras hablaba con Margarita y le contaba de su GPS distorsionado.

- ¿Entonces no fuiste al chino? ¿Y ahora?

- Má, el lugar al que fui, era 100 veces mejor que el chino, una locura... ¡además mucho nivel! Todo muy profesional, excepto los que trabajan ahí, ¡pero buena gente!

- Bueno, eso es lo importante hija... que sea un lugar donde estés cómoda... donde te traten bien... ¿Hablaste con la chinita?

- Sí... me dijo en perfecto idioma chino "Sha vino otla"... así que se vé que mucho no me extrañaron... sólo espero que en el lugar donde me probaron, quede. ¡Y si no, a buscar otra cosa! - Margarita se muerde el labio al otro lado del teléfono. Piensa en mil situaciones y escenarios posibles en los que su hija se puede encontrar vulnerable, incluso teniendo 29 años.

Jamás salió de casa, jamás vivió sola, jamás trabajó fuera de la protección de sus padres, y lanzarse a revertir todas esas situaciones de un soplido, en una ciudad tan grande, con tantos peligros, tanto anonimato y desprotección, a Margarita la asusta.

Después de una pequeña videollamada en la que los abuelos se colaron para saber como estaba y enterarse de las noticias, Lali colgó mandando saludos para todos, y se durmió una siesta.

Mis cinco sentidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora